La grave crisis política que atraviesa el gobierno y que alcanza ribetes de escándalo pocas veces visto, no hace sino mostrar la precariedad del régimen y la incapacidad de resolver los grandes problemas de fondo del país. Dicho de otra manera, la gobernabilidad neoliberal en curso afronta graves dificultades y su desenlace es imprevisible y complejo; porque se desarrolla en medio de un escenario en el cual no existe un recambio alternativo desde los espacios de la oposición. En todo caso, este desenlace tiene como escenario central el Ejecutivo y alrededor del cual se desarrollan las negociaciones y presiones.
Luego del fracaso del Estado de Emergencia y la caída del gabinete Solari, Beatriz Merino surgió como la posibilidad de recomponer la imagen del gobierno y por lo menos así lo reflejaban las cifras de apoyo a su gestión en las encuestas. Sin embargo, mucho de esta imagen de eficiencia más ha sido fruto de una campaña mediática, pues es muy poco lo que puede exhibir como logros concretos.
En este contexto, entonces hay que evaluar la actual crisis del gabinete Merino. Una de las causas es el fracaso de la tan mentada reforma tributaria, la misma que se ha visto reducida a un “parche tributario” –como la ha calificado el congresista Javier Diez Canseco- con medidas tributarias orientadas a hacer caja chica a través del incremento del IGV y del Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF).
No van a pagar más los que más ganan y siguen intocados los privilegios de las empresas eléctricas y mineras que no pagan los impuestos acotados por la SUNAT, no se impone el canon a la producción ni las mineras quieren pagar regalías; y no se eliminan, las exoneraciones al impuesto a la renta; y se mantienen las exoneraciones del pago de impuestos a quienes hacen negocios en la bolsa de valores y ganan grandes intereses, por sus depósitos en los bancos.
Otra causa que explica la crisis del gabinete Merino es la aprobación de un Presupuesto para el 2004, que solucionará las demandas del movimiento social, y mucho menos destina recursos para el desarrollo regional y para la inversión pública sobre todo en el sector agrario. No hay que olvidar que cuando la Premier Merino solicitó facultades legislativas en temas tributarios, se comprometió a destinar la mayor recaudación fiscal en salud, educación, seguridad ciudadana e infraestructura regional.
El presupuesto aprobado, sin embargo, no refleja las promesas de la Premier y peor aún, ni siquiera incorpora los ingresos tributarios adicionales, que según el propio ministro de Economía, serían unos mil 500 millones de soles, que no se sabe en qué serán invertidos. De manera, que el Presupuesto del año entrante, será más de lo mismo que en el 2003: centralista, derrochador, con manejo poco transparente, insensible a las demandas sociales, y sin una visión de desarrollo nacional.
Hay una tercera causa de la crisis del gabinete Merino y que es la que mejor la explica en la actual coyuntura: la lucha por cuotas de poder al interior del gobierno, cuyos principales actores no vacilan en utilizar métodos ramplones y dignos de pleito de callejón. Tras estas pugnas se ubican los sectores que buscan consolidar un mando ejecutivo fuerte y autoritario, capaz de continuar aplicando el modelo económico neoliberal; y los grupos de Perú Posible que buscan tener mayor presencia en el gabinete, no porque tengan un proyecto diferente sino para seguir convirtiéndolo en su agencia de empleo y conservar sus espacios de poder.
Es importante anotar que la poca probable permanencia de Merino significa que Toledo y Perú Posible (PP) habrían perdido parte de su alicaído poder. En caso contrario, un nuevo Premier en manos de un hombre de PP, será una salida precaria, aunque también una derrota transitoria de quienes buscan dar un golpe blanco al interior del gobierno para consolidar aún más los intereses de los poderes fácticos. Sin embargo, ambas variables, no modifican el rumbo de derechización neoliberal del gobierno; es sólo una pugna por quien dirige este proceso.
Esta lectura de la actual crisis ministerial nos indica que estamos encaminándonos en el 2004, a un nuevo escenario de confrontación social y política, en diversos frentes: entre el centralismo del gobierno y movimientos regionales; y movilización de los sectores sociales que exigen solución sus justas demandas, y dentro de ello, la exigencia del movimiento agrario y campesino para que se atienda este siempre postergado sector.
¿Qué hacer desde la CCP en este complejo escenario que se viene?. La táctica del movimiento campesino organizado en nuestra central es la que nos ha marcado el reciente IV Consejo Nacional: seguir fortaleciendo nuestro gremio y avanzar al fortalecimiento del CUNGA, desde las bases, única manera de garantizar un paro agrario nacional indefinido. Y en el plano político, contribuir a la construcción de la nueva organización, que constituya la representación política popular y campesina y sea las nuevas fuerzas que sustento a una nueva gobernabilidad en el 2006..
Sólo así afrontaremos esta crisis de la gobernabilidad neoliberal; crisis que nosotros la concebimos en la concepción que planteaba nuestro recordado Alberto Flores Galindo: como un momento en que algo viejo se resiste a morir y algo nuevo no puede nacer. Nuestro rol por tanto, debe ser contribuir a desentrampar la actual transición democrática, abriendo la transición económica. Es decir, recuperar el mandato, el espíritu y la voluntad de cambio que expresó la Marcha de los Cuatro Suyos y todos aquellos movimientos que se han manifestado en los últimos dos años.