La página web del USTR (United States Trade Representative; organismo encargado de la negociación de tratados internacionales de los Estados Unidos) ha retirado desde hace algunos días el texto del llamado Acuerdo de Promoción Comercial Perú-Estados Unidos, conocido como TLC. Quiere decir que para los gringos el documento original ya no existe. Igual que si a un contrato de dos partes, una de ellas da consentimiento y luego de un año la otra le devuelve el texto con enmiendas y le retira la firma. En ese momento obviamente caben dos actitudes: (a) la del sumiso que dice si usted me pide cambios en lo que ya estaba pactado, se los acepto y seguimos adelante, lo que revela una relación de poder que sin duda va a seguir pesando en el proceso de ejecución de este acuerdo; (b) la del digno, que anota que las enmiendas implican un nuevo contrato en el que ambas partes tienen el mismo derecho a plantear los cambios que les sean favorables. Cualquiera puede darse cuenta cuál es la actitud del gobierno de Alan García y, hoy día, comprobar la de la mayoría de la clase política peruana que se expresará en el parlamento.
Toda la negociación de Toledo fue marcada por las palabras del presidente al despedir a la delegación peruana que iba a Bogotá a iniciar las negociaciones: “se firma, sí o sí”. Esto que se trae al recuerdo constantemente, casi como una broma, equivalía en realidad a una directiva que significaba que al presentarse obstáculos en la negociación por la dureza de la otra parte, el Perú debía allanarse. Y se allanó tantas veces que los otros participantes de la negociación: Colombia y Ecuador, le perdieron toda confianza, porque los debilitaba en los temas más complicados como los agrícolas, propiedad intelectual, inversiones y algunos más. El final, en diciembre del 2005, fue además una cereza. Previamente las delegaciones colombianas y ecuatorianas se pararon de la mesa y consideraron inaceptable seguir negociando si Estados Unidos no flexibilizaba su postura. Los negociadores peruanos insistieron tratando de acordar en ausencia de los otros dos, pero no pudieron y tuvieron que retirarse. Nadie ha revelado lo que se estaba jugando ahí y que determinó que Colombia demorara meses en regresar y que Ecuador finalmente desistiera del TLC. Pero el equipo de Perú volvió a los pocos días, por indicación del gobierno, sin duda con la misión de pactar y “aprovechar” que estábamos quedando como el único de los andinos que tendría TLC. Pero durante 24 horas tampoco se llegó a acuerdo y hubo necesidad que PPK en persona se moviera a Washington a cerrar en el acto el proceso, saltándose toda resistencia, declarando que “no interesaba el contenido, sino el marco que se estaba definiendo”.
Cualquier aprista, hasta junio del 2006, hubiera dicho que ellos jamás habrían actuado con esta premura, debilidad, deslealtad y falta de trasparencia. Bastaría revisar las declaraciones de campaña de García para recordar cómo reprochaba a Toledo pasarse por encima de las otras fuerzas políticas y de las organizaciones sociales más representativas al no informarles del TLC; lo que implicaba bravatas sobre una revisión línea por línea del documento, el retiro de la firma si se apuraba la aprobación, la garantía a diversos sectores afectados de que haría modificaciones para preservar sus intereses, etc. Pero ya sabemos que discutir de promesas del actual presidente es casi intrascendente. Volvió a engañar a mucha gente, lo que quiere decir que muchos quisieron autoengañarse. Y él les pagó con el voto aprista a ojos cerrados por el TLC, hace exactamente un año, cuando ya tenía asegurada la presidencia, pero todavía estaba en funcione el congreso toledista.
Lo que debe sorprender, no es el descaro de García de servirse de cualquier cosa para llegar al poder y cualquier otra, aunque sea opuesta, para conservarlo, sino quizás el hecho de que haya entendido paso a paso que en esta negociación no cabía otra forma de hacerlo que en el estilo de Toledo. Hasta hace poco García pasaba por mundano, europeizante, algo afrancesado, y no se le conocía vocación de lustrabotas en Washington. Pero de pronto empezó a ensayar la de amigo de Bush, a la de presidente que vista parlamentarios gringos para convencerlos, a hablar de alianzas políticas globales y hacer espectáculo interno sobre la lucha antidrogas como le gusta a Estados Unidos. Fracasó con De Soto que se resistió al rol de mero lobbysta y se atrevió a hacer recomendaciones de enmienda, y escogió a un ex ministro de Toledo, empresario con intereses exportadores, para que se encargara del proceso de insistir que no había problema que el Perú se allanaba a las modificaciones y no proponía nada propio. En esas hemos llegado adonde estamos.
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Entre 2004-2006 nos dijeron que el TLC traía trabajo, promovía inversiones y modernizaba al país. En suma que era la globalización y que uno no puede ponerse contra ella. Y que garantizaba un ancla para que las políticas económicas quedaran fuera de los alcances de los giros electorales. En respuesta a todo ello dijimos que no se había hecho el balance adecuado de puestos ganados por exportación y perdidos por mercado interno y agricultura, y que lo más probable es que fueran muchos más estos últimos que los primeros.
