En las últimas semanas, cual \"Niño Goyito\", Alan García ha preparado meticulosamente el viaje emprendido a los Estados Unidos. Numerosos gestos son mensajes que sólo se entienden a la luz de este viaje. ¿Por qué García no fue a la cumbre energética gubernamental realizada en Venezuela, días atrás, para coordinar una política latinoamericana de energía en función de nuestros intereses regionales, y no de los norteamericanos? Parece un gesto de distancia de Chávez y expresión de \"lealtad\" a los EEUU.
¿Por qué insiste en la fracasada política impuesta por los norteamericanos sobre la coca, rechaza todo diálogo con los cocaleros y ha ido desde la demagógica e inviable orden al Ministro del Interior de que \"bombardee las pistas y pozas de maceración\" hasta el incumplimiento de los acuerdos firmados por su gobierno? Pues, porque estaba con un pie en el avión al norte. ¿Por qué desautoriza a sus ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa al decir que no le preocupan las continuas adquisiciones de armas de Chile, mientras éstos han manifestado, con razón, su malestar ante la ruptura del equilibrio militar por el accionar chileno? Porque Chile es, junto a Colombia, el principal aliado de EEUU en la subregión.
García ha sido pródigo en muestras de afecto y sumisión casi incondicional. Como cuando fue a Washington la vez anterior y acusó a Evo Morales de fundamentalista andino, casi un Bin Laden serrano, y calló sobre todos los problemas que nos genera el TLC con EEUU, comprándose la historia de que todo será felicidad, para agradar a Bush. Calló sobre la competencia desleal –y el incremento de la pobreza– que enfrentarán la mayor parte de nuestros agricultores frente a los enormes subsidios norteamericanos a sus productores de arroz, trigo, algodón, azúcar, carnes y lácteos, etc.
Calló sobre el encarecimiento de los medicamentos que generará la política de patentes que pretende imponernos la compra de medicamentos de marca y no genéricos por un largo período, cosa que un grupo de parlamentarios norteamericanos sí ha puesto sobre el tapete y en discusión. Calló sobre cómo el TLC nos impide establecer requisitos a los inversionistas extranjeros para que su inversión vaya acompañada de obligaciones de tomar mano de obra nacional (en todos los niveles), de transferir tecnología, de transformar las materias primas que extraen y generar industria, de usar insumos o tecnología nacional en forma creciente, etc.
Y han sido los demócratas en EEUU quienes se han planteado los efectos de este recorte a la soberanía del Estado –al negarle su atribución de fijar condiciones a la presencia del capital extranjero– al reflexionar sobre la posibilidad de que una empresa portuaria árabe (afincada en el puerto del Callao) pueda ingresar a invertir –bajo membrete peruano y sin condiciones– a puertos norteamericanos, lo que consideran puede afectar su seguridad (¿Recuerdan el debate sobre la presencia de inversiones chilenas en áreas estratégicas peruanas que algunos decían era obsoleto y medieval? Pues para los gringos no parece serlo).
García fue incapaz de replantear los problemas que nos genera el TLC y plantear una renegociación entonces. Ahora, cuando los demócratas controlan el Congreso y objetan diversos aspectos del TLC para renegociarlos, mientras proponen extender las preferencias arancelarias, sin contraparte, del ATPDEA para el Perú, por no menos de dos años, García sigue repitiendo el mismo rollo para Bush. Pero éste está de capa caída y debe tratar con los demócratas.
Ni siquiera ha sido capaz de responder a las demandas de los demócratas sobre los derechos laborales, de ampliación de la organización sindical, y políticas medioambientales en el TLC, empujando la aprobación de la Ley General del Trabajo en el Perú –que sigue parada– favoreciendo la organización sindical o estableciendo estándares adecuados frente a la contaminación minera y los derechos de las comunidades y pueblos originarios, pues está sometido a la presión de los mineros y la CONFIEP. Tampoco ha hecho nada frente al tema de acceso de la población a medicamentos por la política de patentes que los demócratas objetan.
Vienen, relativamente pronto, las elecciones presidenciales en los EEUU, en las que los republicanos las verán mal por el fracaso en Irak y los problemas económicos y sociales que su política ha generado en su propio país. Muy difícilmente se aprobará este TLC con el Perú antes del receso parlamentario en que terminan los plazos para el \"fast track\" o aprobación acelerada.
Adicionalmente, es interés del Perú tomar el camino de la renegociación del TLC y de la extensión del ATPDEA, en nuevas condiciones que el Presidente debería plantear para facilitar nuestro desarrollo y crecimiento, y para promover el progreso en las zonas cocaleras.
Los voceros demócratas de las comisiones congresales que evalúan el TLC, como Rangel y Levin, y la misma vocera central –Nancy Pelosi– lo han dejado claro: este TLC está en la congeladora y sacarlo tendría para ellos un alto costo político. El olfato político de García parece dañado por alguna extraña sustancia que afecta su sensibilidad y una oportunidad histórica de renegociar un TLC pésimamente planteado se le va entre las manos. Goyito, despierta