Ante la carencia de propuestas serias que permita enfrentar las seculares raíces de la pobreza y la exclusión que son víctimas millones de hombres y mujeres del campo –particularmente de la sierra altoandina- el gobierno aprista ha desatado toda una campaña mediática para presentar a la opinión pública nacional la supuesta salvación de este sector social y productivo: la Sierra Exportadora.
Lo que fue presentado como un programa de desarrollo durante la campaña electoral, pretende ahora ser convertido en un nuevo Organismo Pública Descentralizado, OPD, para ser manejado centralistamente desde Lima, por una burocracia que apenas conoce la problemática de las comunidades campesinas de la sierra, y sin la participación de los supuestos beneficiarios, que una vez más son ignorados. Casi como una nueva manera de crearles un empleo a los “compañeros”.
Un somero análisis o una mirada general de la famosa propuesta aprista que es presentada ahora como la panacea para desarrollar la sierra peruana, nos permite adelantar algunos cuestionamientos de forma y de fondo, respecto a Sierra Exportadora, que según ha trascendido, la bancada aprista con el apoyo de la derecha y del fujimorismo, pretenden aprobar al caballazo en el Congreso.
En primer lugar, el potencial productivo de nuestra sierra se ha orienta a abastecer el mercado nacional, es decir, a garantizar buena parte de la alimentación del pueblo peruano. Lo que se dedica a la exportación son pequeños nichos que aprovechan determinadas condiciones y que no pueden extenderse porque saturan el mercado o porque tampoco hay posibilidades reales de ampliar los terrenos. Eso viene sucediendo con la alcachofa o la famosa páprika andina.
En segundo lugar, no todo lo que produce la sierra es exportable, de manera que vender la idea de convertirla en el emporio exportador no pasa de ser una buena forma de vender cebo de culebra, una de las especialidades del actual inquilino de la Casa de Pizarro.
En tercer lugar, los recursos que se destinarán a Sierra Exportadora terminarán beneficiando a un pequeño grupo de empresas exportadoras privadas. Es decir, los recursos públicos serán puestos una vez más, no para servir a la mayoría de los millones de campesinos pobres, sino para beneficiar los agroexportadores, que son los que especularán con los precios de los pocos productos que se puedan exportar. Algunas versiones ya dan cuenta de que en los registros públicos de Huancayo han empezado a inscribirse varias empresas que se dedicarán a la agroexportación para aprovechar las ventajas tributarias como la exoneración del pago del 19 por ciento del IGV.
Hay un elemento que parecen no haberse dado cuenta los genios que vienen incubando Sierra Exportadora: es la ilusión de incorporar 150 mil hectáreas de cultivos de la sierra a la agroexportación. Definitivamente estos señores han olvidado que hasta la fecha, y en pleno boom agroexportador, y con todas las ventajas comparativas que tienen los productores de la costa, el número de hectáreas que se destina a la exportación es de aproximadamente 70 mil hectáreas. ¿Creen que en cinco años, la sierra va a poder duplicar el número de hectáreas destinadas a la agroexportación?. Y si a esto agregamos la extremada presión que vienen ejerciendo las empresas mineras para seguir arrebatando a las comunidades campesinas mayores extensiones de territorio y agua para su actividad, la meta que se ha propuesto los mentores de Sierra Exportadores, estará muy lejos de cumplirse.
Por ello, desde la CCP, nos reafirmamos en nuestra propuesta de que es responsabilidad del Estado hacer las inversiones necesarias para recuperar el potencial de la sierra, primero para seguir produciendo los alimentos que el pueblo peruano necesita –y no depender de los alimentos importados que llegarán subsidiados vía el TLC con los Estados Unidos- y recién en un segundo momento pensar en explotar los nichos productivos para la agroexportación.