Historia de un luchador social

2003-10-17 00:00:00

Caminante no hay camino, se hace camino al andar

Me pides una síntesis de mi vida, creo que lo interesante de ella son
las lecciones que aprendí en la diversidad de situaciones importantes
que tuve la suerte de vivir, desgraciadamente eso no se puede
trasmitir en una síntesis. Si salgo vivo de la actual aventura, tengo
que cumplir con eso, que es la tarea que me dio la Federación
Departamental de Campesinos del Cusco (FDCC) en su último congreso.
Ahora te envío un resumen apretado, muy apretado, puesto que como ya
tengo 67 años he vivido mucho. Nací en el Cusco, Perú, en 1934. Viví
entre el campo
quechua y la ciudad castellana. El 51 participé en la conducción de
una huelga del colegio en que estudiaba para botar al director tirano
puesto por el gobierno de facto del general Odría; triunfamos.

El 52 hubo una huelga de la Universidad Mayor de San Marcos, Lima,
para que el rector renuncie. El movimiento se extendió a varios
lugares del país. Una bomba lacrimógena explotó cerca a mi cara y me
desolló toda ella. Ese movimiento también triunfó, terminó con el
suicidio del rector Dulanto. El 53 participé en la direccón de un
periódico del alumnado, el que nos defendió en forma activa de la
represión del director. El 54 viajé a Argentina para estudiar
agronomía. Ahí pude conocer los movimientos de izquierda peruanos, lo
que en el Perú, para un estudiante secundario, era difícil. Actuaba
en el Centro de Estudiantes Peruanos de La Plata. Participé en las
movilizaciones de rechazo al golpe imperialista en Guatemala. Contacté
con un grupo trotskista obrero e ingresé en él. Dejé la universidad y
me fui a la fábrica, porque comprendí que debido al latifundismo que
entonces imperaba en el Perú, mis opciones como agrónomo iban a ser
servir a un latifundista o convertirme yo en uno de ellos. Por otra
parte, el marxismo de esa época me convenció de que la clase obrera
era la vanguardia indiscutible. Desde el interior de la clase obrera
me tocó participar en el movimiento de resistencia proletaria al golpe
pro-yanqui de 1955 contra Perón, golpe apoyado por el estudiantado y
la clase media. Luego, el partido y yo decidimos que debía retornar al
Perú. Hice eso, fui a Lima, principal centro industrial, donde
reorganizamos un grupo trotskista e ingresé como obrero. Tuve que
abandonar la fábrica y Lima debido a la persecución de que era objeto
nuestro grupo a raíz de una gran movilización de la que fuimos uno de
cuyos organizadores, de rechazo a la visita del entonces
vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon.

Retorné al Cusco, donde organicé a los niños vendedores callejeros de
diarios, fui como delegado de ellos a la Federación de Trabajadores
del Cusco. Allí y en una comisaría contacté con los campesinos de la
zona semiselvática de La Convención, a quienes vi como la vanguardia
de la lucha en el departamento y me convertí en campesino de la zona,
en la hacienda Chaupimayo. El sistema de trabajo en la zona, como en
casi todas las haciendas del país, era el de colonato servil, el
hacendado daba una parcela de tierra al campesino en usufructo; a
cambio de esto el campesino se convertía en siervo del hacendado. En
un principio la lucha era sólo por lograr mejores condiciones de
trabajo y se desarrollaba en el terreno legal. Algunos hacendados
aceptaban discutir con los campesinos, otros se negaban a hacerlo.
Ante esa negativa y por la extensión del movimiento que llegó a formar
la Federación Provincial de Campesinos de La Convención y Lares
(FEPCACYL), se incrementaron las acciones colectivas, como marchas,
mítines, paralizaciones de toda actividad en la provincia por uno o
dos días, etc. Luego, en algunas haciendas donde
el patrón era intransigente, entre las cuales estaba Chaupimayo, se
declaró la huelga que consistía en no trabajar para el hacendado, pero
continuar trabajando la parcela usufructuada por los campesinos. En
Chaupimayo, luego de 9 meses de huelga en la que el patrón no quiso
negociar, explícitamente decidimos que ésta se convertía en reforma
agraria, es decir, que las parcelas se convertían en propiedad de los
campesinos, quienes ya no volverían a trabajar para el hacendado.
Cuanto más crecía el movimiento más se radicalizaba , los nuevos
sindicatos desde el día de su formación dejaban de trabajar para el
hacendado. El gobierno, por demagogia, sacó una ley de reforma agraria
sólo
para La Convención y Lares pero no la aplicó, el campesinado declaró
la huelga general hasta que el gobierno aplicara dicha ley, el
gobierno inició la represión, ante esto el campesinado decidió
defenderse y me encargó la preparación y luego la dirección de la
resistencia armada. Luego de algunos choques, el grupo de autodefensa
armada fue derrotado y nos encarcelaron. Sin embargo el gobierno
comprendió que si ante el inicio de la represión el campesinado
contestó con la resistencia armada, éste iba a brotar con renovados
bríos y más extendida si se obligaba a los campesinos a volver a
trabajar para los patrones o se intentaba expulsarlo de la tierra. Por
eso se vio
obligado a reconocer de hecho la reforma agraria, pero sólo en esa
zona del país.

