Alentado por el contraste entre el discurso oficialista de que \"la economía crece como nunca\" y la triste realidad de las mayorías hambrientas -que siguen en la miseria y la marginación de siempre- sordamente, el malestar social cobra forma y voz propia. Lo alimentan el abuso y la arrogancia, el exceso de riqueza y la indiferencia de los nuevos 12 apóstoles –en su mayoría mineros y banqueros extranjeros o sus testaferros- que otra vez copan la mesa de Garci-mori y su gobierno. Y claro, echan leña al fuego, la escandalosa evidencia de un \"shock de inversiones\" convertido en un \"shock de coimisiones\" y un Congreso en que los escándalos de peseteros y aprovechadores se multiplican.
Desde abajo, se entrelazan movimientos y autoridades regionales con movimientos sectoriales de trabajadores y productores. Toman la forma de marchas y protestas, de huelgas y gente que ocupa plazas y carreteras en diversos puntos del país. Ancash y Loreto en pie de lucha, frente al centralismo gubernamental del candidato del \"cambio responsable\" convertido en garante de que no habrá cambio. Huánuco, que estuvo junto a los cocaleros que reclamaron atención a su problemática, económica y social, no simplemente policial. Las demandas de Arequipa, Tacna, Piura y Cajamarca frente a la insaciable sed de ganancias y la prepotencia minera.
Y los agricultores de Piura movilizados en las carreteras ante el incumplimiento gubernamental de pagar el reintegro a los algodoneros o exigiendo que los proyectos de irrigación otorguen tierras a quienes no las tienen y no a nuevos y crecientes latifundios; o los trabajadores mineros, recordándole al Presidente que ofreció eliminar los \"servis\" y restituir derechos laborales, pero que no lo ha hecho y que ya no están dispuestos a seguir esperando. No olvidemos a las enfermeras y trabajadores de salud. Es cansancio que se va convirtiendo en acción, ante el exceso de verborrea incumplida desde Palacio. Desencanto ante actas y compromisos que no se implementan como ocurre con las enfermeras o la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú que ha acordado reanudar su huelga nacional el 3 de julio, al concluir el plazo dado al gobierno.
Pero es desde el campo, donde se concentran los más altos índices de pobreza, que viene ahora el grito de los excluidos. Sin la atención de los grandes medios ni los reflectores de la televisión sometida al régimen y sus socios, en la simbólica Ayacucho, se realizó el 9 de mayo pasado el II Tupanakuy. o Encuentro de comunidades. Participaron la CCP, la CNA y CONACAMI, y estuvieron invitados el Presidente de CONVEAGRO y parlamentarios de zonas agrarias. Su debate llevó a la exigencia de un cambio de rumbo del país: una Asamblea Constituyente que abra paso a un nuevo régimen político, descentralista y con una verdadera democracia participativa que dé curso a un efectivo control de la gente sobre las autoridades, y que le permita al Perú recuperar el control sobre sus recursos naturales y beneficiar, con justicia, de la extraordinaria renta que generan para invertir en su desarrollo y progreso, sin agredir el medio ambiente ni maltratar al agro.
Demandaron –como medida inicial- se cumpla con el compromiso presidencial de aplicar un impuesto a las sobre ganancias mineras para invertir en educación, salud, saneamiento e infraestructura, y que se enfrente la aguda crisis que sufre el agro nacional. Ciertamente, los campesinos y productores agrarios no pasaron por alto el tema del TLC con los EE.UU. y exigieron que se proceda –como los demócratas lo han hecho en el país del norte- a la revisión integral del mismo por ser lesivo para los intereses de la mayoría absoluta de productores del campo y a los intereses del país.
El Tupanakuy acordó llamar a un Paro Nacional Campesino y Agrario para el 11 y el 12 de julio próximos. Y la reciente Asamblea Nacional de delegados de la CGTP, realizada con más de 400 delegados una semana atrás, acordó convocar a una Jornada Nacional de Lucha este 11 de julio, sumando fuerzas de movilización en las zonas urbanas al Paro Campesino y Agrario, y a la lucha que anuncian reanudar los mineros, junto con otros sectores sociales.
El Gobierno usa la escopeta de dos cañones. Por un lado, con su negociador estrella de Primer Ministro ofrece –en actas vagas e imprecisas- formulas insulsas e inconsistentes frente a demandas concretas que, en ocasiones, un movimiento social incipiente y desarticulado, acepta hasta que constata el fraude. Entonces, altanero al quedar descubierto, cree que criminalizando la protesta social y política, o militarizando su trato, podrá acallarla. Piensa, por ejemplo, que acallará la denuncia contra un TLC lesivo a los intereses del país procesando judicialmente –y desaforando- a los parlamentarios electos que protestaron en el mismo hemiciclo del Congreso contra la pantomima de sesión (que programó 120 minutos para un debate de 120 parlamentarios) en la que se impuso el TLC. Cree que así echará una cortina de humo a la traición del compromiso electoral de García, ya coronado Garci-mori en la segunda vuelta con los votos del fujimorismo y UN, que había ofrecido retirar la firma de Toledo si firmaba y revisarlo línea por línea.
Se equivoca. Se equivoca profundamente nuestro ilustrísimo Presidente y primer actor nacional. No son tiempos de teatro. Un exceso de ilusionismo puede conducir, en el mundo real, a una irritación creciente y a que la protesta cobre la forma de movimiento y se organice en alternativa y propuesta de cambio real. Que ello sea así, dependerá también de lo que hagan –unidos- los que afirman estar en la lucha por la justicia social y la transformación del Perú en una Patria para Todos.