La rebaja de los aranceles al trigo, un nuevo ataque del gobierno a la producción nacional
Un país sin soberanía alimentaria es un país sin destino
En su obsesión por implementar el TLC, sí o sí, y como un adelanto unilateral de este tratado a cambio de nada, el gobierno de Alan García, en la segunda semana de octubre del presente año, ha implementado una segunda masiva eliminación y significativa rebaja de aranceles, que a no dudarlo tendrán un gran impacto negativo sobre el agro peruano.
Estas medidas implementadas con el entusiasmo los ministros Luisa Carranza, de Economía y Finanzas; y de Mercedes Aráoz, de Comercio Exterior y Turismo tiene dos aspectos que se hace necesario remarcar. Primero, sólo buscan convertirnos en consumidores netos de alimentos y de insumos agropecuarios importados (principalmente el trigo que viene de los EEUU y que es el más letal contra la producción nacional) y que luego son procesados por empresas importadoras oligopólicas, como es el caso de ALICORP, la empresa de Dionisio Romero; y en segundo lugar, es un golpe destructivo a la lucha de los productores, campesinos y del pueblo peruano para conquistar una política integral para alcanzar la Soberanía Alimentaría de nuestro pueblo.
Es evidente que al gobierno no le interesa en lo más mínimo una política de soberanía alimentaria. La lógica del régimen de García y de la derecha neoliberal es muy simple: mientras más baratos lleguen los alimentos subsidiados por sus gobiernos a nuestro país, mucho mejor. Y si por fenómenos como los que hoy hacen subir el precio del trigo importado hacen subir también los alimentos que del trigo se derivan, hay que bajar los aranceles para evitar tales alzas.
El engaño de la rebaja de los precisos de los alimentos
Las críticas hacia la apresurada medida de rebajar los aranceles no solo han provenido de las organizaciones agrarias y campesinas –entre ellas CONVEAGRO- sino también de sectores industriales que se han visto perjudicados, pues mientras muchos de los productos importados no pagan arancel o si lo hacen es muy bajo, los insumos que utilizan los industriales peruanos pagan un arancel mayor. Es lo que se llama protección negativa.
Un empresario nacional lo grafica así: Un gran número de materias primas tiene ahora un arancel de 9 por ciento, mientras que el producto terminado tiene arancel cero. Esto significa que tiene protección negativa porque mientras los industriales locales tenemos que importar insumos y piezas pagando alguna tasa arancelarias para producir el producto final, el producto terminado importado no paga ninguna tasa”.
Es importante también dejar en claro los argumentos esgrimidos por el gobierno para justificar la rebaja arancelaria. Según la verborrea de Alan García, con esta rebaja se logrará también rebajar los precios de los principales alimentos, que como el pan, en las últimas semanas han incrementado su precio. De costar 10 céntimos, han pasado ahora a 15 o 20 céntimos.
Sin embargo, como siempre sucede en estos casos, y la realidad y las llamadas “reglas del mercado” se ha encargado de demostrarlo más de una vez, en este mercado que es controlado por los oligopolios, la rebaja de los alimentos termina siendo una gran mentira. O sino hay que recordar cuando en el año 1999, en la famosa salita del SIN de Vladimiro Montesinos, el respetable empresario Dionisio Romero negoció con el ex hombre fuerte de Fujimori la rebaja de los aranceles al trigo de 25 a 17 por ciento. Romero dejó de pagar más de 40 millones de dólares al Estado y el pan, los fideos y las harinas nunca bajaron de precio.
Pero en este mismo gobierno se dio una situación parecida. El año pasado, el 2006, ya instalado García en Palacio de Gobierno, se volvió a rebajar el arancel al trigo de 17 a 12%, y tampoco bajo el precio del pan. Ahora, se ha eliminado el arancel (0) a la harina de trigo importado y se ha rebajado en 9% al trigo en grano; y todos estos últimos meses hemos comprobado que todos los días el precio del pan no sólo no bajan sino que han subido.
Adiós Soberanía Alimentaria
De manera, que la rebaja de los aranceles no solo expresa el entreguismo total del gobierno de García a los grandes monopolios importadores, si no su desprecio por la producción agrícola nacional, que de hecho quiere destruir, desaparecerla para dejar el mercado totalmente libre de competencia para dar curso a su soñado TLC con los Estados Unidos.
El pueblo consumidor, termina siendo solo un pretexto para seguir engordando las arcas de los poderosos que hoy aplauden al gobierno de Alan García. Los productores agrícolas familiares y campesinos, que producen para el mercado nacional, tendrán que dejar de producir pues no podrán competir con los alimentos importados, sin aranceles y subsidiados.
En la lógica de un Alan García, cada vez más neoliberal, eso no es ningún problema, porque con el TLC supuestamente los productos extranjeros ingresarán más baratos al país y la población no tendrá de qué preocuparse, pues en los mercados encontrarán a bajos precios los alimentos que necesitan.
En conclusión, sin aranceles, con dólar cada vez más barato, con un TLC ad portas de ser ratificado por el Congreso norteamericano en medio del aplauso del gobierno y las transnacionales y unos pocos exportadores, el gobierno ha creado las condiciones para decirle adiós a la soberanía alimentaria. Sin embargo, los riesgos son tan grandes como la miopía de Alan García, pues cuando un país no es capaz de asegurar su propia alimentación queda a merced de las potencias productoras, y se vuelve más vulnerable. El reciente aumento del trigo en el mercado internacional así lo demostró, aunque el gobierno no quiera entenderlo.
La respuesta popular y la movilización social
Sin embargo, no tenemos ningún temor en afirmar que se equivoca el poder neoliberal agroalimentario, si cree que los productores, campesinos y los pueblos agrarios e indígenas, nos vamos a quedar con los brazos cruzados. Ahí está la lucha del pueblo y el campesinado peruano que se han venido expresando con los docentes universitarios, con las huelgas de los trabajadores mineros, de los productores colcaleros, y las luchas regionales, que han concluido con la II Jornada Nacional de Protesta del 8 de noviembre.
Y estas luchas van a continuar no solo para exigir al gobierno el cambio de la política económica y el modelo neoliberal, para luchar contra la corrupción que corroe por doquier al gobierno aprista, para combatir contra su política anticampesina y prominera, sino también para prepara las condiciones para construir una alternativa real desde el campo popular y campesino, que nos permita revertir el neoliberalismo entreguista y pro transnacional que encarna Alan García.