En el país altiplánico se ha iniciado ya la carrera electoral, surgida luego de las intensas movilizaciones populares en defensa del gas y que pusieron fin a los gobiernos de Sánchez de Lozada y luego al del presidente Carlos Mesa. Las elecciones serán el 4 de diciembre, y allí los bolivianos elegirán a su nuevo presidente, un vicepresidente, 27 senadores, 130 diputados y 9 prefectos. Y a estas alturas el panorama electoral se torna difícil e impredecible.
Uno de los principales candidatos será de todas maneras el diputado Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS), por el lado de los sectores populares y de izquierda. En el otro extremo, representando a los sectores conservadores de derecha, está el ex presidente Jorge Quiroga, con lo que queda del partido ADN (Acción Democrática Nacionalista) y que cuenta con el apoyo de los grupos empresariales beneficiarios del modelo neoliberal.
Otro candidato que ha surgido es el empresario Samuel Doria Medina, quien pretende remozar la cara al modelo neoliberal dándole una cara humanitaria. Y un cuarto aspirante, con posibilidades, es el actual alcalde de Potosí, René Joaquino, quien amenaza con ser un serio competidor de los votos de Evo Morales.
Sin embargo, habría un quinto candidato que pretendería meterse por los palos, y no es otro que el presidente del Senado y frustrado aspirante a suceder a Carlos Mesa. Se trata de Hernando Vaca Diez, a quien el repudio popular impidió que accediera a la presidencia y diera paso al actual mandatario Eduardo Rodríguez, hasta entonces presidente del poder judicial.
Hay que mencionar que en medio de todo este complejo panorama que vive Bolivia, han quedado pendientes dos asuntos centrales que motivaron las movilizaciones y las protestas de la población: la convocatoria a la Asamblea Constituyente y el reajuste de la Ley de Hidrocarburos, aspectos que sin duda cruzarán la campaña electoral.
Uno de los aspectos que deben decidirse en los próximos meses es la política de alianzas, situación que se torna imprevisible. En el caso del MAS, un sector mayoritario del partido, plantean llegar a acuerdos con los movimientos sindicales y sociales que estén dispuestos a competir bajo las siglas del MAS. Y por lo tanto se resisten a una alianza con el sector de Joaquino, quien ya ha planteado conversar con Evo Morales.
El líder del MAS participará a fines de agosto en un Ampliado Nacional de su partido donde deberá ser proclamado candidato presidencial y además, definir su política de alianzas. De lo que se allí se decida, pueda estarse jugando la posibilidad de que el principal opositor al modelo neoliberal pueda llegar al gobierno, sin tener que pasar por el filtro de las alianzas obligatorias con las fuerzas que tengan presencia en el Congreso. No hay que olvidar que en Bolivia no hay segunda vuelta.
Como lo señalan muchos analistas políticos del vecino país, la confrontación electoral será muy dura, entre un modelo fracasado que busca desesperadamente mantener sus estructuras y las fuerzas mayoritarias que quieren construir un nuevo país, con mayor equidad y justicia social, y superar la exclusión histórica de que han sido víctimas la mayoritaria población campesina e indígena de Bolivia.