También se advirtió que las únicas inversiones que van a venir al Perú son las referidas a explotación de recursos naturales (que llegan porque hay el recurso: oro en Cajamarca, gas en el Cusco, cobre en Huaraz, Apurímac, Tacna, Moquegua, pesca en Chimbote, azúcar en La Libertad y Lambayeque, por ejemplo) y eventualmente las de privatización (agua, carreteras, puertos, aeropuertos, etc.), que no dependen del TLC. Nadie espera inversión industrial o tecnológica, ni tampoco grandes recursos en la agricultura donde no hay mucha tierra libre que ocupar y hacer producir. La modernidad es un concepto relativo. Y en el Perú tenemos diferentes opiniones sobre la relación entre la cultura occidental actual (versión EE.UU.) y nuestra raíz andina. En todo caso lo que se nos viene es una imposición de la peor versión de occidente, en la peor opción norteamericana (maimización), y de las misma forma que en la conquista nos muestran los espejitos de la tecnología para convencernos que es lo que nos conviene.
La globalización, como ya está claro, es el rostro contemporáneo del imperialismo y frente a esto siempre ha habido gobiernos vasallos en los países que la gran potencia quiere mantener avasallados. Y la perpetuación del modelo económico no es sino el sueño neoliberal de la antidemocracia, donde el pueblo queda excluido de las decisiones que más afectan a sus vidas. El mismo que estaba contenido en la re-reelección, en la Constitución del 93 en su capitulo económico, de los Toledo y García fijando en las responsabilidades e la economía a la tecnocracia avalada por las finanzas mundiales. El TLC es el pacto del inmovilismo de la apertura, las privatizaciones, los contratos leoninos, el abuso continuado sobre los trabajadores, etc.
Pero ahora nos dicen que las enmiendas demócratas han salvado nuestras objeciones. ¿What...? Si no han siquiera rozado el tema agrario y el brutalmente asimétrico acuerdo de abrir nuestros mercados de alimentos a productos subsidiados, para que desaparezca nuestra producción de granos (maíz, trigo, cebada, arroz), justo cuando la tendencia mundial es a la suba de los precios de estos productos. Si no han variado el esquema que limita las decisiones legales del país a lo que podrían ser las objeciones de las empresas estadounidenses que se consideren afectadas en sus expectativas de ingreso. Si no han graduado el impacto de ingreso de productos que van a eliminar el precario aparato industrial nacional. Si sólo han conseguido reducir parcialmente el tiempo de patentes para productos farmacéuticos nuevos y agroquímicos, pero de todos modos nos hace retroceder de la situación actual. Si se sigue permitiendo las patentes de plantas. Y un largo etcétera.
En lo laboral las enmiendas propuestas por Estados Unidos todavía no han sobrepasado el aspecto e lo lírico: libertad de asociación, negociación colectiva, trabajo infantil, etc., pero se carece de instrumentos concretos. El Perú firma a cada rato declaraciones así, y no las cumple. En Estados Unidos puede tener algún significado mentar a la OIT, lo que debe ser una ganancia para el partido de Clinton, pero en nuestro país eso ya está gastado. Bastaría decir que mientras se ha hecho todo tipo de promesas en Washington de que los derechos laborales están recontra protegidos en el Perú, acá estamos entrampados en la ley del trabajo que va descomponiéndose con los días, por presión de los empresarios, sostenidos por el gobierno. Sería tonto decir que esto satisface lo que estaba demandando los trabajadores peruanos. Pero peor es el tema de lo ambiental, casi reducido a lo forestal, donde el resultado de la “preocupación demócrata” ha sido una larga enmienda que los convierte en inspectores y tutores de la Amazonía.
Nos dicen que son muy buenas las enmiendas demócratas pero no dejan leerlas y discutirlas. Es bueno porque es Americano decían nuestras abuelitas. Es decir les creemos porque viene de ellos. Por eso por ejemplo la certificación sanitaria de las carnes gringas para la alimentación la harán ellos y nosotros les creeremos, mientras para nuestros productos no bastan nuestros controles sino que ellos pueden paralizarnos y rechazarnos en aduana. Así es el mundo dirá Ferrero y Araoz sonreirá con cara de idiota.
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Ayer el centro de Lima era TLC. Los accesos a la plaza Bolívar estaban cortados por unas gigantescas rejas que las vi por primera vez durante la reunión del ALCA en Miami, donde los policías son bastante más robustos que los nuestros. Unos cientos de personas querían realizar una vigilia con velas dando entender su rechazo a la aprobación del TLC sin debate. Pero la libre circulación estaba prohibida porque el gobierno no quiere que en los Estados Unidos se enteren que aquí todos no pensamos iguales sobre el libre comercio y que no somos un sociedad de exportadores felices que aplaudimos el entreguismo de nuestros gobernantes y negociadores.
Las rejas marcan la distancia que se está erigiendo entre el pueblo y el régimen. Las provincias se incendian cada día. El martes fue Pucallpa y Huánuco. Pero la lista va en aumento constante y los impactos ya se están recibiendo en la conservadora Lima. Pero en Palacio celebran contratos, toman pisco y señalan que la economía está creciendo.
Entonces cómo vamos a parar el TLC, detenernos siquiera a reflexionarlo, debatirlo, aceptar la prórroga del ATPDEA que nos ofrecen los gringos. No señor. Con Estados Unidos sí o sí, y con los peruanos no y no.