La energía, el agua y los recursos naturales son hoy, temas fundamentales para el imperio norteamericano y los países desarrollados del norte. Ello hace de la América Latina y el Caribe un área estratégica y de disputa entre quienes buscan su control, y quienes batallamos por nuestra soberanía y desarrollo. Hace poco, Víctor Hugo Jijón, del Movimiento Pachacutik del Ecuador, hizo una extraordinaria presentación de esta problemática, en la que apoyaré esta nota.
En materia energética, es clara la brecha existente entre las reservas petroleras de los EE.UU. y los países desarrollados del norte, y sus requerimientos y niveles de consumo.
Según British Petroleum, el 2001 las Reservas Probadas de crudos estaba claramente concentrada en el Medio Oriente, con 686,000 millones de barriles. Siguen, a distancia, Sur y Centroamérica con 96,000 millones de barriles, el África con 77,000 millones, la ex Unión Soviética con 65,000, los EE.UU. con 64,000, el Pacífico Asiático con 44,000, y, a la cola, Europa con 19,000. OPEP controla 78% de las reservas mundiales de petróleo, a 80 años. Arabia Saudita va primera con 262,000 millones de barriles; Irak, con 112,000 millones; los Emiratos Árabes y Kuwait con 98 y 96,000 millones respectivamente; y Venezuela con 78,000 millones. Contrastando ello con la demanda de los EE.UU. y otras potencias, y constatando la lucha por actuar soberanamente de varios gobiernos del \"tercer mundo\", encontraremos razones más que evidentes a la invasión norteamericana en Irak, y a las tensiones con Irán, Venezuela, Bolivia y en el Medio Oriente.
Y es que EE.UU. tiene apenas el 2% de las reservas petroleras del mundo y produce sólo el 9% del petróleo mundial. Pero consume el 26% del total que se produce en el planeta, a pesar de tener sólo el 4% de la población mundial. El imperio consume también el 45% de las gasolinas y el 26% del gas mundial. Europa, con 13% de la población del planeta, consume el 21% del petróleo, 25% las gasolinas y 20% de gas del mundo, siendo el continente con menor reservas probadas de crudos convencionales.
EE.UU. consume 21 millones de barriles de petróleo al día e importa más del 50%. Importa 35% de Arabia Saudita y Canadá, 33% de América Latina y 32% del resto de la OPEP y otros países. Pero tiene petróleo propio sólo para 11 años de producción, pero si tuviera que consumir lo que requiere sólo de sus propias reservas, éstas durarían sólo 4 años. Para, incluyendo su campaña pro etanol, para el 2020 deberá importar el 77% de lo que consume. Europa y Japón importarán el 100%. La importancia de controlar el acceso a las reservas petroleras y la significación geopolítica de los países productores, para los EE.UU. y las grandes potencias, está más clara que el agua, que también les urge, así como los minerales estratégicos.
Jijón nos recuerda que 40% de los ríos y lagos norteamericanos y 75% de sus acuíferos están contaminados, y el 30% de la tubería de agua de la superpotencia, está deteriorada. Encarar estos problemas exige una inversión de 840,000 millones de dólares. Cifra astronómica y situación que hace apetecible a América Latina por sus reservas de agua. Y es que América del Sur tiene cerca del 47% de los recursos hídricos mundiales y la Amazonia recicla de 6 a 7,000 millones de toneladas de agua dulce al año, aparte de su invalorable biodiversidad. Pero algo similar ocurre en lo que refiere a minerales estratégicos. Pues los EE.UU. importan entre el 100 y el 90% del manganeso, cromo y cobalto, 75% del estaño, y 61% del cobre, níquel y zinc que consumen, 35% de hierro y entre 16 y 12% de la bauxita y plomo que requieren. Europa depende en un 99 a 85% de la importación de estos minerales, con excepción del zinc, del que depende en un 74% de importaciones del extranjero.
América Latina y el Caribe provén 66% del aluminio, 40% del cobre y 50% del níquel que los EE.UU. consumen. Y, esta parte el continente posee el 11% las reservas mundiales de petróleo y produce el 15% del total mundial. Difícil, a la luz estas cifras, tener duda de que somos un territorio en disputa y que hay poderosos intereses contrarios a gobiernos que defiendan nuestra soberanía y nuestros intereses en el manejo nuestros recursos naturales, para propender a nuestro desarrollo y no estar sometidos al ritmo y los intereses de los EE.UU. y las grandes potencias en el norte. Por ello, los EE.UU. tienen 34 bases militares en Asia Central y 7 en América Latina, con un presupuesto militar federal de más de 500,000 millones de dólares anuales el 2006 y un arsenal militar de armas de precisión del 80%.
Entendamos pues porqué EE.UU. reacciona no solo frente al histórico proceso revolucionario cubano, sino frente a las posiciones transformadoras y nacionalistas de Venezuela, Bolivia y Ecuador, en su afán de recuperar control sobre sus recursos naturales Por qué ve con preocupación la ampliación del accionar soberano y de las políticas internacionales latinoamericanistas de países como Argentina, Brasil, Uruguay y Nicaragua, o el crecimiento de tendencias nacionalistas, progresistas y de izquierda en México (donde se impuso un escandaloso fraude), en Colombia y en el Perú, a pesar de las maniobras que impusieron un gobierno neoliberal y servil con Alan García a la cabeza.
Pero, su preocupación y sus afanes, difícilmente harán que la figura integradora y antiimperialista de Simón Bolívar deje de crecer en la América morena.