La coyuntura electoral
A poco más de un mes para el 9 de abril, fecha de las elecciones presidenciales y congresales, todo indica que de no producirse alguna sorpresa habrá una segunda vuelta, con lo cual la contienda electoral se prolongará por lo menos un mes más.
Lo que lo que suceda en este breve periodo, marcará decisivamente los ritmos políticos sociales de lo que acontecerá en el 2006, año que además contempla las elecciones para gobiernos regionales y locales. Por ello, nos parece indispensable analizar los principales rasgos de este proceso, de modo tal, que permita al movimiento social, urbano y rural, trazar las orientaciones políticas- programáticas y las estrategias para un adecuado desenvolvimiento táctico.
Una primera tendencia que habría que anotar es que se está trasladando a la esfera política electoral la polarización social que se ha venido produciendo entre el cambio y el continuismo. Hay que tomar en consideración, que este proceso está operando en el marco de un escenario internacional de Sudamérica y especial del Área Andina, en el cual también se producen transformaciones políticas y sociales; que obviamente, tienen una particular incidencia en los sucesos que discurren en el Perú.
Asimismo, hay que señalar que esta polarización viene precedida por una intensa movilización social que se ha expresado de diferentes maneras, aunque no haya logrado alcanzar niveles de centralización; y que es la respuesta a un gobierno que ha puesto en cuestión la gobernabilidad neoliberal. Sin embargo, este gobierno aún sin apoyo popular, ha continuado con su programa económico neoliberal, y ahora busca imponer el TLC como medio para perpetuarlo.
Todo para el gran capital
La política económica actual sigue golpeando a los sectores populares y campesinos pero beneficia grandemente a otros. El economista Humberto Campodónico, ha señalado que las utilidades de las grandes empresas y las transnacionales han crecido en 70 por ciento en los últimos tres años. Los bancos en el 2005 han tenido ganancias casi por 400 millones de dólares, es decir un 80 por ciento más que el 2004. Estas ganancias provienen de la diferencia entre los altos intereses que cobran por los préstamos dan y los bajos intereses que pagan cuando el público coloca sus depósitos; así como de las altas comisiones que cobran e imponen a sus clientes.
Desde esta lógica de acumulación sin límites, las empresas mineras y petroleras están alcanzando sobreganancias extraordinarias nunca antes vistas, al subir espectacularmente los precios internacionales del cobre, oro y petróleo; y tener bajos costos de producción (el cholo barato), y encima se niegan a pagar regalías mineras como fruto de los extraordinarios privilegios que Fujimori y Toledo han otorgado a la famosa inversión extranjera. La otra cara del modelo es esta política económica no genera empleo, que aplasta a la mediana y pequeña producción; y por ello, no puede reducir la pobreza urbana y rural.
Es en este contexto en que se ha ido incubando el llamado movimiento antisistémico, aunque no haya alcanzado en la actual coyuntura electoral una adecuada representación ni la fuerza política y social organizada, para garantizar el cambio que Toledo ofreció y traicionó. Y por ello, termina identificándose con un improvisado como Ollanta Humala, quien por cierto ha alterado el panorama electoral, afectando considerablemente a la izquierda y también a la derecha en sus diversas expresiones.
Es decir, la perspectiva de los partidos que se alinean con la gobernabilidad neoliberal, de repartirse el poder entre ellos, ha cambiado. Ahora tendrán que compartir la mesa electoral, con un “intruso”, como Humala, quien representa parcial y tergiversadamente, la demanda de cambio que el Perú necesita. Para la derecha neoliberal, su presencia es un peligro, y busca eliminarlo montando brutales campañas; objetivo al que también contribuye el propio Humala con su oscuro pasado y el desorden de su partido.
Probables desenlaces
En este panorama, las fuerzas que aspiran al cambio real del régimen político como del modelo neoliberal, vuelve a estar entre el continuismo y la incertidumbre. Flores Nano, la candidata de la derecha neoliberal apuesta a mantener el modelo y garantizar los privilegios a las transnacionales y al gran capital. Ollanta Humala, a pesar de su discurso nacionalista que ha ido moderando, significa un salto al vacío, la incertidumbre. No solo porque nada en concreto se conoce sobre su plan de gobierno sino porque termina apañando gente de oscura trayectoria como su candidato a la segunda vicepresidencia Carlos Torres Caro, ex fiscal del régimen fujimontecinista.
En este contexto electoral se pueden prever algunos posibles desenlaces. La polarización que está en curso nos lleva a sostener que lo más probable, es una segunda vuelta entre Flores Nano y Humala, salvo una arremetida sorpresiva del Apra. En la composición del Congreso de República, lo más probable es que ninguna fuerza alcance mayoría, lo que restará estabilidad a quien gane el gobierno. Ello no niega que mediante alianzas y mutuas concesiones se pueda lograr una mayoría a favor del modelo neoliberal.
Otra tendencia que prevemos es que quien quiera que que gane el gobierno, tampoco tendrá estabilidad política y social, pues el movimiento por el cambio seguirá movilizándose por sus derechos y demandas, a pesar de sus debilidades y dispersión. Mientras tanto, los partidos y movimientos que en verdad buscan el cambio tendrán la dura tarea de replantear sus estrategias, asumir la unidad como una cuestión estratégica e impostergable y buscar acercarse a los sectores sociales y populares, que seguramente de nuevo verán frustradas sus justas aspiraciones en un próximo gobierno.