Afirmando la soberanía de los pueblos
Es innegable que el año que concluye, más allá de los resultados electorales en el Perú y Colombia, nos deja en Sudamérica un balance favorable a los vientos de cambio que empezaron a soplar hace pocos años atrás. Sin embargo, esta visión optimista no nos debe llevar a un falso triunfalismo, pues se tiene que ser conscientes que la derecha neoliberal, política y económica, no está dispuesta a dejar fácilmente el poder.
A diferencia de décadas pasadas, hoy en Sudamérica y América Latina, se presentan mejores condiciones para perseverar en la forja de la unidad de nuestros pueblos y países; pero de unidad que supere el simplismo de los discursos oficiales, de esos que se difunden cada vez que se reúnen los mandatarios, acostumbrados a estar “de cumbre en cumbre, mientras los pueblos van de abismo en abismo”, como bien lo señaló hace poco el presidente venezolano Hugo Chávez.
La forja de unidad sudamericana puede contar hoy con bases más sólidas, en la medida que los gobiernos progresistas y de izquierda que existen y los que están por instalarse, entiendan y asuman que los cambios que pretenden hacer y que ofrecieron en sus campañas electorales, solo serán posibles con el apoyo popular y la movilización social constante. Pero además, como tan bien lo ha remarcado en dirigente nacional de los Sin Tierra de Brasil, Joao Pedro Stédile, la nueva situación del continente requiere de los dirigentes sociales un mayor estudio, análisis y comprensión de estas nuevas realidades.
La situación que se vive en Bolivia es aleccionadora: la derecha política y los cacicazgos regionales, que fueron derrotados en las urnas contundentemente, pretenden impedir los cambios que prometió y está empeñado en cumplir el gobierno del presidente Evo Morales. Esa derecha derrotada y anacrónica, pretende desconocer el derecho y el poder que ganaron en las urnas y en las calles las grandes y empobrecidas masas que llevaron al gobierno a Movimiento al Socialismo, MAS.
Y han sido las grandes y masivas movilizaciones sociales, campesinas e indígenas las que han contribuido y permitido que se avance en aspectos cruciales como la reforma agraria y en temas que reafirman la soberanía de Bolivia en la cuestión de los hidrocarburos. Pero, insistimos, la tarea no ha sido ni será nada fácil, y las luchas que vienen requerirán cada vez más el apoyo más allá de las fronteras de Bolivia.
A Bolivia, se sumó el triunfo incuestionable y contundente del presidente Hugo Chávez en Venezuela, que constituye un nuevo peldaño no solo en lo que representa la revolución bolivariana, sino en la experiencia de construir un modelo de socialismo en el siglo XXI. A mediados de enero se instala en Ecuador el gobierno del presidente Rafael Correa, y asumirá el reto de convocar a una Asamblea Constituyente, además de haber reafirmado su decisión de no firmar el TLC con los EEUU. Son estos tres gobiernos los que más claro han definido sus políticas soberanas y marcando distancias con el dominio norteamericano.
Sin embargo, no hay que dejar de tomar en cuenta el rol que han jugado otros gobiernos en contribuir a tender puentes para avanzar a un nuevo tipo de integración que tome en cuenta los intereses de las grandes mayorías y no solamente los de las empresas trasnacionales. Siempre será mejor tener a un Lula en Brasil, un Kirchner en Argentina, incluso, gobiernos como el de Chile y Uruguay, que regímenes títeres como el de Colombia o convivencias con la derecha neoliberal y el fujimorismo corrupto, como el que encabeza en nuestro país Alan García. Afirmar la soberanía de los pueblos y de forjar la unidad sudamericana, ampliándola más allá, hasta América Central y la caribeña Cuba de Fidel y el Che, es el objetivo que a seguir forjando.