2007-05-14 00:00:00

En campaña, García sostuvo que el TLC con los EE.UU. había sido pésimamente negociado. Recogió –entre otras- las críticas de los principales gremios agrarios de CONVEAGRO, preocupados por la amenaza de exportadores norteamericanos que cuentan con subsidios directos de cerca de US $39,000 millones anuales, y hasta llevó como candidato al Congreso a su Presidente. Grandilocuente, Alan dijo que retiraría la firma si Toledo lo firmaba, que lo revisaría línea por línea…

Ya en el gobierno -en alianza con el fujimorismo, Unidad Nacional y la derecha empresarial más poderosa- se convirtió en un Toledo II, un ayayero del TLC Si o Si. Ante el planteo de los Demócratas, mayoría en el Congreso de EE.UU., para renegociarlo, extendiendo la vigencia del ATPDEA por unos 2 años, para que nuestros productos sigan ingresando al mercado norteamericano libres del pago de aranceles, se quedó mudo.

García sabe que este TLC afecta severamente a la mayoría de productores agropecuarios que serán sometidos a una competencia desleal e insostenible con los subsidios norteamericanos. Está muy claro en que no puede compensar esos subsidios y perjuicios porque no tiene la plata ni la voluntad política. ¿Acaso no vemos las continuas huelgas de los algodoneros para que el gobierno cumpla con devolverles una parte del IGV generado por la venta y que el gobierno no cumple? ¿Cómo compensaría al resto? García sabe que el TLC fija una política sobre patentes que encarecen nuevos medicamentos y agroquímicos para los peruanos al alargar plazos para la comercialización de genéricos más baratos. No hizo nada y fueron los Demócratas allá los que pugnaron por flexibilizar en algo las leoninas condiciones establecidas. ¿Alguien cree que compensará las alzas con subsidios si no puede ni resolver las demandas de las enfermeras?

Él sabe que el TLC cercena el derecho y la soberanía del Estado para establecer una reforma tributaria que haga que pague quien gana más y recupere recursos para dedicarlos a salud, educación o agricultura, en lugar de que se vayan al extranjero. Sabe que el TLC nos prohíbe siquiera establecer condiciones al inversionista extranjero que venga al país para obligarlo a usar mano de obra y materias primas nacionales, a transformar progresivamente los recursos naturales que extrae, a transferir tecnología, etc. Nos impide prohibir determinadas inversiones extranjeras en sectores estratégicos, como ahora lo exigen los Demócratas, pero solo para los EE.UU. y sus puertos, lo que él aceptaría, en desiguales condiciones para el Perú.

Los voceros parlamentarios de los Demócratas y los Republicanos en los EE.UU. han llegado a un acuerdo para introducir cambios en el TLC con Perú. Lo han anunciado con la limitante de no haber consultado con sus propias bancadas, ni con las centrales sindicales. No conocemos el texto, porque lo que hay es un acuerdo conceptual sujeto a redacción, pero sabemos que no tratan el tema agrario. Tocan temas laborales, medioambientales, de acceso a medicamentos, protección a inversiones norteamericanas y derechos soberanos norteamericanos respecto a sus puertos.

Algunas cosas pueden ser positivas como la obligación a garantizar libre sindicalización y efectiva negociación colectiva (cuando en el Perú más del 80% están fuera de esos derechos y tienen jornadas laborales y salarios miserables), la obligación a no reducir los estándares laborales (mientras aquí se traba la Ley General del Trabajo para no establecer estándares razonables y más justos) o la abolición del trabajo infantil (cuando tenemos miles de niños trabajando inhumanamente en minas de oro y condiciones inaceptables). Y que habría algunos pequeños cambios en el tema de medicamentos. Pero también se dice que hasta se pretendería que los norteamericanos inspeccionen y den visto bueno sobre nuestra política de protección a los bosques y prohibición de la tala ilegal de ciertas maderas, renunciando a elemental soberanía, sin contrapartida gringa.

García casi ha decretado fiesta nacional por los acuerdos entre los partidos norteamericanos y anunciado que aceptaremos lo que nos pongan por delante a firmar –de ser posible eludiendo hasta el debate en el Congreso Nacional- en lugar de intervenir en buscar cambios sobre los temas sustantivos que nos afectan: el agrario y los multimillonarios subsidios norteamericanos; la inaceptable protección a inversiones extranjeras recortando la soberanía, la función tributaria y la capacidad de planeamiento del Estado peruano: el manejo de patentes para medicamentos y agroquímicos que los encarecen a los peruanos; la protección a nuestra biodiversidad, ante el compromiso de que el Perú tome medidas para pretender patentar nuestras plantas; etc.

La oportunidad se renegociar se ha abierto. Un debate nacional sobre el tema, y un debate congresal –legalmente imprescindible ante el cambio de un tratado- abren una extraordinaria oportunidad para buscar un manejo de relaciones comerciales equitativas y que incluyan compensaciones ante las enormes diferencias entre nuestros países. Un acuerdo que no nos someta, ni abdique de nuestra soberanía, a contrapelo del grueso de países de América Latina que batallan por un comercio justo y países soberanos en la promoción de su progreso y desarrollo. Esta versión alanista de Toledo II desperdicia una oportunidad importante y puede generar un severo daño al país.