Virtualmente todos los candidatos presidenciales coinciden en una serie de lugares comunes, que no tienen pierde político: reducción de la pobreza, apoyo a la educación, reforma del Estado, creación de empleo. etc. Todos estos son temas en donde las diversas propuestas electorales se convierten en un coro de buena voluntad. ¿Quién podría estar en contra de una mejor educación pública? ¿Quién podría oponerse a fortalecer la seguridad ciudadana? ¿O a más recursos para los servicios de salud? El problema es que todo plan, toda propuesta, tiene que basarse no en buenas intenciones sino en planes concretos y viables, donde haya correspondencia entre los objetivos y los medios, pues no vivimos en un reino de fantasía donde basta desear algo para que ocurra.
Y es que lograr avances y reformas, cuesta: tiempo, esfuerzo y, por sobre todos, recursos. Y ese es el gran problema de la política peruana: la falta de contenido real, de compromiso en firme de quienes pretenden gobernar. ¡Qué fácil es decir “voy a mejorar la educación! o “voy a crear más trabajo”!, sin mayores precisiones, sin aclarar como y cuando se harán realidad esas promesas. Ahí esta la razón fundamental del descrédito de la política, del hartazgo y el desaliento ciudadano con una democracia que funciona a duras penas.
Esta situación es responsabilidad de los partidos tradicionales, que han hecho de la mentira y del engaño electoral sus herramientas para prenderse al poder. Así, las elecciones se han convertido en un baile de mascaras, donde los más descarados e irresponsables se abren paso, a base de promesas vacías que nunca podrán ni querrán cumplir. Ahí está el caso de Fujimori; que llegó al poder a la cabeza de un movimiento popular contra la derecha, pero que una vez en Palacio de Gobierno, lo primero que hizo fue traicionar al pueblo y convertirse en el engreído de esa derecha, haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, justamente a quienes habían creído y votado por él.
Ahí esta también el ejemplo de Toledo, llegado a la presidencia a base de promesas: “más trabajo”, reducir la pobreza y difundir la riqueza, lucha frontal contra la corrupción y las mafias, Etc.. Cinco años después, ¿qué tenemos?: No hay más trabajo. La pobreza no ha retrocedido. La riqueza se ha seguido concentrando en unos pocos. ¿Lucha anticorrupción?; el Gobierno Toledista ha sido un festín para la jauría de lobbistas, geishas, traficantes de influencias, tránsfugas y corruptos de toda laya, que lucraron con Fujimori, y a los que se han unido una horda de parientes impresentable y compadres de la chakana.
Las elecciones 2006 no pueden ser otra contienda entre mercachifles para ver quien promete más. Así, el Perú se merece algo más que el espectáculo de ver a una Lourdes Flores prometiendo a diestra y siniestra, educación y salud para todos, apoyo a las PYMES; campesinos, Turismo, etc. sin explicar como financiará sus promesas; que asegura que reducirá la tasa del IGV y eliminará el ITF, pero no aclara como hará para compensar los ingresos del Estado y garantizar su funcionamiento; que dice que va a “seleccionar” lo que le convenga adoptar de las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación; que promete transparencia y honradez, pero elige como vicepresidente a alguien como Arturo Woodman, lobbista del Grupo Romero ante Vladimiro Montesinos.
Estamos cansados de políticos tradicionales y de improvisados surgidos de la nada, compitiendo en hacer promesas sin sustento. Aquel movimiento que pretenda ser Gobierno, debe presentar al país una propuesta responsable, que incluya no sólo un listado de objetivos y metas concretas, sino también los medios para alcanzar dichos objetivos, y por sobre todo, las fuentes de recursos para financiar su logro. Sólo de esta forma, una propuesta de Gobierno puede ser seria, pues sin medios ni recursos, la más resplandeciente promesa electoral no es más que sebo de culebra.
Los Socialistas queremos refundar la política, devolviéndole su legitimidad e importancia a los ojos del pueblo. Por ello, nuestro plan de Gobierno -presentado pública y oficialmente ante la ONPE- no busca convencer con palabras y promesas insustanciales, sino que ofrece al país; información concreta y hechos específicos; plazos y metas definidas; recursos, medios y herramientas reales. Estamos listos para debatir y defender nuestras propuestas, debidamente fundamentadas y que sometemos al escrutinio ciudadano.
Así, proponemos una reforma tributaria integral, donde sean quienes más ganan quienes más paguen, llevando la presión tributaria a un mínimo de 18% del PBI, para que hayan recursos suficientes para la emergencia educativa, la salud pública, la seguridad ciudadana, la infraestructura regional y local que vamos a ejecutar. Los peruanos progresistas y patriotas queremos un compromiso nacional basado en una visión clara de lo que hay que hacer para que el país progrese, pero -igual de importante- también en el como, con que, y cuando hacerlo, porque el Perú ya tuvo suficiente de promesas baratas y de sebo de culebra.
*Candidato Presidencial del Partido Socialista