Cuando el gobierno aprista cumplió sus primeros cien días de gobierno y se hicieron sentir las primeras críticas a su gestión, sus principales voceros salieron a decir que era muy poco tiempo para exigirles resultados. El propio García pidió 180 días, es decir, seis meses, para poder mostrar que los logros de su nueva gestión, nos harían olvidar el desastre de su primer gobierno.
Cuando ese plazo se cumplió, no tuvo mejor idea que presentarse en la televisión para dar, según él, un informe al país de sus logros más importantes y hacer una serie de promesas, como si aún estuviera en campaña, como algunos analistas políticos se encargaron de remarcarlo.
En realidad era poco lo que se podía esperar de un gobierno que traicionó sus principales propuestas –las cuestiones de fondo- y que terminó haciendo uno que otro cambio superficial para que todo siga igual. Por su puesto que para ello, García ha tenido que contar con el apoyo, por un lado, y con el silencio cómplice, por otro de los principales medios de comunicación que se han empeñado en borrar de la memoria colectiva de la gente lo que pasó en el primer gobierno aprista.
Los globos de ensayo, las cortinas de humo, los psicosociales, han estado a la orden del día en todo este tiempo. La rebaja de los sueldos de congresistas, ministros y otros funcionarios; el debate sobre una inviable aplicación de la pena de muerte para violadores de menores y terroristas, anuncios de supuestos planes subversivos, detención de campesinos inocentes como los de Chacas en Ayacucho, el supuesto “shock de inversiones”, el supuesto óbolo voluntario de las mineras que sigue sin concretarse, las campañas contra las ONGs y contra los gremios como el SUTEP, así como las promesas incumplidas de poner agua a los pobres en los primeros seis meses de gestión, han sido parte sustancial del menú político del gobierno.
Se pensaba que todo ello era para seguir ocultando las cuestiones de fondo como la firma del TLC, el cambio de la política económica neoliberal y el tema de la convocatoria a la Asamblea Constituyente que demandan importantes sectores sociales, entre ellos la Confederación Campesina del Perú, CCP. Pero habían cosas peores que ocurrían mientras el país se entretenía en los psicosociales del Apra.
En efecto, los últimos acontecimientos nos han devuelto a los peores momentos de la corrupción del primer gobierno aprista. Primero, el famoso “shock de inversiones”, no ha funcionado y más bien estaría dando lugar a un verdadero “shock de corrupción”. De otro lado, han salido a la luz toda la corrupción en las licitaciones y compra del Estado: sobrevaloración en la compra de ambulancias, el escándalo de los más de 400 patrulleros sobrevaluados; la denuncia contra el ex candidato aprista a la Alcaldía de limeña, Benedicto Jiménez que lo obligó a renunciar al cargo de jefe del INPE por una oscura relación con un caso que implica lavado de dólares, son los temas que dominan al gobierno y al país.
Mientras tanto, el agro de la sierra y de las comunidades campesinas, atraviesa por una grave crisis ocasionada por los fenómenos naturales, que han destruido decenas de miles de cultivos y que por supuesto agravan la pobreza de esos productores. Y el gobierno apenas ha respondido declarando una formal emergencia agraria con escasos fondos que apenas servirá para paliar los daños pero no para recuperar la el capital invertido y capacidad productiva.
Los fenómenos naturales como sequías y granizadas por un lado, e inundaciones por otro, se han encargado también de demostrarle a García que su programa estrella de Sierra Exportadora es tan endeble como ilusorio. Será por ello, que durante todo este tiempo nadie en el gobierno ha vuelto a hablar del tema.
Lo cierto, es que el mientras la pequeña agricultura y la ganadería de importantes departamentos de la sierra del país ha sido destruida y el gobierno es incapaz de atender las demandas de los campesinos y productores, el país se sigue sumiendo en la corrupción, que empieza a hacernos recordar al Apra de los años 1985 a 1990. Nuevamente las proféticas palabras de Manuel Gonzales Prada cobran mayor vigencia: donde se pone el dedo, brota la pus.
Por ello, es necesario que las organizaciones sociales y en especial las campesinas, rearticulemos nuestras fuerzas, sigamos fortaleciendo nuestras organizaciones de base y reactivemos los espacios unitarios para recuperar nuestra presencia en el escenario político nacional y nuestra capacidad de movilización social.
Este régimen muestra cada vez más que está dispuesto a profundizar su alianza con la derecha política y económica nacional, así como con el poder de las transnacionales que saquean el país. De igual manera, seguirá en su lógica de golpear y desarticular el movimiento social, y buscará además, copar el Estado con sus militantes y desfasados cuadros políticos que ya fracasaron en su primer gobierno, todo ello, para encubrir y convivir con la corrupción. Todo este imperio de la corrupción y abandono del agro, solo los podemos frenar con una fuerte organización gremial, con claridad política en nuestras propuestas y con capacidad de movilización.