Nunca he tomado en serio las cifras presupuestales de Pedro Pablo cuando advierte que no tiene dinero para los aumentos y demandas sociales, porque la experiencia me ha convencido que siempre encuentra de dónde sacarlo cuando quiere, como ocurrió con el programa Juntos o con la carretera Interoceánica. Y seguirá ocurriendo si necesita un fondo antisubversivo para los próximos días.
Tampoco le creo lo más mínimo cuando cuenta de los cientos o miles de millones que habría que invertir en servicios públicos para modernizarlos, con lo que se justifica las privatizaciones para conseguir supuesto financiamiento externo, que luego es muchos menos de lo anunciado y se paga religiosamente con las tarifas cobradas a los usuarios. Es decir con nuestra propia plata.
Pero lo que no sabía era de las consecuencias de la aplicación de estas malas estadísticas a la guerra antisubversiva. El método de exagerar y mentir directamente para hacer pasar políticas sostenidas en información falsa, está nítido en el dato de los 10 mil senderistas liberados y reintegrados a la guerra.
El concepto es que no importa tanto si el número es verdadero, o siquiera aproximado, lo importante es su efecto sobre la opinión pública. De pronto con esta declaración y el concurso de la prensa, hemos convertido un riesgo local, que todos sabíamos que existía, y sobre el cual no hay ninguna respuesta clara, en un asunto nacional que está disparando en múltiples direcciones.
Si no puede contener a Artemio, el bueno de PPK puede perseguir a inocentes indultados o a aquellos que ya cumplieron su condena. Basta que él diga que siguen en lo mismo. Y que la sociedad, como otras veces, carezca de reflejos para poner cada cosa en su sitio.
Pero el ejemplo cunde. Otro PPK, bastante más chiquito, ha sacado del sombrero un tema que fue sumamente caro a Fujimori: la exculpación a los militares bajo acusación de crímenes de lesa humanidad y violación grave de derechos humanos. Tómese nota, no a los militares que combatieron a la subversión, sino a los que en ese marco tomaron decisiones de arrasamiento contra poblaciones civiles, produjeron ejecuciones extrajudiciales y fusilaron rendidos, realizaron desapariciones de prisioneros, violaron mujeres, etc. Nada más desmoralizante para la Fuerza Armada sería decir que todos sus miembros combatientes están relacionados con estos delitos o que señalar a los responsables afecta a los que no lo son.
Pero he aquí que una semana después que Martha Chávez dijera que ella volvería a votar por la amnistía del 95, en medio del escándalo por su osadía, el candidato a vicepresidente del FIM, Luis Iberico, propone su propia amnistía a los oficiales de la guerra sucia, como si esa fuera la respuesta atinada a los hechos del Huallaga donde murieron ocho policías en una emboscada. Y para sustentar su pedido nos advierte que son 600 (¡) oficiales los que están siendo sometidos a este trato de la justicia lo que afectaría la moral combativa de la milicia.
Uno puede hacerse la idea de que tenemos las mazmorras llenas de generales, mientras los senderistas van abandonando triunfantes su encierro, recabando su fusil a pocas cuadras para reintegrarse a los frentes selváticos. Esta idea se está vendiendo en el país. Pero ocurre que salvo el grupo Colina (que parece estar preso más en relación con el proceso de extradición de Fujimori que por sus propios crímenes...), no hay un solo elemento militar más que ocupe las prisiones con cargos de violación de derechos humanos.
Más aún tenemos como jefe de comando conjunto al comando del grupo de intervención en la casa del embajador japonés, que concluyó en el fusilamiento de los emerretistas rendidos. De candidato a vicepresidente a uno de los jefes operativos de la marina durante el bombardeo y destrucción del Pabellón Azul en El Frontón. Y así sucesivamente. Estos tipos que nunca perdieron su posición militar, ni pasaron un minuto en un calabozo, no quieren ser interrogados ni explicar sus decisiones. En eso consiste la amnistía de Iberico, con la que se han solidarizado hasta ahora Castañeda, García y Woodman.
Y que es por supuesto un derivado gracioso de la gran mentira de PPK.
Si en la guerra la primera víctima es la verdad, alguien ya la está matando con toda la intención de enrarecer el ambiente. ¿Nos manipularán nuevamente?