Nos acostamos sin TLC y amanecimos de socios, bajo voto del Congreso, de la primera potencia mundial que por estos días está ocupada en ajustar hacia arriba sus tasas de interés, sin importarle el efecto recesivo mundial, y en reforzar su intervención en la zona petrolera del medio oriente.
El procedimiento de votar de madrugada, lo aprendieron de Fujimori y servía para cosas como la amnistía a los violadores de derechos humanos, las leyes de re-reelección y el guillotinamiento del Tribunal Constitucional.
Pero ahora lo han aplicado al TLC.
Habían anunciado el comienzo del debate para el día 28 de junio, pero era una mentira para poder meter el punto a la agenda el 27, y así evitarse una marcha a las puertas del Congreso y adelantarse al paro agrario programado para el 4 de julio. Ningún parlamentario, ni a favor ni en contra, podía haber leído las 3 mil páginas del mamotreto Vargo-De la Flor. Y el 75% de los presentes era absolutamente ajeno a los temas del comercio internacional.
Pero se usaron menos de cuatro horas, e intervenciones de dos minutos para despachar un compromiso del que dicen que depende el desarrollo del Perú de aquí en adelante, y que está acusado de amenazar el futuro de millones de campesinos y agricultores, y de una cantidad similar de pequeños y micro empresarios que no podrán resistir la nueva apertura económica, de impulsar el incremento de los precios de las medicinas y la privatización de los servicios públicos, entre ellos del agua, entre otras muchas bellezas. Un acuerdo que afecta directamente la Constitución y el sistema de leyes, que se asumen serán reformadas para adecuarse al pacto comercial.
A la luz de tanta alevosía resulta por cierto ridículo alharaquear por la irrupción de un puñado de parlamentarios electos que llegaron al hemiciclo para manifestar a viva voz que no en el Perú existe la unanimidad que dicen los medios y que se expresó en el voto de esta noche nefasta, y pretender a su vez que lo más normal es meter acuerdos de trascendencia nacional ignorando la opinión del país, de los directamente afectados, de los votantes del 9 de abril y el 4 de junio, y el punto de vista de los agricultores y las provincias.
De este tipo de normalidad estuvo hecho el camino que llevó a la revuelta de Arequipa del año 2002, cuando el gobierno de Toledo creyó que la mejor táctica era ignorar la protesta, denunciar complots y aprovechar la primera distracción para imponer el hecho consumado. No olvidar que aquella vez el gobierno tuvo que retroceder de una privatización ya ejecutada. Por lo que no habría que cantar victoria porque 79 otorongos de todos los partidos hayan votado bajo la consigna de vivan las cadenas, en contra varios millones de peruanos que ya entendieron de que se trata lo del TLC y otros tantos que lo harán de aquí en adelante.
El Estado peruano ha tomado posición explícitamente a favor del grupo exportador del capital, incluidos por supuesto los grandes inversores trasnacionales que son los que logran blindar sus contratos con el TLC, y nos ha colocado al resto en condición de disminuidos, incluidos la ancha franja de los perdedores.
Pero lo principal del 27 de junio es que Toledo llevó a García a rendirse ante el modelo que instauró Fujimori, continuó bajo Paniagua-Toledo, y representó Lourdes Flores en las elecciones. Ahora este es, con todo derecho, el TLC del APRA. La conciencia de lo que esto significa se leía en el rostro de los congresistas de la estrella que eran felicitados uno por uno por Alfredo Ferrero, y que trataban de mirar a otra parte.
Esta es una traición anticipada a la juramentación del 28 de julio, como puede ser también que se adelante la sanción y el intento de expulsión de los congresistas humalistas después de los incidentes del día de ayer. Si todo eso ocurre estaremos ante una crisis política inesperada. Una en la que el sentido del voto queda absolutamente tergiversado, con las consecuencias de ilegitimidad que pueden suponerse. Y donde todos estarán diciendo que fue porque los de Humala no se someten que pasan estas cosas.
¿Pero el pueblo peruano querrá someterse? Depende de esta pregunta el saber si la gente, no la clase media limeña, ni los consumidores de programas de televisión de las 11 p.m., sino la mayoría del país que vive fuera del microclima limeño, verá un liderazgo en esa APRA arrastrada sin convicción a votar al lado de Toledo, o lo apreciará en la rebeldía de Elsa Malpartida y Nancy Obregón.