A propósito de Ilave:
La censura que ha producido el Congreso de la República contra el ministro del Interior Fernando Rospigliosi, ha querido ser presentada ante el país, como el castigo al gobierno por los luctuosos hechos que culminaron con el linchamiento y asesinato del alcalde de Ilave, Cirilo Robles Callomamani. Los abrazos y expresiones de júbilo de los congresistas apristas, de Unidad Nacional, entre otros, están lejos de expresar la real voluntad de la mayoría del país y sobre todo de la sociedad rural. En realidad, la mayoría mediocre y corrupta de este congreso –salvo honrosas excepciones- tenía muy poco para celebrar.
La censura a Rospligliosi, debería en primer lugar, extenderse a todo el gabinete que preside Carlos Ferrero y por ende –más allá de las consideraciones constitucionales que lo libran de responsabilidad política- al propio Presidente Toledo. La insensibilidad e indiferencia que el gobierno mostró ante los problemas de Ilave, así lo justifican. En tal sentido, el ahora ex ministro del Interior, ha sido sólo un chivo expiatorio de este mediocre parlamento.
Pero si de censuras se trata, hay alguien que tampoco debía escapar a esta sanción; y este es el inepto presidente regional de Puno, David Jiménez Sardón. Este señor, durante todo el tiempo que duró el conflicto de Ilave, mostró se un experto en la política del avestruz: escondió la cabeza para no ver lo que estaba ocurriendo, omitiendo así cumplir el rol que le correspondía como la primera autoridad del departamento. El grado de incapacidad e indolencia del señor Jiménez, merece mucho más que una censura.
Sin embargo, hay otros más que merecen la sanción popular: los congresistas puneños, que sólo aparecieron a la hora de votar la censura contra Rospigliosi. La pregunta es sencilla: qué hicieron estos señores y señoras para evitar que el conflicto llegar a donde llegó?. Parece que prefirieron la comodidad de la oficina parlamentaria y de la facilidad de la política del celular; antes que acudir de inmediato a contribuir en el lugar de los hechos a evitar la sangre llegara al río.
Sin embargo, la censura a los comodones parlamentarios puneños debe también hacerse extensiva a la mayoría de los congresistas mediocres y corruptos, que ahora aprovechan la censura al ex ministro del Interior para ocultar sus propias ineptitudes y pretender que la opinión pública se olvide de temas como la reducción de los jugosos sueldos de los congresistas y de todas las gollerías inmerecidas de las que gozan a costa de todos los peruanos. La mediocridad de este congreso, lo inhabilita para presentarse ante el país como censuradores, pues no deben olvidar que el Congreso de la República, es una de las instituciones más desprestigiadas del país.