Para entender la ruta que se ha seguido el gobierno aprista, incluso antes de asumir formalmente el poder –así como las respuestas de los distintos actores sociales- es importante tener en cuenta tres momentos, según la perspectiva de asesor técnico de la CCP, Víctor Torres Lozada.
Un primer momento, va desde el 4 de junio hasta el 28 de julio del 2006, fecha en la que Alan García asume el mando. En este pequeño lapso ocurren dos hechos de trascendental relevancia: el 27 de junio el Congreso de la Republica aprueba el TLC con los Estados Unidos; y el 27 de julio, se conforma el primer Gabinete, con prominentes figuras de la derecha que garantiza el continuismo neoliberal.
Sostiene Torres Lozada, que en esas semanas se diseñan los lineamientos básicos del proyecto de gobierno que va a impulsar Alan García y que se sustentan en la atracción a la inversión extranjera en especial la minera, en la consabida orientación neoliberal de exportar o morir, a la cual le añade Sierra Exportadora; y en el apoyo al sistema financiero en particular a las AFPs y la reducción del Estado con su coartada de austeridad fiscal.
En este mismo momento que se produce la crisis de ruptura entre el nacionalismo y la UPP, así como las renuncias públicas de las filas de Ollanta Humala de los conocidos topos como Carlos Torres y luego de Álvaro Gutiérrez, hechos que anunciaron de arranque las dificultades para poder dar inicio a la articulación de la oposición política al gobierno de Alan García, que debían permitir dar continuidad a la voluntad de cambio de importantes sectores de la población peruana que se expresaron en el proceso electoral nacional del primer semestre del año pasado.
Un segundo momento, agrega Víctor Torres, es el que está relacionado con la derrota del gobierno central en las elecciones regionales y municipales, que se realizaron a fines de noviembre del segundo semestre del año pasado; aún cuando Alan García, realizó todos los esfuerzos para que ello no suceda. Recordemos que en el mes de agosto del 2006 anunció sus llamadas 50 medidas descentralistas y en setiembre del mismo año, anuncio su promocionado shock de inversiones, que en realidad se ha terminado convirtiendo en shock de la corrupción.
Si bien es cierto que el proceso electoral regional y municipal no fue capitalizado por ninguna fuerza nacional opositora, también es cierto que el APRA, al ganar sólo dos gobiernos regionales de los 25 en disputa, revelaba que tanto como partido y como alianza de gobierno, vive un cuadro de ruptura con las regiones del interior del país, que ya se había manifestado en la primera y segunda vuelta electoral. Quizás esta misma situación de atrincheramiento en Lima metropolitana-Callao y su aislamiento en el interior del país, son las causas que pueden explicar en parte el hecho de que el gobierno de Alan Gracia, en respuesta a estos movimientos, ha redoblado su vocación centralista y autoritaria.
Y, un tercer momento, en el análisis de Víctor Torres, se produce ente abril y mayo del presente año, que se caracteriza por el retorno de la oposición social al escenario político, que combina movimientos sectoriales y regionales, que tiene la virtud de poner en evidencia de que siguen vigentes los problemas que motivaron la polarización política - social de los años anteriores y por tanto hace evidente las vulnerabilidades del gobierno.
De otro lado, en este momento, nuevamente se han reiterado los conocidos problemas del movimiento social: falta de centralización y conducción política. Sin embargo, a diferencia de otras fases de la lucha social en las últimas décadas, esta vez no podemos dejar de anotar la presencia de proletariado minero, que después de casi 20 años, vuelve a realizar una huelga nacional, que ha remecido los cimientos del poder minero.
A lo que hay que agregar que las demandas planteadas por luchas sectoriales y regionales que vienen produciéndose, tocan de manera directa los nervios centrales del modelo económico, político y social, que viene implementándose desde hace dos décadas aproximadamente.