Pertenezco a la generación fuertemente impactada por la revolución cubana, de ahí viene la barba, el otro origen de ella es más prosaico, siempre me molestó tener que dedicar tiempo a mi arreglo personal, de modo que me alegré al tener un motivo para dejar de martirizarme con frecuentes afeitadas.
Sin embargo como había sido educado en el respeto al movimiento popular, nunca fui foquista, como se llamaba entonces a quienes concordaban para el Perú con la estrategia que fue triunfante en Cuba, el surgimiento de un foco guerrillero que atrajera con su accionar el apoyo del pueblo, lo que lo llevaría al triunfo.
Recuerdo la conversación que tuve con Luis de la Puente Uceda cuando estuve perseguido y él fue a Chaupimayo a visitarme. Me preguntó cuándo nos alzábamos, le respondí que no sabía, que eso no dependía de mí sino de la decisión del movimiento popular. Me dijo que eso era erróneo, que era el partido quien debía decidir. Le respondí que yo consideraba rol del partido influenciar en la población por el convencimiento para hacerla avanzar, pero no sustituirla en decisión tan importante, que creía en lo que expresaba un clásico de la revolución: “Hay que armar al pueblo con la necesidad de armarse”.
Resultó que el ascenso del campesinado que hizo la reforma agraria y la represión del gobierno contra ella llevó pronto a la población de la zona a comprender esa necesidad para defender su reforma agraria. Reitero: La necesidad de defenderse del ataque a la reforma agraria que había hecho fue la que llevó al campesinado a la necesidad de armarse, quería defender su tierra, pero estaba lejos de pretender hacer la revolución para derrocar al sistema. Por eso, democráticamente, en 1962, nuestro grito de combate no era “Patria o Muerte” ni “Revolución o Muerte”, sino el grito que había surgido del movimiento campesino de Pasco en la defensa de su tierra: “¡Tierra o Muerte!”. Los revolucionarios teníamos la esperanza de que éste fuera el comienzo de la revolución social peruana, pero el levantamiento no se extendió, quedó circunscrito a la zona.
En la consigna de “Tierra o Muerte”, triunfamos. Aunque nuestro grupo de autodefensa armada fue disuelto. El gobierno militar de Pérez Godoy se vio obligado a decretar la reforma agraria para los valles de La Convención y Lares (años después Velasco Alvarado extendió la medida a nivel nacional).
Para el triunfo de la revolución no basta con el triunfo de la lucha armada, como lo vimos en Bolivia 1952 cuando el pueblo encabezado por los mineros destrozó el ejército y la policía, sin embargo el reclamo popular sólo era la reposición del gobierno de Paz Estensoro que había sido depuesto por orden yanqui. El partido puede influir pero no determinar el objetivo del levantamiento.
De la Puente en 1965 puso en práctica su opinión política, se alzó en un foco guerrillero y fue asesinado por la represión.
Por encima de esa diferencia táctica, era muy fuerte en nosotros la influencia de la revolución cubana, estudiábamos el texto del Che sobre la guerra de guerrillas, veíamos con respeto los avances del proceso cubano. Nuestro lema, aunque diferente, heredaba en parte el de “Patria o Muerte” cubano.
Cuando estábamos alzados y perseguidos, en el monte escuchábamos Radio Habana Cuba, nos entusiasmaba sobre manera el apoyo total a nuestro alzamiento que pregonaba la emisora.
Hace poco tiempo leí en una biografía del Che, que la guerrilla que fue disuelta por la policía en Madre de Dios, donde murió el poeta Javier Heraud, fue preparada y enviada por el Che para apoyar nuestra lucha. Cuando me apresaron y le preguntaron por mí al Che que estaba en Argelia, respondió “Hugo Blanco ha caído pero otros seguirán sus pasos”.
Con los años no disminuye sino aumenta nuestra admiración, respeto y apoyo a la revolución cubana cuya figura principal, con toda razón, es Fidel Castro Ruz.
Cuando hablo de revolución no me refiero sólo al triunfo admirable del levantamiento armado. Ese no fue más que el comienzo, lo más difícil vino después y todavía continúa:
Es largo hablar de su resistencia. En pocas palabras: Durante cerca de medio siglo, resistiendo el acoso permanente del mayor imperio del mundo que está a 90 millas, la pequeña isla desarrolla la única revolución que se ha mantenido sin deformarse.
Hemos visto la deformación burocrática de la Unión Soviética que le llevó al derrumbe, vemos cómo China impulsa el neoliberalismo, dan pena Corea y Vietnam. Frente a todo ello Cuba avanza mostrando al mundo y compartiendo con él sus grandes avances en salud y educación, en tecnología. El criminal bloqueo yanqui le perjudica mucho, pero no puede aplastarle. Estados Unidos no la ve como una amenaza económica, lo terrible de Cuba es el EJEMPLO, la prueba de que el socialismo es el sistema que lleva al desarrollo de los pueblos, que los convierte de hambrientos y analfabetos en una sociedad solidaria y de ascenso ininterrumpido.
Eso, como dice Fidel, no es obra de un hombre sino de todo un pueblo conciente.
Pero el símbolo sin paralelo de ese triunfo de la humanidad es Fidel Castro.
Él ha de morir, cuanto más tarde, mejor, pero gracias fundamentalmente a él, no morirá la Revolución Cubana, ni mucho menos la luz de su ejemplo que muestra a la humanidad brillantemente que OTRO MUNDO ES POSIBLE.
Por eso compartimos con pueblos de todo el mundo el sentido homenaje que merece el abanderado principal de ese mundo nuevo: Fidel Castro Ruz.