El Gobierno y la derecha están en campaña a favor del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Dicen, a diestra y siniestra, que este acuerdo comercial traerá enormes ventajas y beneficios a todos los peruanos pues los precios de bienes y servicios caerán, habrá multitud de oportunidades empresariales y comerciales, el empleo se disparara, y vendrá una época de dicha y prosperidad nunca vista. Pero, ¿qué hay de cierto en ese cuento de hadas que nos quieren vender? ¿Realmente estaremos todos mejor con el TLC? ¿Sólo tendremos ventajas y ningún costo ni problema? Para responder, saquemos lecciones de lo sucedido en otros países que firmaron TLCs con Estados Unidos.
UN ejemplo es lo sucedido con la economía mexicana, tras dos décadas de aplicación de su propio TLC con Estados Unidos, pues nos advierte sobre los enormes perjuicios que sufrirían nuestros más importantes sectores productivos –como el agro y las pequeñas y micro empresas- sí cometemos el error de comprometernos en un acuerdo comercial hecho a la carrera y bajo las abusivas condiciones que exige Washington. Numerosos estudios de expertos, sobre el caso de México, demuestran que los resultados económicos y sociales de su TLC con EE.UU. distan de ser buenos, pues los beneficios generados se ven muy disminuidos, e incluso anulados, por la precarización del empleo, la reducción de los salarios reales promedio y especialmente, por los enormes daños sufridos por sectores claves, como la agricultura tradicional.
Así, sólo una fracción del agro mexicano –los grandes productores de exportación y las transnacionales agropecuarias- se ha beneficiado con la liberalización comercial, incrementando enormemente su poder y sus ingresos. Pero en cambio, los pequeños productores dedicados a cultivos de pan llevar para el mercado interno, especialmente maíz, se han empobrecido ante la desleal y masiva competencia de los agricultores estadounidenses -enormemente subsidiados por el Gobierno de Washington- que los han terminado sacando del mercado. Hoy México importa de los EE.UU. casi el triple de maíz que años atrás y enfrenta un grave problema social. La pobreza rural ha crecido enormemente y millones de campesinos, sin tierras ni trabajo, subsisten malamente o se ven forzados a emigrar a las ciudades o a Estados Unidos.
Lo sucedido en México demuestra que el Tratado de Libre Comercio que Toledo quiere firmar “si o si”, bajo las negativas condiciones que se están acordando, dista de ser la maravilla que se propagandiza. Sin duda habrán sectores ganadores –como las grandes empresas de agroexportación de la Costa- pero son minorías privilegiadas que representan una mínima parte del producto agrícola (7.5%) y sólo emplean a un puñado de la población rural. Pero lo más grave es que –como en México- habrá grandes sectores que serán terriblemente golpeados por la entrada masiva de productos agrícolas norteamericanos artificialmente abaratados.
Si va a haber un TLC con Estados Unidos, este tendrá que basarse en la equidad y la imparcialidad. Nuestros campesinos deben recibir adecuadas compensaciones y protección por la competencia desleal de los agricultores norteamericanos. Tiene que establecerse un compromiso real del Estado Peruano –que no sean sólo las promesas vacías de siempre- para promover el fortalecimiento y modernización de nuestra agricultura, proporcionando ayuda financiera, asesoría legal y comercial, capacitación técnica, infraestructura de riego, transporte y comercialización, etc. A ello debe agregarse un plan integral para compensar y reconvertir -a otros productos agrícolas u otras actividades- a los productores afectados, garantizándoles los medios y las oportunidades para acceder a un ingreso digno.
Sólo sí se cumplen estas condiciones de defensa del agricultor nacional, que deben ser consagradas en un pacto nacional entre el Gobierno y las principales fuerzas políticas y sociales (partidos, gremios, etc.), podría considerarse aceptable el manejo del tema agrario en un TLC con Estados Unidos. Pero, hay muchos otros puntos controversiales (acceso a medicamentos baratos para la población pobre, capacidad de las pequeñas y micro empresas para competir en las compras estatales, defensa de nuestra cultura e identidad, protección de nuestro patrimonio biogenético, etc.) donde nuestro bienestar y nuestro provenir esta en juego. Por eso mismo, debe haber una consulta popular para la aprobación del TLC mediante referéndum, donde cada peruano pueda libremente votar y decidir sobre nuestro destino como país.
Exigimos un TLC que no sólo se preocupe por favorecer al gran empresario agroexportador, mientras discrimina y desprotege al pequeño agricultor, a las comunidades y cooperativas. Exigimos un TLC que se preocupe por defender a millones de campesinos, que ya a duras penas subsisten en las actuales condiciones, pues con un TLC mal negociado verán empeorar su precaria situación e ingresos, aún más. La experiencia del agro mexicano deja bien en claro que un TLC con Estado Unidos no es un paraíso. Tenemos que estar alertas. Dejemos en claro que un TLC que no garantice el futuro de nuestro agro, que no reconozca los derechos de campesinos y comunidades, que no beneficie a nuestros productores agrícolas, resulta inaceptable y por ello, será rechazado con toda energía y decisión por la ciudadanía.