Paulina Valencia fue elegida como representante de la mujer campesina del departamento del Cusco. Yacía en la cama de una clínica, herida en el cuerpo y en el alma por las acciones del Presidente del Gobierno Regional Cusco, Carlos Cuaresma y del Vicepresidente Alejandro Uscamayta.
Ella llegó junto con más de 500 hermanos y hermanas campesinos quechuas a la ciudad del Cusco, después de más de 8 horas de viaje desde su lejano distrito, Velille, a protestar contra el abandono y los atropellos que sufría su pueblo.
El día martes 5 de julio se concentraron frente de las oficinas del Gobierno Regional, la principal arteria de la ciudad se vio bloqueada y adornada por los típicos sombreros y ropa de 4,000 metros de altura. Estuvieron todo el día y se mostraban decididos a permanecer una semana o el tiempo que fuese necesario. Las autoridades cedieron a las 6 de la tarde y debía haberse firmado el acta de compromiso en ese momento.
Sin embargo la arrogancia burocrática lo impidió, se citó a los campesinos para la mañana del miércoles, ellos acudieron a la hora citada pero luego de larga espera el Presidente volvió a postergar la firma por repetidas veces, hasta que por fin, luego de más de 24 horas el acta fue firmada por su majestad, Carlos Cuaresma, Presidente del Gobierno Regional del Cusco. La insistente espera del grupo más esforzado se explica por la conocida maniobra de las autoridades de negar los compromisos verbales.
Debido a las repetidas postergaciones, ese grupo había esperado todo el día, de pie y sin almorzar, en él estaba el chofer que iba a manejar el vehículo del retorno. Ese agotamiento físico del chofer produjo que en la madrugada del día jueves 7 de julio, a 4,000 metros de altura, el vehículo rodara dando volteretas por una longitud de 30 metros, que ahora están pintados con sangre campesina combativa. El resultado fue 3 muertos y más de 40 heridos dispersados en diferentes centros de salud del departamento, probablemente mal atendidos porque no tienen dinero.
A este daño físico causado por la arrogancia burocrática se agrega el insulto racista de Carlos Cuaresma y su Vicepresidente Alejandro Uscamayta, quienes, muy sueltos de huesos declararon que los campesinos “estaban borrachos”. Paulina, postrada en la cama, sufre por el daño físico que le causó el accidente en el cuerpo, pero más le duele el alma por la calumnia de Cuaresma y Uscamayta que pensaron que no era suficiente el que haya muertos y heridos, que debían insultarlos. Naturalmente la calumnia fue alegremente difundida por los órganos de prensa.
Por supuesto que la “justicia peruana” ha de dejar absolutamente impunes las muertes y las calumnias que acrecientan el dolor. Sin embargo el reguero de sangre de 30 metros, los 3 muertos, los heridos, los calumniados, servirá para inyectar más espíritu de lucha en la sangre andina del campesinado del departamento del Cusco. Lo prometemos.
(*) Paulina Valencia, es la responsable de la Secretaría de Organización de la Mujer Campesina, SOMUC, de la FDCC del Cusco.