El ministro Raúl Diez Canseco, cuya fama se debe más que a otra cosa a su amor por Luciana, también hizo algunas otros movimientos. Una de ellas retirar al Perú de G-21, organizado en el seno de la Organización Mundial de Comercio OMC, para obligar a los países ricos, que subsidian su agricultura e imponen un sistema de protección de sus inversiones, a negociar con los exportadores emergentes que reclaman nuevas reglas en el mercado internacional. Lo hizo porque, según él, esta coalición por un comercio mundial más equilibrado, nos ponía en contradicción con Estados Unidos y podía ser un obstáculo para un Tratado de Libre Comercio. Peor aún, ordenó este retiro en forma vergonzosa dirigiendo la carta al Departamento de Estado de los Estados Unidos, y no a los socios que estaba abandonando. Ahí empezó la política del sí o sí, y no el día en que Toledo pronunció esa famosa frase, que ahora también es la favorita de Alan García.
Otro aporte luminoso del ministro, antes de caer en el escándalo, fue plasmado en la creación del ministerio de Comercio y Turismo, MINCETUR. El hombre era originalmente el ministro de Industrias, Comercio, Turismo e Integración MICTI, que por lo menos en el nombre, era todavía una poderosa herramienta del desarrollo. Tal como fue concebido debía ser el conductor no sólo del esfuerzo por elevar el valor agregado y la capacidad tecnológica de la economía peruana, sino de desarrollar los mercados (interno y externo) para su afirmación. Comprendía desde el área de industria básica, en la que el Estado tenía importante participación, manufacturas, pequeña y microindustria, comercio nacional e internacional, políticas de integración (Comunidad Andina - CAN) y al sector turismo.
¿Quién dejaría este enorme monstruo de cuatro cabezas, por el aparentemente restringido ministerio actual? Sin duda había uno: el yerno del propietario del restaurante Maracanu, el único autorizado en el aeropuerto y por tanto exclusivo beneficiario del decreto de Raúl Diez Canseco que exonera de impuestos a los restaurantes del espigón internacional. El tipo sabía que la industria ya no era prioridad estatal; que las contadas empresas grandes, estaban ahora todas en manos privadas y extranjeras, y no había la menor intención de hacer planes con ellas; que la PYMES se convirtieron en un asunto de “promoción del empleo” y se las entregaron a al ministerio de Trabajo; que el mercado interno era una quimera, en el esquema neoliberal y que la CAN ¿a quién le importa?
Esto dio origen al nuevo modelo. Un ministerio de los exportadores. Óigase bien, no de la exportación, sino de los exportadores, que rediseñe el país de acuerdo a los intereses de un pequeño sector y de la apertura hacia los grandes mercados, principalmente Estados Unidos. Sólo así se explica que el MINCETUR y sus equipos hayan podido negociar más tarde sobre agricultura, conservación forestal, medicinas, derechos laborales, reglas de inversión en el país, medio ambiente, etc., ignorando muchas veces la opinión de los ministros y responsables de los sectores, como le pasó al difunto Álvaro Quijandría en Agricultura y a la Zanneti en Salud. De pronto el ministerio económico más poderoso, resultó el de Comercio Exterior, como que a su cargo quedó el TLC. Claro que para entonces ya estaba al mando el gordito Ferrero, sobrino de medio mundo, abogado de lobby de negociaciones internacionales, para el que es indiferente el lado de la mesa que ocupa.
Efectivamente Ferrero hizo el ministerio que su tío quería y nos dejó el TLC en la línea del gol como decía Toledo, ofreciéndose a seguir a cargo. Pero ya Meche Araoz, se había metido por los palos. Tal vez haya sido una precursora. Porque cuando apareció en el debate de los técnicos de la segunda vuelta, como uno de los mudos floreros femeninos que colocó el APRA, todavía el candidato hacía declaraciones sobre la revisión del TLC y que no permitiría que afecte a miles de agricultores y campesinos. Pero Meche era una de las negociadoras a la que de alguna forma se le debe el documento contra el que hablaba García sin haberlo leído y luego aprobó también sin conocerlo. La Meche se dio cuenta que no había incompatibilidad. Y como había aprendido en MINCETUR aplicó la regla de que hay que llegar primero, hablar mal del amigo y pegarse al más fuerte. Debe ser por ello que llegó ministra, porque no se le conoce otros méritos.
También eso explica que haya permitido que le nombren “delegados presidenciales”, como De Soto o Lermor, para hacer lo que eran sus funciones. De hecho tampoco estaba claro qué funciones eran esas cuando ya el Congreso peruano había carpeteado el TLC antes de siquiera mirar su índice, y mientras el gobierno de Bush se iba enredando en la madeja de las elecciones parlamentarias que terminaron con la victoria de la oposición gringa, que centró como uno de sus blancos la política de acuerdos comerciales. La Araoz se pasó los primeros meses haciendo declaraciones torpes sobre Ecuador, Colombia, Bolivia y Venezuela, obligando a Del Castillo y García Belaúnde a rectificarla; y los meses siguientes ahondando la confusión con eso de que aquí lo que íbamos a ver, después de la victoria demócrata de reabrir la negociación, eran añadidos que se adjuntaban al TLC, mientras que en los EEUU iban a ser cambios en el documento principal. Esto trajo al lenguaje la idea de que estábamos viendo una “adenda” (agregado) cuando el documento que estaba en el Congreso tenía el nombre de enmienda, que significa que están volviendo a redactar el original.
Preguntada por el motivo porque se hacía discutir a la representación nacional a las carreras un documento que acababan de recibir y no podían haber leído y confrontado con la versión inicial del acuerdo, doña Mercedes Araoz, dijo candorosamente que su ministerio les había alcanzado un resumen. O sea que en el mejor de los casos, los congresistas botaron un “resumen” interesado, que les decía que todo era favorable y no se preocupasen. Así es como se fijan las decisiones que van a regir al país durante muchísimos años: una ministra distraída y unos parlamentarios que apoyan lo que se les dice que apoyen. El Perú no puede ser autárquico ha dicho también la susodicha, como si la opción de Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, que no quieren TLC ni ALCA; fuera la autarquía y no estuvieran desarrollando mercados en diversas partes del mundo, con un principio de mayor diversificación de compradores y vendedores, separación de las políticas internas de los tratos internacionales, integración sur-sur, tecnificación de sus producción interna.
Podríamos seguir, por ejemplo para analizar su presentación reciente en el Congreso que es una elementalidad absoluta y dónde no se dice ni una palabra de lo que hizo el Perú en esta etapa de reapertura de negociaciones, lo que propuso y dónde está consignado en las enmiendas. También sobre sus dos últimas semanas en Washington, que se cuentan como las de una persecución de parlamentarios gringos, esperándolos en la puerta de su despacho:
- Sir, yo soy la ministra de comercio del Perú.
- Perú, ah. ¿Y qué puedo hacer por usted?
- Aprobarnos el TLC, pe, con los cambios que quiera, pe.