El campesinado del resto del Perú, a pesar de las masacres, continuó
luchando contra el sistema de haciendas, de modo que el gobierno de
Juan Velasco Alvarado se vio obligado a dictar la ley de reforma
agraria para todo el país.
Bajo el gobierno anterior a Velasco habían pedido la pena de muerte
para mí, sin embargo, en privado me ofrecieron deportarme si me hacía
el enfermo, para que no asistiera a la audiencia o proceso público.
Naturalmente me negué, pues hubiera sido una traición no denunciar
públicamente el sometimiento y servilismo represivo del Estado a los
hacendados. No se atrevieron a sentenciarme a muerte, me dieron la
pena inmediata inferior, 25 años de cárcel.
En el tribunal superior volvieron a pedir la pena de muerte, pero la
campaña de solidaridad nacional e internacional impidió que ésta se
ejecutara y ratificaron la condena a 25 años. Ahí escribí mi libro
"Tierra o Muerte".

El gobierno de Velasco me ofreció la libertad si yo me comprometía a
trabajar con él en su reforma agraria, contesté que prefería cumplir
la condena de 25 años. Tomé esta actitud porque sabía que la reforma
agraria de Velasco, aunque progresista, pues eliminaba el latifundio,
iba a ser burocrática, dictada desde las oficinas, sin consulta al
campesinado. Sin embargo, como hubo algunos presos revolucionarios
que aceptaron trabajar para el gobierno, tuvo que darnos libertad a
todos para poder usar a quienes aceptaron. Como ya en libertad yo
continuaba negándome a trabajar para el gobierno, me prohibieron ir al
campo y posteriormente me deportaron a México en 1971. De este país
viajé a Argentina, donde antes de un mes me encarcelaron, el motivo no
explícito fue mi pasado en el Perú. Luego de unos meses, por presión
de la solidaridad me enviaron a Chile en 1972. En Chile de Allende
escribí artículos para una revista de EEUU y colaboré en la actividad
del "cordón industrial" (sector fabril) de Vicuña Maquena, donde
dirigí su publicación "El Cordonazo". Después del golpe de Pinochet me
refugié en la embajada sueca. En vista de que no había país en
Latinoamérica que me recibiese, tuve que aceptar el asilo que hacía
tiempo me ofrecía Suecia.

Cuando en el Perú hubo cambio de gobierno en el 75 por un golpe dentro
del golpe, me permitieron volver, pero
a los pocos meses nuevamente me deportaron. Mi militancia durante los
5 años que viví en Europa, fundamentalmente en Suecia, fue la campaña
de solidaridad, principalmente con Chile, pero también
con Latinoamérica en general. Con ese motivo recorrí todo Suecia, casi
toda Europa Occidental, Canadá y 40 ciudades de EEUU. Era la época en
que el presidente norteamericano, Carter, se llenaba la boca hablando
de Derechos Humanos. Por lo tanto, el tema de mis conferencias en ese
país fue "Carter y los Derechos Humanos en América Latina",
denunciando el rol del imperialismo yanqui como vanguardia del
aplastamiento de los DDHH en nuestros países. Luego, gracias a una
fuerte huelga general en el Perú, el gobierno militar se vio obligado
a convocar a elecciones para Asamblea Constituyente. Mis compañeros
lanzaron mi candidatura y el gobierno tuvo que permitir mi retorno. El
régimen permitió el uso de espacios gratuitos en la TV a los
candidatos, usé el mío para propagandizar la huelga general convocada
por la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP); esa
misma noche me agarraron y deportaron a una prisión argentina del
gobierno militar. Luego, nuevamente, gracias a la solidaridad
internacional, me permitieron viajar a Suecia. Las elecciones en el
Perú se realizaron mientras estuve en Europa. Resulté electo con la
mayoría de votos de la izquierda y el tercer lugar en el país. Aún
electo no me permitían volver al Perú, de modo que inicié una gira de
denuncia por Europa. El gobierno comprendió que más daño le hacía
afuera que adentro y me permitió retornar. En la Asamblea
Constituyente no permitieron el debate
de mi Proyecto de Constitución. La principal labor de los
izquierdistas en ella fue la defensa de los sectores populares contra
la represión. Demostrando que lo de la inmunidad parlamentaria no eran
más que palabras, un militar, nombrado por el gobierno de facto como
jefe político regional, me hizo detener para impedir mi asistencia a
un mitin campesino al cual fui invitado. Al año siguiente ingresé al
parlamento como diputado por Lima. Fui paleado por la policía en
repetidas oportunidades en que participé en marchas populares. En una
de ellas tuvieron que hospitalizarme por los golpes recibidos en la
cabeza. Todos los proyectos de ley que presentábamos los izquierdistas
eran rechazados. Fui suspendido durante tres meses por denunciar como
masacrador al jefe político-militar de Ayacucho, la zona más castigada
por la represión.

