Luego de promulgar la ley que aprueba el TLC, mostrarlo y regodearse ante la prensa como niño cuando le compran un juguete nuevo, el presidente Alejandro Toledo voló a Washington, para suplicar a los legisladores norteamericanos que ratifiquen en su congreso el tratado comercial, antes del 28 de julio, fecha en que dejará Palacio de Gobierno.
Toledo, que también pasará a la historia como uno de los presidentes más frívolos, dispendiadores y viajeros, no desperdició la oportunidad para volar una vez más a los Estados Unidos –por supuesto con la plata del Estado que es de todos los peruanos- dizque para convencer a los legisladores gringos para que firmen el TLC, pero antes del 28 de julio. Su obsesión no tiene límites, no quiere arriesgarse a quedar fuera de la foto oficial y que su lugar sea ocupado por Alan García, si es que este TLC se aprueba después de esa fecha.
Pero Toledo no viajó solo; premió a otros altos funcionarios con su último viaje, su último paseíto por la tierra del país del Tío Sam, después de todo, no es su dinero. Con el viajaron el ministro del TLC, Alfredo Ferrero; el de agricultura Manuel Manrique, David Lemor, ministro de la Producción, entre otros. Toledo buscará reunirse con George W. Bush, a quien le rendirá cuenta o quizás le tendrá que decir: “tarea cumplida, ahora por favor le ruego que lo haga aprobar antes del 28 de julio”. Pero hay algo más; según se pudo conocer, Toledo le dará a Bush la buena noticia de que ya se habrían resuelto todos los juicios o contenciosos que las empresas norteamericanas tenían con el Estado peruano y que EEUU exigía que se solucionen para firmar el TLC.
Al parecer, Toledo está aprovechando sus últimas horas como presidente para seguirse aprovechando de los dineros del Estado peruano para ver cómo se asegura algún trabajito o algún otro favorcito que le pueda asegurar George Bush, para cuando deje la presidencia. Pero para que eso suceda, después del 28 de julio, Toledo tendrá que responder por muchas cosas al poder judicial y al país.