2006-12-21 00:00:00

Acaba culminar la Cumbre Presidencial de la Comunidad Sudamericana de Naciones en Cochabamba, Bolivia. Se desarrolló paralelamente a la Cumbre Social por la Integración de los Pueblos, en la que participaron los más importantes movimientos sociales del subcontinente. Ambas se entrelazaron con la intervención de Ministros de Estado de varios países en mesas de la Cumbre Social y evidenciaron los nuevos vientos que soplan en América del Sur. Alan García fue uno de los 12 Jefes de Estado o representantes que éstos presentes. Uribe, el Presidente colombiano con quien comparte solitarios afanes de firmar un TLC con los EE.UU., no fue. Envuelto en un escándalo político por relaciones de decenas de parlamentarios de su partido con paramilitares narcos –en el que el hilo de la madeja puede terminar en él mismo- se quedó en casa y envió a su Canciller, también involucrada en el caso.

La presencia de García fue inesperada. ¿Qué lo llevó a Bolivia y hasta a "amistarse" con Chávez? Por un lado, los evidentes signos desgaste gubernamental. Según encuestas de Apoyo, su popularidad ha caído 17% desde agosto y la aprobación del gobierno en su conjunto, bajó de 55 a 47%. El 49% desaprueba al Congreso. El desgaste del sistema político parece reinstalarse. El 74% considera su situación económica igual o peor que hace un año atrás, y 79% cree que la situación económica es igual o peor que el 2005. La mayoría de peruanos no siente el "cambio responsable". El jarabe de lengua de García va perdiendo su mágico efecto mientras la gente constata el incumplimiento de sus principales compromisos electorales. Y es que, a diferencia de los más importantes procesos políticos que hoy vive América Latina (Bolivia, Venezuela, Ecuador y la mayoría de los países del MERCOSUR), el advenimiento de Alan García a la Presidencia no ha significado cambios sustantivos en la política económica.

El "gabinete del Castillo" (engreído de las argollas de poder económico) entrega el manejo económico del país a tecnócratas vinculados a Unidad Nacional (como Luis Carranza en el MEF; Julio Velarde. Presidente del BCR; Rafael Rey, Ministro de la Producción, etc.) y al fujimorismo (Rey; la Ministra de Transportes, Verónica Zavala; José Chlimper, director del BCR, etc.). Es pues coherente que García haya incumplido su compromiso electoral de colocar, siquiera, un impuesto a las sobreganancias de las mineras (que representaría S/.5,000 millones de soles anuales), y se haya negado a revisar los contratos fujimoristas al servicio de las transnacionales, dejando de lado medidas que mejorarían los ingresos de Estado y la participación del país en la explotación de sus recursos naturales.

La política de García contrasta con los nuevos movimientos políticos y sociales de América Latina. Así, mientras él deja intocados los contratos lesivos y los privilegios tributarios de las grandes transnacionales, continúa la política toledista de no cobrar las regalías mineras que le corresponden a las regiones y municipios, y se afana por un TLC con EE.UU.; Correa, el nuevo Presidente electo en el Ecuador, anuncia la revisión de los contratos de explotación de sus recursos naturales, rechaza un TLC lesivo los intereses de su país y reafirma la necesidad de un nuevo rumbo, de justicia social y soberanía nacional, para su país, poniendo en cuestión la base militar norteamericana de Mantas.. En Bolivia, Evo Morales nacionaliza el petróleo y el gas, multiplica los ingresos del Estado para invertir en educación, salud o apoyo al agro, y logra que su país reciba hasta 82% de la producción, frente al ridículo 18% de regalías que recibía antes, bajo el neoliberalismo. Venezuela hace del petróleo una herramienta para contar con dinero para programas de salud, educación y vivienda, lo que da a Chávez el 62% de la votación para su reelección. El contraste es evidente, pese a la manipulación de los medios de comunicación de derecha, para los peruanos que ven con esperanza procesos como el boliviano, el ecuatoriano o el venezolano, en los que se reivindican los derechos de la Nación y de los pueblos indígenas marginados.

García, conciente de su desgaste, se presenta a Cochabamba –y hasta estrecha las manos de Chávez- para evitar acentuar su aislamiento internacional, ajeno a las corrientes sociales y nacionalistas que priman en América del Sur. Pero acude con las mismas concepciones: mendigar o recoger el chorreo de la mesa de los poderosos, en lugar de aplicar una nueva política de manejo nuestros recursos naturales y una Reforma Tributaria que redistribuyan la riqueza con mayor justicia. Muchos pueblos de América Latina han elegido gobiernos que recuperan para sus países una gran parte de la renta que generan sus recursos naturales, recusan los TLC que pretenden imponer los EE.UU. contra el agro y la soberanía de sus naciones, y bregan por mayor justicia y por una efectiva soberanía, para –unidos- enfrentar de mejor manera el reto del desarrollo en un mundo globalizado y dominado por un puñado de grandes potencias. García esta en otra: mendiga el TLC, ataca a los gobiernos que reivindican sus recursos y derechos, y pasa el sombrero a las transnacionales y grandes mineras en lugar de hacer valer nuestros derechos. García nos hace perder el carro del cambio que recorre América del Sur.