2007-07-25 00:00:00

El paro nacional agrario, la jornada nacional de protesta, así como las luchas regionales que se concentraron durante los días 11 y 12 de julio –y que algunas de ellas continuaron- no solo han sido contundentes, masivas, combativas, sino que condujeron al gobierno aprista a su peor crisis política a poco de cumplir su primer año de gobierno.

Ni la burda manipulación y desinformación de la gran prensa y la televisión incondicionales del gobierno han podido esconder la realidad de los hechos, que descolocaron no solo a un desesperado Alan García sino también a un cada vez más perturbado premier Del Castillo, que respondieron con torpes argumentos.

Su miopía los llevó a calificar las masivas protestas de “pequeños grupos aislados”, o de “comunistas que no quieren el desarrollo del país”, o en el colmo de paranoia chavista, a acusar de nuevo al presidente venezolano Hugo Chávez de financiar las protestas. Pero al mismo tiempo que pretendían descalificar la contundencia de las acciones de lucha, caían en el desparpajo de soltar los tanques y las fuerzas armadas a la calle.

Sin duda, al actual inquilino de Palacio de Gobierno y ex reo contumaz, no solo el peso le ha subido muchos kilos más; también ha crecido más su ego, tanto como su papada; y junto con ello, su prepotencia, autoritarismo, y su soberbia. Todo ello lo lleva a revelar lo hipócrita de sus poses conciliadoras que mostró al asumir el cargo, y le volvió a salir el Alan García de la “patadita”, aunque esta vez con su incontrolable lengua de la que salieron provocadores insultos como llamar “comechados” o “sinvergüenzas” a los maestros y a todos los que protestaban.

Es evidente que Alan García, que llegó al gobierno con el apoyo de la derecha neoliberal y el fujimorismo corrupto, no quiere entender aún lo que fue el mensaje central de las elecciones del año pasado. García cree que el miedo que desparramó la gran prensa y la televisión de la derecha ante la eventualidad de un gobierno diferente que ponga en riesgo sus privilegios, iba a durar toda la vida. García no termina de entender que una inmensa mayoría, sobre todo del interior del país, exigía, requería, demandaba, cambios en la política económica, hastiadas ya de un modelo neoliberal que solo ha profundizado su pobreza y exclusión.

En otras palabras, Alan García y el Apra, no terminan todavía de asumir que no representan a la mayoría del país, y esa ceguera es la que los ha llevado no solo a dar continuidad al neoliberalismo salvaje, a someterse total y abiertamente a los intereses de las grandes empresas transnacionales, a sus testaferros criollos, e hincarse totalmente a los dictados de la geopolítica política del imperialismo norteamericano. Sus ruegos para que Estados Unidos apruebe de una vez el TLC es solo una muestra de esa sumisión.

Así las cosas, Alan García y Del Castillo, alentados por la derecha y el fujimorismo, han pretendido aplacar la fuerza y la contundencia de las protestas sociales, populares y campesinas, descalificándolas y echándoles encima la policía y la fuerza armada. Son incapaces de comprender que estas protestas que los han puesto en crisis, no es sino la continuidad de lo que fue la contienda electoral del 2006, de la confrontación entre el cambio y el continuismo neoliberal. El gobierno se niega a entender que las protestas que han estremecido al país, siguen exigiendo cambio, pero cambio de a verdad, no el maquillaje o las caricaturas del mismo que pretende consagrar García.

Por lo tanto, la gran jornada nacional de protesta popular y el paro nacional agrario del 11 y 12 de abril, han tenido pues la virtud de expresar en las calles, en las regiones, en el campo, esas exigencias de cambio que el gobierno creyó dormidas y olvidadas. Más allá, por supuesto, de las semejanzas de estas jornadas con el contexto en el que se realizó el histórico paro nacional del 19 de julio de 1977 que marcó la derrota de la dictadura de Morales Bermúdez.

De manera que el gobierno está notificado: o deja de seguir gobernando para las minorías privilegiadas y las transnacionales, y cambia la política económica; o se atiene a las consecuencias. El pueblo, el campesinado, el movimiento social, a los que se unieron los principales partidos políticos de izquierda, socialistas, nacionalistas y patrióticos, ya han dado una primera muestra de unidad en la gran marcha y el mitin realizado el 11 de julio en Lima. Las regiones tampoco están dispuestas a seguir esperando.

La cuestión está planteada una vez más y se hace impostergable: cambio o continuismo; se atiende las demandas de las mayorías postergadas, o se sigue llenando las arcas de las minorías privilegiadas y las transnacionales. La tregua social de la que goza el gobierno puede que le sirva para anunciar cambios en el mensaje presidencial del 28 de julio. Si no es así, el pueblo ya ha demostrado que sabe cual es el camino.