Uno de los principales reproches a hacerle al gobierno de Toledo es su marcado desinterés por los problemas del agro, algo realmente escandaloso. En cinco años no se ha dado una efectiva política de desarrollo del campo ni se ha emprendido ningún esfuerzo sustancial en apoyo a los productores rurales. Todo lo que el agro ha obtenido, como respuesta a sus reclamos y demandas, han sido algunas migajas y montones de promesas.
Este descuido gubernamental por el agro no es –lamentablemente- algo extraño o reciente. Durante décadas las estrategias y planes del poder político y económico han ido en contra de los intereses de las zonas rurales, las cuales no son prioritarias para el Estado. A la gran banca no le interesa financiar al campo. Los grupos industriales procesadores de alimentos prefieren importar antes que apoyar el desarrollo de los productores nacionales. La historia del agro ha sido siempre de postergación y maltrato.
¿Cómo se refleja esto? Por ejemplo, en el absurdo de que la asignación de recursos para el Ministerio de Agricultura, dentro del Presupuesto Público, no sólo no haya aumentado en los últimos años, sino que –increíblemente- haya sido recortada sustancialmente. Si en el 2003 se destinaban S/.760 millones, cifra ya irrisoria, para este 2006 apenas se presupuestaron S/. 571 millones. Es decir, se redujo 25% en los últimos tres años. ¿Puede construirse así un agro fuerte y moderno?.
La culminación de este manejo irresponsable del agro, ha sido la forma en que el Gobierno ha entregado los intereses del sector en la negociación del TLC, aceptando las arbitrariedades que Washington nos impuso al desmantelar nuestras salvaguardas agrícolas y abrir nuestros mercados sin defensas ante los generosos subsidios de los EE.UU. a su propio agro. En reciente audiencia del Comité de Finanzas del Senado Estadounidense, sobre el TLC, los legisladores norteamericanos se congratulaban por el éxito de sus negociadores en imponerle duras condiciones al Perú, permitiendo que sus productores agrícolas, generosamente subsidiados, puedan inundar a nuestro país con bienes artificialmente baratos, compitiendo deslealmente con nuestros productores.
La disparidad del TLC queda reflejada en cifras preocupantes: el gobierno estadounidense estima que con la firma del Tratado sus exportaciones al Perú crecerán en 25%, en tanto que nuestras exportaciones a EE.UU. apenas crecerán en 8%. Es decir, que el beneficio para los EE.UU. triplicará lo que el Perú obtendrá. Washington calcula que sus exportaciones de arroz al Perú se multiplicaran por quince y las de maíz por dos. ¿A eso puede llamársele un trato justo?. Por supuesto estas cifras no han sido divulgadas por el gobierno toledista, empeñado en vendernos la fantasía de su TLC “todo beneficio, cero perjuicios”.
Otra muestra de ese menosprecio por la agricultura nacional es el pomposamente llamado “paquete de compensación y promoción” del agro ante el TLC: un puñado de proyectos de Ley que el Gobierno ha remitido a la carrera al Congreso -tras cinco años de cruzarse de brazos- presentándoles como la receta que fortalecerá a los productores nacionales para competir eficazmente contra las importaciones norteamericanas. Durante los dos años que duró la negociación del TLC el Gobierno no puso un centavo adicional para el agro, no dio la mínima atención. Ahora, a menos de un mes de dejar el poder, ¿recién se pone las pilas? Más aún, el tan mentando “paquete de compensación” esta constituido mayormente por propuestas que son saludos a la bandera y/o están desfinanciadas. Por ejemplo, el propuesto “Fondo de Garantía para la Pequeña Agricultura” destinado a facilitar el acceso al crédito a los productores rurales, apenas tiene asignado US$ 5 millones de dólares, suma irrisoria –incluso el mismo Gobierno lo reconoce- que apenas alcanzará para atender al 2% de los más de 700 mil pequeños y micro productores.
La política agraria de Toledo puede resumirse como: “tarde, mal y nunca”. Estos 5 años han sido amargos para el agro, librado a su suerte por un Gobierno y una clase política que no le dan la debida importancia a este sector, económica y socialmente, estratégico. Alan García mucho ha prometido y anunciado respecto al agro, con su “sierra exportadora”, “selva sostenible” y tantas cosas más, pero a la hora de la verdad, le dio pase al TLC, sin chistar. ¿Más palabras vacías? El agro no puede seguir siendo la última rueda del coche.