2007-07-16 00:00:00

El 19 de julio de 1977, un contundente Paro Nacional marcó el punto de inflexión: el repliegue del gobierno militar del Gral. Morales Bermúdez. Una sucesión de huelgas sindicales, en la que fue clave una combativa huelga magisterial, y una oleada de paros regionales que remecieron al país, crearon las condiciones de aquel histórico Paro Nacional. Nadie duda de que cambió el rumbo del país al abrir paso a la convocatoria a la Asamblea Constituyente de 1978 y llevar a las FFAA de retorno a sus cuarteles, cuya cabeza terminó pactando con los mismos partidos tradicionales contra los que insurgió Velasco en octubre de 1968.

El cuadro era dramático: alzas continuas del costo de vida, una penosa combinación de recesión con inflación y sucesivos \"paquetazos\" de medidas económicas impuestas por el gobierno, que recomponía relaciones con sectores de los grandes grupos empresariales después de las nacionalizaciones de Velasco. El deterioro de las condiciones de vida de la gente alentó las protestas y la creciente represión del movimiento social hizo crecer su combatividad, sobre todo en el interior del país. La prepotencia del poder alimentó la indignación nacional. Se hizo famosa la burlona declaración de Barúa, ministro de Economía, al lanzar uno de los paquetazos de alzas de precios y tarifas acompañadas de una mísera compensación salarial: \"les alcanzará hasta para tomarse una cervecita…\". Cómo no evocar ahora el efecto de García llamando a los maestros ociosos comechados.

La década de los 80 restituyó el protagonismo de los viejos partidos y liderazgos que provocaron la crisis política del 68; Apra, AP, PPC. Aunque surgieron nuevos actores políticos que darían nacimiento a la Izquierda Unida y al protagonismo de nuevos sectores sociales, estos no lograron renovar la política, a lo que contribuyeron decisivamente el terror senderista y el acelerado desarrollo de la militarización del país con Comandos Político-Militares como poder paralelo al de la Constitución del 79. Al final del decenio, gracias a la hiperinflación galopante del gobierno de García, la corrupción generalizada, el flagelo del terrorismo senderista y de Estado, y el desprestigio total del sistema político, se instauró un gobierno cívico-militar basado en el trío Fujimori-Montesinos-Hermoza Ríos. La historia posterior la conocemos: minimización del Estado, privatización y extranjerización de la propiedad y control de nuestros recursos naturales y servicios públicos, desarticulación y destrucción de derechos laborales y sociales. En síntesis, la imposición de un capitalismo salvaje e inhumano y de una escandalosa y cruel desigualdad, con eliminación de derechos básicos.

Hoy, a 30 años del Paro Nacional que replegó al régimen militar, el país vuelve a ponerse de pie reclamando un cambio de rumbo. Pero no se trata de una situación de escasez y parálisis económica la que alienta la protesta social, pues vivimos épocas de crecimiento y abundancia. Se trata del hartazgo frente a la injusta concentración de la riqueza en pocas manos. Del cansancio de ser un mendigo sentado en un banco de oro. De la conciencia, que revelan las mismas encuestas, de sufrir un gobierno que no solo falta a sus compromisos electorales, sino que impone una política económica a favor de la clase alta y deja migajas al resto.

Es un grito de dignidad maltratada el que ha sacudido al país en los últimos tres meses, con paros en 11 regiones y numerosos sectores de trabajadores, estatales y privados en huelga, mientras se reactivan las organizaciones sindicales y los frentes regionales a lo largo y ancho del país, y aparecen los primeros esfuerzos por reagrupar las fuerzas políticas progresistas, nacionalistas, socialistas y de izquierda, que retoman vínculos abiertos con el movimiento social. De allí la jornada nacional de lucha del 11 pasado, el paro agrario y la vigorosa lucha de los maestros con enorme respaldo social y de autoridades regionales en provincias.

La Jornada Nacional y la huelga del magisterio nacional han sido respondidas con una vieja receta: militarizar el manejo de la protesta, perseguir, detener y enjuiciar dirigentes, infundir miedo. Quieren \"mano dura\" para los que viven diariamente con la mano dura del hambre, la inestabilidad, los salarios y sueldos de miseria, los servicios básicos negados y los derechos de negociación colectiva abolidos. ¡Qué absurdo pensar que así lograrán algún resultado!

El gabinete Del Castillo tiene los días contados. Su manejo del garrote y la mecedora no ha de resistir mucho. Deberá irse y García enfrentar el reto de cambiar de rumbo o que sea la lucha de la gente la que lo cambie. Su pacto con el fujimorismo y la derecha política y económica es con una política que la gente rechaza y le vuelve a manchar las manos de sangre de trabajadores, maestros y campesinos. La exigencia de cambio de rumbo puede terminar en la de un cambio de gobierno ante la intransigencia gubernamental y la noción –cada vez más clara en la mente de los peruanos– de que requerimos el cambio de un sistema político y económico excluyente y corrupto, abusivo e injusto que ya no se soporta más, puede cobrar forma en la exigida Asamblea Constituyente que muchísimos hombres y mujeres reclaman para devolverles el Perú a los peruanos y rescatarlo de quienes lo manejan en función de las transnacionales y los viejos grupos de poder. El fantasma del 19 de julio ronda Palacio, sin duda.