Si algo ha caracterizado al sector minero durante los últimos meses, es la sucesión de conflictos que, han enfrentado y enfrentan, a empresas mineras, Estado y ciudadanía. Manhattan y Tambogrande, Yanacocha y Cerro Quilish, La Oroya y Doe Run, son sólo algunos de estos episodios de disputa y controversia, a los que ahora se agrega el conflicto entre Barrick y la Región Ancash, enfrentados por la cuestionable decisión del MEF que liquidó la acotación tributaria de Sunat a la Barrick por US$ 140 millones de impuestos no pagados, la mitad de los cuales correspondían al Canon Minero de Ancash.
Agréguese a lo anterior la escandalosa rebeldía de las grandes mineras a pagar las Regalías Mineras, habiendo presentado la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE) acción ante el Tribunal Constitucional para declarar inconstitucional la Ley de Regalías, mientras paralelamente, una veintena de mineras han iniciado procesos en los juzgados civiles de Lima solicitando declarar ilegal las Regalías Mineras y paralizar su cobró.
Desde los tiempos virreinales el país ha tenido siempre una relación difícil con la minería. Y es que en el centro de esa relación conflictiva están las cuestiones, no resueltas hasta el momento, de cómo la minería debe contribuir al desarrollo nacional y de cómo se requiere de un reparto más equitativo de la riqueza generada por la explotación minera, que históricamente, sólo ha servido para enriquecer a las empresas mineras, muchas de ellas foráneas. Quizás ningún otro sector económico se ha beneficiado tanto como la minería de los recursos naturales de nuestras regiones y provincias, pero paradójicamente, quizás ningún otro sector ha sido tan mezquino en dar al país y a las localidades mineras una participación justa de esos beneficios.
El caso de Barrick es ilustrativo: sus operaciones mineras en Ancash han sido un negocio excelente para la empresa. El 2004 el valor de su producción de oro habría sobrepasado los US$ 250 millones de dólares y los costos totales de producción fueron apenas US$ 106 dólares por onza de oro, cuando la cotización del oro está por encima de los US$ 400 dólares. Es decir, un margen de ganancia de más de US$ 300 dólares por onza. Pero la pregunta es: ¿y de toda esta ganancia? ¿Cuánto realmente queda para Ancash?. La respuesta: muy poco, y es por ello –y por la escandalosa suspensión de la acotación tributaria por decisión de Kuczynski– que hoy Ancash está en pie de lucha contra la Barrick.
¿Qué minería necesitamos en el Perú? ¿La que opera con una mentalidad depredatoria que arma un enclave aislado de riqueza, desentendida del entorno social y económico, irresponsable ambientalmente y que, una vez agotado el yacimiento, se marcha dejando la zona y la población peor que cuando llegó?. No, esa no es la clase de minería que necesitamos.