Los mensajes de la primera vuelta electoral

2006-05-17 00:00:00

Ha culminado la primera batalla de una guerra que va mucho más del proceso electoral. Y los resultados de la primera vuelta electoral, no han hecho sino confirmar lo que la tradicional derecha política y económica peruana tanto temía: su candidata, no fue capaz, de pasar a una segunda y definitiva vuelta electoral, y quedó irremediablemente fuera de la carrera presidencial por segunda vez consecutiva. Fue derrotada por un militar retirado, novato en política y hasta carente de discurso, Ollanta Humala; y por quien es considerado como uno de los peores presidentes de los últimos años, Alan García.

Este primer desenlace, que confirmó las tendencias que se habían perfilado durante las dos últimas semanas antes del 9 de abril, sin embargo está muy lejos todavía de apuntar a resolver las cuestiones de fondo que se han manifestado en este proceso electoral, en un país cuya polarización y fragmentación se ha desnudado dramáticamente y se han puesto en evidencia una vez más.

Sin embargo, si algo ha sido reconocido por diversos analistas, es que en esta primera ronda electoral ha expresado el repudio mayoritario de la población a un modelo económico neoliberal que ha profundizado las diferencias e injusticias sociales, ha impedido la redistribución de la riqueza favoreciendo solo a un sector poderoso que controla la economía; así como el rechazo a un régimen político que se basa en una democracia representativa que solo favorece a pequeños grupos y que está cada vez más lejos de las reales necesidades de las grandes mayorías, de la gente de a pie.

POLARIZACION ENTRE CONTINUISMO NEOLIBERAL Y CAMBIO

La polarización social que se gestó en el último lustro (2000-2005), se trasladó rápidamente al escenario electoral; y se expresó entre el continuismo del modelo neoliberal representado por los partidos tradicionales, y las fuerzas políticas y sociales que buscamos el cambio de la actual situación que vive el país.

Una expresión de ello, es que el llamado movimiento antisistema como manifestación de las intensas luchas sociales desarrolladas en los últimos años, puso en la agenda electoral temas que la derecha siempre dejó de lado, como el cuestionamiento al modelo neoliberal, el tratamiento del capital transnacional, el rol del Estado en la economía, la soberanía económica y política del Estado Peruano, el rol de los recursos naturales y el rol del agro en el desarrollo nacional-regional y el TLC con el gobierno de Estados Unidos.

En el plano político, estuvo en debate el agotamiento del régimen político, sobre todo de los límites de la democracia representativa que no resuelve las demandas de amplios sectores de la población y como este sistema es incapaz de combatir la corrupción que corroe las altas esferas del Estado. En el marco de esa discusión también se planteó el tema de la Asamblea Constituyente.

No podemos dejar de señalar que esta primera vuelta ha estado salpicada de campañas sicosociales de guerra sucia, que incluso utilizó el sensible tema de los derechos humanos, desde sectores políticos y mediáticos de la derecha, que durante la guerra interna nunca les preocupó, focalizándose en uno de los candidatos presidenciales que fue actor en este conflicto.

EL MODELO NEOLIBERAL EN CUESTION Y EL ROL DEL APRA COMO SU FUERZA DE RECAMBIO

Los resultados electorales, nos indican que el sector cabeza del modelo neoliberal ha sido derrotado electoralmente, como es el caso de Unidad Nacional, que aún cuando ha recibido el apoyo de una parte importante de las fuerzas del fujimorismo no ha logrado pasar a la segunda vuelta electoral y ha sido rechazada por amplios sectores del pueblo peruano, en especial del interior del país, donde destaca la sociedad rural.

Se puede afirmar entonces que el modelo neoliberal ha perdido consenso en la sociedad peruana, es decir ha perdido la hegemonía social que mostró a inicios de la década del 90. Sin embargo, no hay que olvidar que la derecha sigue teniendo en sus manos el poder económico y una influencia decisiva en los altos mandos de las Fuerzas Armadas, a lo que se suma el resurgimiento del fujimontesinismo, que se ha convertido en la segunda fuerza electoral de Lima metropolitana.

En este contexto, la reserva más importante que el modelo perfila para la segunda vuelta es el APRA, que desarrollando su clásica política de escopeta de dos cañones pasará a ser el sostén del modelo neoliberal. Más aún, no sólo tiene en su plancha a un cuestionado actor de la violación de los derechos humanos en la matanza del Frontón, sino que es una fuerza, como lo ha mostrado en los últimos años, que siempre está dispuesta a pactar con el fujimontecinismo, como es el caso de su alianza con Alex Kouri, alcalde del Callao.

Aún cuando el APRA ha pasado a la segunda vuelta electoral, de una manera ajustada y en medio de haber perdido representación territorial (sólo ganó en 5 departamentos), su necesidad de ganar la segunda vuelta, lo conducirá a pactos y alianzas (debajo de la mesa) con las fuerzas políticas de la derecha y el poder económico y militar. Es decir, volverá a hacer lo que ha hecho en los últimos cinco años en el Parlamento para sostener el modelo neoliberal. Hay que agregar además que ya cuenta con todo el apoyo de la gran prensa y televisión que durante la primera vuelta favoreció a Lourdes Flores. Por eso ya ha empezado a hacer sus primeras concesiones, como sostener públicamente: “TLC sí, pero a prueba” (Gestión 2/05/06). Ello por supuesto no impedirá que en su afán de asegurar su victoria, haga ofertas populistas que luego no cumplirá.

