Primeros tres meses ratifican “superconvivencia”
El gobierno de Alan García y sus amigos de la derecha económica y el fujimorismo corrupto, cumplió sus primeros cien días de gobierno, y por su puesto, no pudo escapar a esta tradicional evaluación que siempre se hace a un gobierno que empieza. Pero, en medio de los susurros que le hace la derecha y la gran prensa, estas críticas ha desatadas las iras del inquilino de la Casa de Pizarro.
Encandilado por los fuegos artificiales que él mismo se ha encargado de lanzar en estos más de tres meses de gestión, García salió a responder groseramente a quienes lo criticaron, acusándolos de “derrotistas y fracasados”. Respuesta que evidencia su carencia para sostener sus propios artilugios políticos con los que ha pretendido ocultar los grandes temas que estuvieron en debate en las últimas elecciones generales.
En nuestra edición anterior (Ver Voz Campesina Nº 52), hicimos un inicial balance de los dos primeros meses del gobierno de García, en el que empezamos a desnudar la realidad de la nueva alianza o superconvivencia del Apra, la derecha y el fujimorismo corrupto. Allí incidimos sobre lo poco o nada que el gobierno ha hecho frente a temas cruciales como la firma del TLC con los Estados Unidos, su política sumisa frente a las grandes empresas transnacionales que se reduce a pedirles un óbolo voluntario en vez de aplicar la ley a las sobreganancias y las regalías o una auténtica reforma tributaria, y sobre el agro nacional que sigue tan abandonado como en los últimos quince años.
En esta edición continuamos desenmascarando la realidad de la alianza apro-derechista-fujimorista, y mostrando que este régimen acentúa su carácter neoliberal, su vocación servil ante el poder económico y político alineado bajo la óptica del imperialismo norteamericano, y ofreciéndose como peón a su servicio para enfrentar a las tendencias de cambio que se dan en el continente con la presencia de gobiernos como el de Evo Morales en Bolivia o de Chávez en Venezuela.
La realidad de estos cien primeros días de gobierno nos muestran claramente que el famoso cambio responsable que postuló García y su primer vicepresidente Giampietri –la dupla del Frontón, como algunos lo han señalado- se puede resumir en la famosa y conocida frase: que algo cambie para que todo siga igual. Sus juegos pirotécnicos acompañados por acordes fúnebres, han pretendido distraer a la opinión pública con supuestos “schocks” de inversiones, descentralistas; con propuestas para aplicar a la pena de muerte ya no solo a los violadores sino a los terroristas; con viajecitos al exterior en aviones comerciales; y con nuevas provocaciones a Hugo Chávez.
Pero al mismo tiempo, ha fortalecido sus lazos con el fujimorismo, al permitir que prospere en el legislativo una ley que pretende controlar la acción de la ONGs, sobre todo a las que trabajan los temas de derechos humanos y medioambientales. Aquí se conjugan los intereses del aprismo y el fujimorismo, pues al golpear a las instituciones defensoras de los derechos le hace un gran favor al prófugo ex dictador que se esconde en Chile; y por otro lado busca intimidar la acción de quienes vienen denunciando todos los abusos que cometen las grandes empresas transnacionales mineras que contaminan y destruyen el medio ambiente y nuestros recursos naturales. García no quiere que nadie moleste a sobre todo a las mineras que son un soporte central de su política neoliberal.
En síntesis, en estos primeros cien días de gobierno de la alianza apro-derechista-fujimorista, lo que se ha podido constatar es que García se ha dedicado a empezar a pagar con creces el alto precio que le fijó la derecha económica y política, cuando le endosó sus votos para impedir el triunfo de Ollanta Humala. Y García no solo cumple con pagar puntual sino que lo hace con el mayor de los gustos, y es más se ofrece como peón o tonto útil para prestar sus servicios frente al complejo panorama que se le presenta a míster Bush, más aún cuando acaba de recibir una soberana paliza electoral legislativa en Estados Unidos.
Pero si bien García va camino a convertirse en el hombre de Bush en esta parte del continente, en estos primeros cien días las perspectivas de una oposición política y social al gobierno también se ha ido desmembrando, lo que de alguna manera le facilita las cosas al hombre de la “patadita”. En el congreso la oposición nacionalista ha pasado desapercibida, han continuado las defecciones de la bancada con espectáculos lamentables como los protagonizados por los Gutiérrez o los Espinozas, que en realidad lindan con la traición. Y por el lado del movimiento social, los anuncio de algunos paros o movilizaciones del SUTEP o la CGTP, no han sido suficientes todavía para causar mayores sobresaltos al régimen.
Por ello, desde la CCP venimos planteando la necesidad de retomar las luchas sociales, junto con otras organizaciones agrarias y campesinas, frente al TLC, más aún cuando el panorama para el gobierno se le ha complicado con la victoria demócrata en Estados Unidos. Para ello es necesario insistir en rescatar la experiencia del CUNGA o de relanzar un espacio de unidad gremial que permita impulsar estas luchas; y al mismo tiempo, bregar para que la nueva dirección de Conveagro que surja de su próxima asamblea, mantenga una necesaria independencia política frente al gobierno y asuma con mayor decisión la lucha frente al TLC y la defensa del agro nacional, las comunidades campesinas y los pequeños productores de la sierra.