INTERNACIONAL
El pasado 20 de abril, el Congreso destituyó al presidente del Ecuador, Lucio Gutiérrez, cuyo gobierno atravesaba una grave crisis política, marcada por intensas movilizaciones, y nombró como nuevo mandatario a Alfredo Palacio. La situación, sin embargo, sigue siendo compleja. El artículo de la periodista británica radicada en Ecuador, Sally Burch, nos mayores luces de lo que viene ocurriendo en el país del norte.
Sally Burch, ALAI.
El nuevo mandatario ecuatoriano, Alfredo Palacio, quien toma las riendas de un país en condiciones de extrema fragilidad de las instituciones democráticas, y sin Corte Suprema de Justicia, dio a conocer que la primera prioridad de su gobierno será devolver a éstas la legalidad y legitimidad. Pero dejó entender que ello no implica apresurar elecciones, pues bajo el actual régimen electoral ello se prestaría a perpetuar el actual sistema político deslegitimado.
Palacio, médico guayaquileño sin afiliación partidaria, quien desde el inicio del gobierno de Gutiérrez se distanció de su co-mandatario, criticándolo por el abandono de su programa electoral, ha dado a conocer su intención de reformar el presupuesto del Estado y la política económica, para priorizar las metas sociales. Opina que el país debe invertir en salud, educación, ciencia y tecnología, protección social y en la reactivación productiva con miras a disminuir la dependencia de la exportación petrolera.
Los primeros integrantes de su gabinete, -que no incluirá a militantes de ningún partido político-, parecen ratificar un cambio de rumbo. En particular, el Ministro de Economía, Rafael Correa, ha sido muy crítico frente a la dolarización y al Tratado de Libre Comercio -TLC-, actualmente en negociación con EE.UU. Si bien reconoció que no hay condiciones para abandonar por ahora la dolarización, se comprometió a no privatizar el petróleo y a fortalecer a la empresa estatal Petroecuador. Se opone a la recompra, en las condiciones actuales, de los bonos de la deuda externa, y considera que el excedente del ingreso petrolero, que percibe el país por el alto precio en el mercado internacional, debe destinarse más bien en su mayor parte a la inversión social.
Con respecto al Tratado de Libre Comercio con EE.UU., Correa propone volver a revisar toda la negociación. Por su parte, Palacio ha reconocido que los acuerdos comerciales son ineludibles, pero que los países no deben negociar en condiciones de esclavitud.
Considera que el equipo negociador debe ser fortalecido para negociar en temas de aranceles y subsidios, además de temas como la deuda, la transferencia tecnológica y la propiedad intelectual. Respecto a esta última, como médico, enfatiza especialmente en la necesidad de establecer salvedades para la salud pública y de restringir las patentes en materia de ingeniería genética, que implican patentar la vida. Mencionó, además, que el TLC podría ser tema de una consulta popular.
Apoyo vigilante
El nuevo gobierno goza, por el momento, de un apoyo vigilante de gran parte de la población que se levantó contra Gutiérrez. Pero más allá de ello, su margen de maniobra es débil. La legitimidad de la resolución parlamentaria que con mayoría simple destituyó a Gutiérrez por "abandono del poder" es cuestionada por algunos sectores, y la comunidad internacional aún no ha reconocido al nuevo mandatario.
El movimiento social que provocó el recambio de gobierno expresa un fenómeno novedoso en el escenario político- social ecuatoriano. Por un lado, demuestra el debilitamiento real de las fuerzas sociales organizadas - incluyendo el movimiento indígena- como resultado de la política desarticuladora del gobierno Gutiérrez.
Estas organizaciones apoyaron las movilizaciones en su contra, pero prácticamente no tuvieron incidencia. También expresa el desbordamiento de los liderazgos políticos, sobre todo en Quito, y en menor medida en otras ciudades. Las sucesivas marchas de protesta y paros convocadas por los alcaldes de Quito (Paco Moncayo) y Guayaquil (Jaime Nebot), entre otros, no tuvieron la fuerza suficiente como para lograr un cambio de rumbo del gobierno y trataron de ocultar el reclamo de "Lucio fuera" que ganaba fuerza en la calle.
Fue allí que se dio la autoconvocatoria de los "forajidos y forajidas", (término empleado como insulto por el propio Gutiérrez, pero apropiado por la población quiteña) efectuada con el apoyo de Radio la Luna y otra decena de radios locales. Salieron familias enteras, pero sobre todo jóvenes, que se auto-organizaron, decidieron cada día donde agruparse, acordaron lemas y formas de manifestarse. Luego de la caída de Gutiérrez, la ciudadanía permanece movilizada y las reuniones prosiguen en las noches para organizar la vigilancia a las autoridades y exigir el apresamiento a los responsables de la represión de la última semana.
En último término, el principal artífice de la caída de Lucio Gutiérrez fue él mismo. Tenía casi todo a su favor: apoyo de las fuerzas armadas, de una mayoría parlamentaria, del gobierno norteamericano. No midió las consecuencias de facilitar el regreso, en condiciones de impunidad, del ex presidente defenestrado, Abdalá Bucaram. Y la gota que derramó el vaso de la ira quiteña fue el anuncio de que, el día 20, el gobierno estaba trayendo a Quito unos 100 buses de "matones" armados de palos - se habló incluso de machetes-, desde la Costa y Amazonía, para enfrentar al pueblo movilizado, hecho que desató la insubordinación generalizada.