Paros regionales de Ancash y Loreto; huelga minera y anuncio de nuevos conflictos ponen en aprietos al régimen
Han transcurrido 10 meses desde el 4 de junio, cuando en la segunda vuelta electoral, Alan García (52.4%) obtuvo un triunfo ajustado frente a Ollanta Humala (47.6%). Para alcanzar este triunfo, el APRA, no sólo contó con el apoyo decisivo de la derecha, del fujimorismo, del sistema neoliberal y del gobierno de Bush, sino también constituyó una alianza de gobierno coherente para dar continuidad a las políticas neoliberales del llamado Consenso de Washington y seguir implementado la inserción subordinada a los planes geopolíticos del gobierno norteamericano.
En este escenario, el APRA y la derecha neoliberal llegaron – en ese entonces - a la conclusión, de que con el triunfo electoral alcanzado en junio del año pasado, se habían sentado las bases para resolver el problema de gobernabilidad en el país; y que de ahí en adelante, lo que había que hacer era tejer las fuerzas de poder que sostengan el modelo neoliberal y generar el régimen político que garantice su continuidad, pero que sobre todo pueda enfrentar exitosamente cuando vuelvan a aparecer los llamados movimientos sociales antisistema.
Pues bien, luego de la llamada “luna de miel” y de unos primeros meses de relativa calma, estos movimientos sociales invisibilizados por el influjo de la prensa y la televisión, y por las estadísticas que daban un elevado nivel de aprobación presidencial, parecieron sacudirse de su letargo y reaparecer en el escenario político para malograr la fiesta de García y de su dócil mayordomo Del Castillo.
Aunque, a decir verdad, tampoco se trata de que el movimiento social haya estado tan ausente que digamos. No olvidemos que uno de los primeros conflictos que aparece en el escenario fue la lucha de los campesinos y ronderos de Combayo en Cajamarca, en donde el gobierno fuji-alanista, ya empezó a mostrar la patente de su carácter: mano dura y balas contra los que protestan, y allí se produjo la primera víctima de este gobierno, como lo fue el campesino Isidro Llanos. Pero eran todavía conflictos sectoriales, espaciados.
La protesta de las regiones
Hasta que llegó la gran primera gran batalla que una de las regiones le plantó a este gobierno: el paro de 48 horas del 11 y 12 de abril de la región Ancash, que para muchos tuvo –salvando las distancias- efectos parecidos a lo que fue el arequipazo durante el gobierno de Toledo, cuando pretendió privatizar las empresas eléctricas regionales.
Este paro fue contundente, total, con gente movilizada en las principales ciudades de la región como Chimbote y Huaraz; y a pesar de toda la campaña orquestada por los medios de comunicación para desprestigiar la protesta y a su presidente César Alvarez, no se puede dudar que fue exitoso. Por un lado, obligaron al gobierno a dialogar y luego a comprometerse a devolver el proyecto Chinecas a la región. Este proyecto fue entregado por Alan García al alcalde provincial del Santa, el fujimorista Guzmán Aguirre.
Luego del paro ancashino, surgieron nuevos anuncios de huelgas regionales, algunas de las cuales fueron suspendidas o postergadas, como en el caso de la región Cusco, que preside Hugo González. Pero no todos los presidentes regionales estaban dispuestos a ser condescendientes con el gobierno central.
Los diversos conflictos sectoriales que se sucedieron siguieron descolocando al gobierno, a tal punto que el inefable Del Castillo, se veía obligado a ensayar algunas respuestas, algunas tan cortas como su inteligencia. Después de muchos años se realizó una huelga nacional minera, se agudizó el conflicto de los productores cocaleros, se empezó a anunciar el paro agrario, vino el paro de 72 horas de la provincia de La Convención; y Del Castillo, empezó también a hablar de un complot político contra el gobierno.
Al cierre de nuestra edición no solo seguían las coordinaciones de diversos gremios agrarios y campesinos para la convocatoria del paro nacional, sino que se iniciaba un rotundo paro regional en Loreto, en protesta por el recorte de las de las exoneraciones; y otra vez, ya no solo Del Castillo, sino el propio García, repitieron el mismo libreto: es un paro político y producto de manipuladores profesionales que quieren desestabilizarlo.
De manera, que, aunque dispersos y sin el ánimo centralizador y unificador que requeriría la protesta regional y los reclamos sociales y gremiales, el panorama empieza a tornarse gris al gobierno de Alan García; muy a pesar, insistimos, de que cuenta con el apoyo de la gran prensa y sobre todo de la televisión, que ha perdido el sentido crítico que mostró con el régimen de Toledo. Parece que esta prensa solo se contenta ahora con tener de carnada a los corruptos congresistas y prefieren dejar tranquilo a García.
La respuesta agraria y campesina
Es en este contexto, que las organizaciones agrarias y campesinas que representan a uno de los sectores más golpeados, marginados y excluidos del proyecto neoliberal que encarna hoy Alan García y el Apra, han convocado al paro nacional agrario, campesino e indígena, y que tienen a la cabeza, además de la CCP, a otras grandes centrales nacionales como la CNA, las organizaciones indígenas de la selva, y a la que se han plegado otros sectores como los maestros bilingües.
Hay que precisar que esta nueva medida de lucha del agro nacional, tiene sus antecedentes en diversos hechos, como la reafirmación de la CCP, en sus 60 años, de seguir defendiendo la comunidad campesina, en la orientación de tierra y poder; de eventos como el II Tupanakuy de Ayacucho que convocó además a la CNA y CONACAMI; así como al hecho de que la CGTP haya decidido sumarse a la protesta con una jornada nacional de movilización.
Una conclusión que nos deja el momento político y social actual, es que el gobierno neoliberal nacido de la segunda vuelta electoral, cargado de un alto triunfalismo que a su vez es acicateado por el clásico exitismo de Alan García, confundió la legalidad que le otorgó la segunda vuelta, con el hecho de que se habían alcanzado las condiciones políticas y sociales para resolver la intensa polarización político social que se expresó en el proceso electoral nacional.
Probablemente, esta percepción de la derecha neoliberal y del Apra, se alimentó del pesimismo que se instaló en las filas de la izquierda y de la intelectualidad de centro izquierda como consecuencia de no haber logrado salir de su marginalidad política, pero sobre todo del hecho de que en esos momentos ya se comenzaron a avizorar - con suficiente nitidez - los problemas de crisis que existían entre las fuerzas nacionalistas que encabeza Ollanta Humala.
Sin embargo, queremos anotar que el gobierno que conduce Alan García, más temprano que tarde, se encontró con una realidad diferente a las tesis y conclusiones que formuló a inicios de su gobierno. Y todo indica que la ola de la protesta social y gremial, se incrementará en los siguientes meses, y García tendrá que echar mano a otras artes y sortilegios para seguir encantando a la derecha y a su prensa adicta, pues su régimen empieza a hacer agua. El 11 y 12 de julio será un buen termómetro.