El caso \"Pandolfi\", destapado a las puertas de 15 aniversario del golpe de de Alberto Fujimori, debería contribuir a zanjar un soso -y a veces absurdo- debate respecto a la relación -\"coincidencias\" o alianza- entre el alanismo aprista y el fujimorismo.
Resulta difícil negar que lo ocurrido ratifica la firmeza y el nivel de la relación entre el alanismo y el fujimorismo. Decimos ratifica, porque vuelve a evidenciar lo obvio desde Julio del 2006: tanto los puestos de gobierno que comparten bajo la batuta de García, como la paulatina recuperación de presencia pública de quienes, como. Mantilla, jugaron de bisagra con el fujimontecinismo y ahora reclaman su espacio. Están Giampietri y Rey, ubicados en puestos claves, así como el ex abogado de Alberto Fujimori en la presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, la hija del prófugo en la presidencia de la Liga Parlamentaria de amistad Peruano-Chilena, y el hermanísimo del extraditable en la importante comisión parlamentaria de Minería. Ahora, el caso \"Pandolfi\", parece anunciar -por boca de Mercedes Cabanillas y Mauricio Mulder- que se trata tan sólo de la punta de un iceberg: hay muchísimos más.
Pero así como algunos ponen el parche y hablan de un \"grave error político\" imputándoselo al buen Jorge del Castillo, otros están interesados en hacer evidente que hay una alianza, sin temor en hacerla explícita. Los encargados de poner las cosas en su lugar han sido algunos de los principales aliados: Rafael Rey, vocero del Opus Dei y Ministro de la Producción, y Luís Giampietri, Vicepresidente de la República procedente de el movimiento político fujimorista de Alex Kouri e involucrado -juntó a Alan García y Agustín Mantilla- en el caso de El Frontón (amén de sus antiguas relaciones con los trabajos y aparatos de inteligencia).
Rey ha sido claro al responder como se decidió la participación de Pandolfi: \"En su momento, el Presidente de la República preguntó: \"?Quién estuvo a cargo de las previsiones en los años 1997 y 1998 para el fenómeno El Niño? Algunos dijeron que era el señor Pandolfi. Bueno, entonces, consultemos con el señor Pandolfi.\" Dejó fuera de duda que el protagonista principal fue el propio Alan García, y que era de conocimiento del gabinete, como lo hacen evidente los informes de Pandolfi a ese organismo y las fotografías publicadas en las que, Pandolfi está en Consejo de Ministros y -en octubre pasado - con ministros, congresistas, y funcionarios de alto nivel, en Piura y en Lambayeque. Dejó claro -leal a su amigo Jorge del Castillo- que la decisión no provenía del Presidente del Consejo de Ministros, sino del Presidente de la República mismo.
Transparentó su lógica ética y política: \"Si se trata de consultarle a alguien que tiene experiencia, yo le consultó a cualquiera\". Ni a Rey ni a García les interesa la inhabilitación a Pandolfi por el Congreso, ni que fuera acusado por asociación ilícita para delinquir, peculado, apropiación ilícita; tenga diversos juicios en curso; o que se le hubiera imputado -por la Comisión investigadora pluripartidaria del Congreso- el gravísimo cargo de traición a la patria, por la adquisición de armamento inefectivo, en pleno conflicto fronterizo, valiéndose de Decretos de Urgencia secretos, con grandes coimisiones a varios jefes militares y funcionarios del Estado. Tampoco les interesa el fracaso y la corruptela de Pandolfi en la operación El Niño, que provocó paros en Piura, ni sus vínculos con Montesinos. Sin desparpajo, reafirma su concepción política de que todo vale y sostiene: \"si yo tuviera una amenaza terrorista muy grave y estuviera en la necesidad de combatirlo de inmediato, y encuentro que otros no tienen experiencia…, yo no tendría ningún inconveniente en consultarle incluso a un señor Montesinos preso.... El consejo hasta de un conejo.\" No podíamos esperar menos de un aplicado alumno de Alberto Fujimori.
Este, consultado como ponía a Vladimiro Montesinos a cargo de la lucha antidrogas habiendo sido abogado de narcotraficantes, señaló que precisamente el haber sido defensor de éstos, le daba el conocimiento y la calificación para encarar el tema. Quizás, hemos perdido la oportunidad de consultarle al jefe de Los Injertos sobre una adecuada política antisecuestros. De taquito, nos quedó claro a todos que es un hombre leal a sus amigos y que volvería votar, como lo hizo en el llamado Congreso Constituyente Democrático, por la amnistía a los miembros del grupo Colina.
Giampietri no sólo asumió que Pandolfi había sido su representante y lo había acompañado en negociaciones con organismos multilaterales para gestionar fondos, aprovechó la oportunidad para defender a los \"injustamente perseguidos\" -como nuestro connotado Purpurado Cipriani- y para demandar se levante la inhabilitación a Pandolfi. Queda claro a dónde apuntan.
Algunos se preguntan porqué Alan García compromete a su Presidente del Consejo de Ministros, en el nombramiento de un importante operador político fujimontecinista inhabilitado, haciéndolo pasible de una acusación constitucional e inhabilitación. ¿Soberbia de poder? También podría pensarse que es parte del juego del poder en el seno del APRA: ponerle una cáscara de plátano a del Castillo en la pugna partidaria con Luís Alva, Mercedes Cabanillas y Mauricio Mulder.
O quizás, una combinación de ambas: soberbia y maquiavelismo. Pero, a la vez, va abriendo cancha -en el sentido común de un sector de la gente- sobre la legitimidad de incorporar, abiertamente, a los operadores del fujimontecinismo, a la maquinaria del poder: como quien se prepara ante la eventualidad de una nueva ubicación y circunstancia de Alberto Fujimori en la escena política nacional, como resultado del proceso de extradición pendiente en Chile. Lo cierto es que el \"caso Pandolfi\" parece ser parte de un juego de ajedrez político más complicado.