OLLANTA HUMALA ¿GARANTIA DE CAMBIO?

Si bien Ollanta Humala ha sido el ganador de la primera vuelta, su triunfo no fue lo que ellos esperaban (alcanzó sólo el 30-62%, seguido de García con 24.33 y Flores con 23. 80). Sin embargo si hay aspectos destacables como haber ganado en 18 de los 25 departamentos, consolidarse como la primera fuerza parlamentaria y haber recogido la voluntad de cambio de importantes sectores sociales, que lo han convertido en su imaginario colectivo como la fuerza y garantía de este cambio.

No obstante, es importante señalar que esta fuerza si bien levanta banderas de cambio y las enmarca en una propuesta nacionalista, arrastra también serios riesgos para su cumplimiento. Estos provienen del hecho de que es una fuerza improvisada, no tiene una propuesta alternativa solvente, tampoco una estructura organizativa que garantice los cambios y evite el riesgo del caudillismo y está marcado por un entorno que va desde personajes vinculados al fujimontesinismo, hasta sectores empresariales de dudosa vocación nacionalista.

A esto hay que agregar las graves acusaciones, sobre violaciones a los derechos humanos, que más allá de cualquier resultado electoral, deberán ser investigadas, pues este tema no debe ser utilizado por la derecha solo para la guerra sucia, sino que está por encima de cualquier consideración electoral.

De otro lado, se afirma que muchas de las banderas que levanta Ollanta Humala se las ha arrebatado a la izquierda. Siendo en parte cierto esto, no se puede dejar de mencionar que el conjunto de la izquierda ha sufrido también una severa derrota. Estas fuerzas que estaban llamadas a encarnar el cambio, ha seguido reiterando errores históricos, que le ha impedido superar su marginalidad política y superar la derrota estratégica que sufrió hace 16 años, por la implementación del modelo neoliberal que implicó una derrota ideológica política, la caída del socialismo y el nefasto rol de sendero luminoso y la guerra contrainsurgente.

EL RETO: CENTRALIZAR EL MOVIMIENTO PARA DERROTAR EL TLC Y FORJAR REAL ALTERANTIVA DE CAMBIO

Si bien es cierto que las condiciones para las luchas contra el modelo neoliberal han mejorado para seguir acumulando fuerzas, hay que reconocer al mismo tiempo que todavía no se ha alcanzado la correlación de fuerzas políticas y sociales que nos permita afirmar que estamos ad portas de una transformación alternativa al modelo.

Desde esa perspectiva, la segunda vuelta electoral seguirá siendo un proceso de disputa entre el cambio y el continuismo. Un elemento que estará en el debate será la aprobación del TLC y la necesidad de contar con una Asamblea Constituyente para aprobar un nuevo régimen político y económico, al servicio del desarrollo nacional y distinto al que nació en la fraudulenta Constitución Política de 1993. Igualmente, estará la lucha contra la corrupción y la impunidad donde los personajes más destacados de esta lacra social son Fujimori y Alan García, que ahora pretende mostrarse como el candidato “con experiencia de gobierno”.

Estos elementos nos configuran una compleja realidad, que nos lleva a decir que la verdadera lucha por el cambio la tenemos que hacer desde ahora mismo, en la acción y continuará después del proceso electoral. Para avanzar en este cometido debemos acelerar la centralización del movimiento social dotándole de una alternativa propia. Un factor aglutinador de este movimiento es la lucha frente al TLC, en tanto que constituye el blindaje del modelo neoliberal y del régimen político que lo sostiene.

Hay que remarcar que cualquiera de las fuerzas que gane el gobierno se encontrará con un escenario de inestabilidad y precariedad política para ejecutar sus programas, porque no contarán con mayoría parlamentaria; en tanto que también habrá un movimiento que reclame que se cumplan las ofertas electorales y la satisfacción de sus demandas. Es en este complejo panorama es que se producirán las elecciones regionales y de gobiernos municipales provinciales y distritales.

Lo cierto es que como se señaló al principio, más allá de esta segunda vuelta, se vienen otras batallas, en la que necesariamente tendrá que tallar el movimiento social y aquellos sectores políticos que siguen apuntando al cambio, a despecho de no haber logrado mayor presencia electoral. El escenario será otro y una primera confrontación será en torno al futuro del TLC. Si los resultados de esta primera vuelta han expresado un rechazo mayoritario al modelo y al régimen político, difícilmente, gane quien gane, podrá obviar esta demanda y voluntad de cambio. Desconocer este dato de la realidad solo profundizará el desencanto y la frustración social, y ello abonará las condiciones para un escenario de nuevas confrontaciones cuyas consecuencias podrían ser impredecibles, como tan impredecible ha sido el Perú a lo largo de su historia reciente.