Luego de terminado ese período parlamentario (80-85) no me presenté
como candidato y me dediqué a cumplir
con mi cargo de dirigente en la Confederación Campesina del Perú
(CCP). Me trasladé al departamento altiplánico de Puno, donde estaba
desarrollándose un proceso de recuperación de tierras por las
comunidades campesinas, quienes rescataban las tierras de manos de
empresas supuestamente colectivistas creadas por la reforma agraria de
Velasco, que en realidad eran gigantescos aparatos burocráticos que
oprimían al campesinado en provecho de un puñado de burócratas.
Participé nuevamente en forma activa en la lucha por la tierra.
Posteriormente fui al departamento de Piura, en la costa norte, a
colaborar con los organismos de autodefensa y justicia creados por el
campesinado de la zona llamados "rondas campesinas". Luego fui enviado
por la CCP a la selva, al departamento de Ucayali, a colaborar en la
realización de una huelga prolongada. El gobierno de Alan García
ordenó la masacre del mitin realizado al finalizar la huelga, vi caer
compañeros a mi derecha e izquierda. Luego me apresaron y golpearon
hasta el cansancio y me hicieron desaparecer. Afortunadamente me vio
un compañero campesino que comunicó inmediatamente a la CCP, la que el
mismo día difundió la noticia por el mundo. Otra vez más me salvó la
vida la solidaridad internacional.

En las elecciones de 1990 me presenté como candidato a senador y fui
electo. El dinero de mi sueldo lo destinaba al partido cuyo miembro
era, al pago de una secretaria para la CCP y a los viajes al interior
del país exigidos por el
campesinado afectado por la contaminación de la minería, ya que fui
miembro de la Comisión de Medio Ambiente en el Senado. Los proyectos
de la izquierda continuaban siendo aplastados por la mayoría,
sirviente de los opresores.
Antes de dos años Fujimori hizo el autogolpe que disolvió las cámaras.
Yo, que estaba condenado a muerte por el gubernamental Servicio
Nacional de Inteligencia y por el grupo ultraizquierdista Sendero
Luminoso, me vi obligado a salir del país y venir a México para vivir
con mi compañera y mis dos últimos hijos. Visitaba el Perú algunas
veces, estuve en los congresos de la CCP y de la Federación
Departamental de Campesinos del Cusco (FDCC), uno de cuyos fundadores
soy.

Participé en la reunión de Chiapas "Por la Humanidad, contra el
Neoliberalismo". En 1997 retorné al Perú. En la primera época a
Chaupimayo y luego a la ciudad del Cusco, desde donde era más fácil
desplazarse a todas las comunidades campesinas del departamento del
Cusco. Mi domicilio permanente está en el local de la FDCC. Esta es la
tarea que estuve desarrollando en los últimos años. Participé
fundamentalmente en la campaña por la democratización de los
municipios rurales para que éstos ya no sean gobernados por el alcalde
sino por
las asambleas de los delegados de las comunidades campesinas y los
habitantes urbanos de los pueblos, como sucede en el distrito de
Limatambo cuyo alcalde es el compañero Wilbert Rozas. Además me
invitaron a eventos internacionales en Bolivia, Paraguay, Ecuador,
Brasil y, a principios de este año al Foro Social Mundial.

Últimamente me di cuenta de que las comunidades campesinas están
siendo despojadas de sus tierras por leguleyos y que sólo se defienden
en el terreno legal donde tienen todas las de perder, pues no cuentan
con dinero, ni tiempo, ni influencias. Como viejo que soy, he vivido
etapas de lucha colectiva extralegal, por esto consideré mi obligación
volcar esa experiencia al campesinado actual. Para esto tenía citas
con comunidades de altura. Por eso consideré que no podía faltar a
esas citas y estando enfermo viajé para cumplir con ellas. Fue en ese
viaje que tuve los golpes que me produjeron mi actual mal. Tengo el
consuelo de que los compañeros con quienes conversé iniciaron la
recuperación de tierras. Hace mucho tiempo que no ocupo ningún cargo
de dirección nacional ni local, no creo en los dirigentes eternos ni
creo que sea necesario ocupar algún cargo para trabajar por la
organización. Escribo folletos para trasmitir mis experiencias,
especialmente al campesinado. A inicios del mes pasado se realizó el
noveno congreso de nuestra querida FDCC, sentí que aún estando enfermo
no podía salir del Cusco sin participar en él, los
compañeros campesinos tuvieron la amabilidad de nombrarme Presidente
Honorario de la Federación y me pidieron que deje de activar como
cuando era joven, lo mismo me pidieron en Lima los dirigentes de la
CCP. Todos ellos me dijeron: "Déjanos eso a nosotros los jóvenes, tu
tarea es escribir sobre tus experiencias antes de morir". Espero salir
de mi mal vivo y coherente, para hacer por lo menos lo que esperan de
mí mis compañeros campesinos.

México, setiembre del 2002

HUGO BLANCO GALDOS