Si usted creyó alguna vez que el APRA era todavía un reformismo, aunque apaciguado o dormido, y que eso de los cambios inconsecuentes e inexistentes: eliminación de la renta básica y los services, libre desafiliación de las AFP, restitución de derechos laborales, etc., era debilidad ante los poderosos, les conviene leer el artículo del presidente Alan García, aparecido a tres cuartos de página en la edición del diario El Comercio del último domingo, bajo el título: “El síndrome del perro del hortelano”. Ahí verá que el cambio ideológico que se ha producido en el viejo partido y su avejentado líder es más profundo de lo que podía suponerse.
El artículo resume las posibilidades del Perú en los siguientes términos: (1) millones de hectáreas de madera selvática; (2) millones de hectáreas de tierra en poder de las comunidades; (3) riquezas mineras como en ninguna otra parte del mundo, explotadas al 10%, y posible petróleo y gas bajo las áreas protegidas; (4) mar hinchado de pesca y múltiples caídas de agua para la generación eléctrica; (5) millones de trabajadores por formalizar y alumnos por educar.
Un país potencial, al que se opondrían los adversarios de la modernidad, de las grandes inversiones trasnacionales, que podrían poner todo esto en valor: defensores de la Amazonía (que favorecen a los taladores clandestinos que se llevan la madera que podrían sacar las grandes empresas); promotores de los derechos comunales, que difunden la idea que no se debe tocar sus territorios, que podrían ser vendidos a inversionistas extranjeros; ambientalistas, agraristas y otros, que hacen campaña contra las inversiones mineras que apuntan al 90% del país que todavía no está explotado y de los posibles excavadores de los parques naturales, que han inventado lo de las comunidades no contactadas; organizaciones de pescadores artesanales, que no quieren que les coloquen redes gigantes de captura de peces cerca de las costas, que acelerarían la depredación del mar y los sacarían del trabajo; impulsores de derechos laborales, que impiden que las empresas contraten con beneficios reducidos; profesores mediocres reacios a ser evaluados.
García, que quiso forjar un Estado reformista en los 80, para regular al capital, y fracasó olímpicamente, pretende ahora un Estado de la inversión, cuya misión es allanarle el camino a los que buscan hacer grandes y aceleradas utilidades en el país. No seamos “perros del hortelano”, equivale a preguntarnos a todos: qué hacemos defendiendo propiedades, ambiente, derechos, cultura, cuando todo lo que tenemos se lo podría estar comiendo el hortelano trasnacional, con altos índices de inversión y crecimiento. El Perú de los recursos naturales es el del viejo mito de la Isla del Gallo, del guano y el salitre, del cobre y la harina de pescado, del oro y del gas. El país sin agricultura de alimentos, sin industria, sin tecnología, sin respeto por su propia historia, sin tradiciones, al que se llega desde afuera para aprovechar. Me pregunto si los apristas de la fundación reconocerían al APRA actual como su partido, y al gobierno de Alan García como su gobierno.