Llegó la hora de los privatizadores. Primero eran los saqueadores que lanzaban falsas alarmas para terminar de vaciar las casas de las víctimas cuando salían despavoridas. Después los ladrones de la ayuda, que se quedaban con algunas toneladas de alimentos, ropas y medicinas, sobre todo cuando eran productos nuevos, para ganarse alguito con la tragedia. Los terceros en la cola, eran los especuladores, esos que se amparan en el mercado para levantar los precios de los pasajes, los víveres, los materiales de construcción, etc., y según Indecopi no cometen ningún delito.
Finalmente ya están haciéndose notar los apropiadores de bienes públicos que son especialistas en desgracias. Vienen desde tiempo inmemoriales. Por ejemplo después de la guerra con Chile cuando se suscribió el Contrato Grace, que canjeó deuda por ferrocarriles, derechos sobre el guano, la navegación amazónica, las minas y el carbón, etc.; o después del desastre de García de los 80 que dio curso a la virtual venta del Estado por Fujimori. Hoy está a la mano vender Pisco, Chincha, Cañete e Ica y completar la modernización que tan bien ha respondido en los momentos difíciles de estos días, sobre todo tomando en cuenta la performance de Telefónica, Electrosur, Covi-Perú (concesionaria de la carretera) y otras, en la emergencia.
Escuchen a Bruce proponiendo conceder los servicios de agua potable de las ciudades afectadas, como si no hubiera sido suficiente el fracaso que ya produjo la privatización en Tumbes, de la cual fue promotor principal, y que ahora es criticada por todo el mundo. Lean también al director viajero de cierto diario promoviendo la concesión del aeropuerto de Pisco, que ya está concesionado y sólo falta entregarlo, lo que se demora por las resistencias de la FAP que es la propietaria verdadera y a la que Proinversión le pasó por encima. Claro que hubiera sido formidable que los aterrizajes con la ayuda, hubieran tenido que pagarle derechos a la empresa de los García Miró, que tienen otros ocho terminales aéreos ya en sus manos y no han invertido ni un cobre después de un año, tal como la concesionaria de la carretera está haciendo su agosto con el peaje que cobra a los vehículos que llevan la solidaridad y tampoco han invertido en casi dos años.
En el mismo periódico se reclama también que el puerto pisqueño pase a manos privadas y podríamos decir: ¿por qué no a un operador chileno, a ver si nuestros vecinos se ponen más flexibles con eso del mar, si controlan nuestros puertos y transporte de carga? Finalmente, se sabe que mañana entra en subasta el paquete de acciones de Cementos Lima, que aún queda en manos del Estado. Y, lo que debe ser cierto, es que los que compren no estarán pensando en la subida de precios que se viene con la reconstrucción. ¡Qué va! Aquí lo que los damnificados necesitan es que los exportadores ganen más con el TLC, y los privatizadores con las tarifas y las cementeras con las obras que hagan las regiones, los municipios y los particulares. Si a todo esto le ponemos un zar reconstructor, sacado de la experiencia de la CONFIEP fujimorista, la modernidad se habrá completado.