Poco falta ya para las elecciones del 9 de abril y para millones de peruanos los días
que quedan serán de reflexión y de indudable preocupación, ante la evidencia de que el país se encuentra en un momento crítico en su historia, encarando una grave encrucijada sobre que camino seguir, sobre que opción política es la correcta. Muchas cosas estarán en juego este domingo: la posibilidad de construir un país mejor, de asumir un futuro diferente para nosotros y para nuestros hijos, de alcanzar una sociedad más justa y equitativa.
Esas son las metas que los peruanos deseamos alcanzar. ¿Pero podremos lograrlas?. Lo cierto es que en estas elecciones, quizás como nunca antes, el Perú se encuentra ante una mixtura de candidatos “mayoritarios” que resulta francamente inaceptable, porque ni recogen las reales aspiraciones ciudadanas, ni garantizan la solución a los graves problema del país.
Ahí esta Lourdes, aliada nata de los grandes grupos de poder económico y financiero que disfrutan de privilegios y corruptelas a costa del pueblo. Basta ver a quien lleva de vicepresidente -Woodman, empleado del Grupo Romero y de los grandes monopolios de telefonía y electricidad- para darnos cuenta de que Lourdes representa más de lo mismo, la continuación de un sistema que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.
Ahí esta Alan, supuestamente buscando “redimirse” por el Apocalipsis que fue su Presidencia, jurando y rejurando que dejo atrás las mañas, los favores y regalitos a los “doce apóstoles”, y la apropiación del Estado por los “compañeros”. Pero ¿por qué creerle a quien ha sido incapaz de real propósito de enmienda? ¿Por qué creerle a quien recién a última hora -espoleado por las encuestas- se pone el ropaje progresista, después de haber jugado al “Alan pro gran inversión” durante cinco años, con su bancada parlamentaria convertida en defensora de los grandes negociados bajo la batuta de Del Castillo y su famosa “Comisión Pro Inversión”? ¿Por qué creerle a quien es incapaz de poner en línea a sus Gobiernos Regionales, que están resultando reediciones en pequeño del desastre mayor que fue el Gobierno Alanista?.
Y por último tenemos al “Comandante”, que se autoproclama representante del pueblo y adalid de la transparencia, la honradez y la renovación, quien rápidamente esta resultando ser un caballo de Troya, porque bajo esa fachada mal armada de supuesto nacionalismo y reivindicación popular, vemos al “Comandante” mostrar su vocación autoritaria, manejando su movimiento como si fuera su chacra, mientras se niega a aclarar su vinculación con violaciones de derechos humanos, a la vez que impulsa el retorno de la mafia fujimontesinista, con personajes siniestros como Torres Caro (operador judicial de la infame Blanca Nélida Colán), Siomi Lerner, y numerosos exmilitares implicados con delitos de lesa humanidad y la red de corrupción de Montesinos. ¿Esa puede ser acaso la renovación y el cambio?.
La lógica perversa que se nos pretende imponer ante esta situación es la del “mal menor”, donde hay que votar por él menos malo de los candidatos, por él que asuste menos. Se nos dice que no hay que perder nuestro voto, que hay que optar por alguien que “pueda ganar”. Nuestro voto termina pervirtiéndose, convertido no en una afirmación sino en una negativa, porque no se vota por convicción sino por temor o resentimiento.
Pero esa opción de votar “a no perder” es justamente la manera más segura de perder. Y es que el trío de los candidatos “favoritos” de la encuestadoras -Lourdes, Alan y el “Comandante”- representan opciones que van a conducir, con diferentes discursos y por diferentes caminos, a una nueva frustración nacional. Ninguno de los tres se presenta con honestidad ante el pueblo. Los tres llevan en sus equipos a gente vinculada a la corrupción y a los grupos de poder. Ninguno ofrece una alternativa legítima y viable de cambio, de progreso, de desarrollo con justicia social. Así recordemos lo que paso en el 90, cuando los peruanos optamos por Fujimori creyéndole una alternativa al neoliberalismo de Vargas Llosa, y pusimos en el poder a quien aplicó la más salvaje e inhumana política neoliberal de toda América latina.
En este momento crucial, ante la tentación de votar por el “menos malo”, los peruanos tenemos que optar por lo que realmente queremos, por aquello que si representa nuestras aspiraciones y esperanzas. Nuestro voto es la definición de una voz propia, aunque no sea la que gane. Y si votamos por el mal menor y el miedo estamos renunciando a esa opción propia, abandonándonos a la arbitrariedad, renunciando a decidir sobre nuestro destino.
Por ello no debemos votar por los mismos de siempre, ni votar por el salto al vació, no votar por el “roba pero hace obra” ni votar por el “da lo mismo”. Analicemos con la cabeza y el corazón las propuestas electorales. Veamos por donde y con quien han caminado los candidatos, que es lo que han hecho, cual ha sido su obra. Elijamos a quienes verdaderamente representen el espíritu democrático, la limpieza y la transparencia en la política y en la vida. Elijamos a quienes sean luchadores de siempre, no a los aparecidos de última hora. Elijamos a los que representen convicción y principios, a quienes puedan presentarse ante el pueblo con manos limpias, a quienes sean garantía del cambio.
Los Peruanos no tenemos el derecho de desperdiciar nuestro voto eligiendo a quienes perpetuaran un modelo hecho a la medida de los ricos y que excluye a los pobres, u optando por una aventura caudillista e improvisada que camufla el retorno de la mafia de Montesinos. Los peruanos no necesitamos de “Comandantes”, caudillos, perreos y estrellitas para construir un mejor mañana, que nosotros mismos lograremos. Este 9 de abril votemos por la esperanza, no por la frustración. Votemos por ganar un futuro mejor, no por repetir un pasado miserable. Votemos por la responsabilidad, no por la demagogia. No desperdiciemos nuestro voto. Elijamos a quien el Perú necesite.
*Javier Diez Canseco, es candidato presidencial del Partido Socialista