Si algo se le tiene que reconocer a Juan José Salazar, al renunciante ministro de Agricultura, es que intentó tocar fibras sensibles de los temas de fondo que afectan la realidad agraria del país; y aunque la pequeña agricultura sobre todo de la sierra y las comunidades campesinas no estuvieron entre sus prioridades, mostró una cierta voluntad de diálogo que no sintonizaba con los humores del gobierno.
Pero el popular “Chiquitín”, como se le conoce al dos veces alcalde de Ferreñafe –su tierra natal- y ex presidente del no menos popular equipo de fútbol “Juan Aurich” de Chiclayo, no calculó que en ese afán de querer atender algunas de las demandas que afectaban a su sector, se encontraría no solo con la tradicional insensibilidad burocrática del ministerio de Economía y Finanzas, MEF, sino con otros grandes intereses que se mueven detrás del poder.
Si bien Juan José Salazar no fue santo de la devoción de la CCP, ello no impide reconocer sus gestos políticos como el que expresó el pasado 25 de setiembre del año pasado, cuando se enfrentó al titular del MEF, Luis Carranza por su negativa a dar los recursos que requería su sector. \"En el ministerio de Economía todavía hay muchos funcionarios y técnicos que siguen pensando con una mentalidad de extrema derecha, y ahora deben darse cuenta de que tienen que cambiar\", afirmó el entonces ministro de Agricultura. Y por supuesto, que allí empezaba su agonía política.
Pero “Chiquitín” siguió disparando. El 22 de marzo del este año, en una presentación en el Congreso, no tuvo reparos para afirmar que la política antidrogas del gobierno fracasó y que una nueva política debe hacerse con los campesinos cocaleros. Una verdad que muy pocos se atreven a reconocer en el gobierno. Esto produjo un sabor a chicharrón de cebo en el Ejecutivo, que ya lo sentía como una piedra en el zapato.
Por ello, las fuerzas más derechistas que rodean a García lo colocaron en su mira, y aprovecharon las actas que firmó en Tocache para suspender temporalmente la erradicación forzosa de los cultivos de hoja de coca, para empezar a minar su presencia en el gabinete. El pretexto perfecto lo encontraron cuando Salazar firmó el Acta de Quillabamba, en la que se planteó que se retire a la hoja de coca de la lista de estupefacientes de la Convención de Viena.
La artillería de la prensa y la televisión derechista, entonces fue implacable con el ministro, al que un poco más y lo acusan de pro cocalero. A Juan José Salazar, no le quedó otra cosa que la renuncia. “Siempre he dicho cosas que nadie se ha atrevido a decirlas”, aseguró “Chiquitín”, la tarde del domingo 20 de mayo, luego de presentar su renuncia y abandonar Palacio de Gobierno.
Quizás la figura del ex ministro, atravesando el ancho patio del Palacio de Gobierno en la más absoluta soledad, la tarde del domingo 20 de mayo, era también la nítida imagen de la orfandad que sufre por décadas el agro peruano, sobre la pequeña agricultura. Y mientras rechazaba el vehículo oficial que le ofrecieron y tomaba, raudo, un taxi informal, en los oídos de Juan José Salazar, parecía seguro resonar los acordes del Réquiem que le tocaban desde Palacio de Gobierno.
(El Réquiem es una misa de difuntos. Obra musical de carácter religioso dedicada a los muertos y a su recuerdo, usualmente de género vocal o mixto).