2004-03-03 00:00:00

El 18 de noviembre del 2003, Robert Zoellick, Secretario de Comercio norteamericano, envió una carta al Congreso de Estados Unidos para que autorice el inicio de negociaciones para posteriormente firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con el Perú. Meses antes habían sucedido un conjunto de acontecimientos que hacían coherente este planteamiento del citado funcionario.

En efecto, como todos sabemos, en medio del fracaso de la Quinta Reunión Ministerial que se realizó en Cancún, en setiembre, se constituyó el Grupo G21, liderado por Brasil, China, India, Sudáfrica y entre ellos se encontraba el Perú. En este cónclave internacional el centro de la crisis fue la negativa de los países desarrollados sobre todo de Estados Unidos y la Unión Europea de reducir los subsidios que otorgan a sus respectivas agriculturas. Ante este hecho los países del G21 plantearon también que no había condiciones para llegar a acuerdos sobre otros temas importantísimos como, inversiones, compras estatales, propiedad intelectual y ley de competencia. A estos temas también se les conoce con el nombre temas de Singapur y todavía no están incorporados en la OMC.

Inmediatamente después de este acontecimiento de trascendencia internacional, el gobierno de Estados Unidos pasó a presionar a varios gobiernos para que se retiren del grupo G21. Recordemos que para este efecto nos visitó el señor Lauredo –otro funcionario estadounidense- quién planteó que para dar curso al TLC, era indispensable retirarse del G21 y resolver favorablemente los conflictos que tienen las empresas norteamericanas con la SUNAT. En entonces Presidente encargado, Raúl Diez Canseco dio curso a la presión norteamericana, retirando al Perú del G21

A partir de esa fecha, ha comenzado a acelerarse la voluntad del gobierno para firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con el gobierno de Estados Unidos, consolidando no sólo una inserción internacional subordinada con gran pérdida de nuestra soberanía; sino también el desarrollo de una política comercial que promueve un modelo exportador primario - minero, así como a los monopolios importadores que traen alimentos subsidiados de los EE.UU.

Es importante tomar en cuenta que el gobierno de Estados Unidos puede dar algunas concesiones económicas siempre y cuando a cambio obtenga mayores ganancias económicas y políticas. Un ejemplo de ello es lo que acontece con el algodón, ya que después de la renovación del APTDEA, los grupos textiles peruanos han incrementado sus ganancias sobre la base de comprar algodón importado que además de estar subsidiado viene con precios bajos; mientras que la producción algodonera peruana sigue en crisis.

Indudablemente que el TLC tendrá consecuencias negativas para el conjunto del agro peruano, sobre todo para la mediana y pequeña agricultura; y sólo minúsculos grupos serán los beneficiarios, aunque para ello el país debe incorporarse a plenitud a los planes geopolíticos del Imperio. Recordemos, que del total de nuestras exportaciones aproximadamente entre el 25 y 27% están dirigidas al mercado norteamericano, donde destaca las exportaciones mineras, textiles y algunos productos agropecuarios; del mismo modo, del total de nuestras importaciones entre el 23 y 25% provienen de los Estados Unidos, sobre todo trigo, el maíz amarillo, aceites y torta de soya.

Para entender la lógica de los Estados Unidos con los TLC, basa sólo recordar lo que piensa al respecto el Secretario de Estado, Collin Powell: “Nuestro objetivo es garantizar para las empresas norteamericanas el control de un territorio que se extienda desde el Ártico hasta la Antártica, el libre acceso - sin ninguna clase de obstáculos – de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio”. Más claro, ni el agua.