El día de la bestia. La hora señalada

2005-11-11 00:00:00

Nos desprecian por ser indios. Nos persiguen por ser soñadores.

Nos atropellan por exigir respeto. Nos señalan por ser libres.

Nos codician por preservar nuestros ricos territorios.

Nos juzgan por querer vivir como queramos. Nos amenazan

por ser honestos. Nos asesinan por estar decididos

a recuperar lo que nos pertenece.

Medellín, noviembre 10 de 2005

Los espíritus de nuestros abuelos nos enseñaron a hacer valer nuestros
derechos, nos enseñaron que la tierra no es nuestra ni de nadie porque se
pertenece a sí misma. Nos dijeron que somos sus guardines y que debemos
preservarla porque de sus frutos depende no solo nuestra vida sino la de
todo un país. Es por eso que los Pueblos Indígenas hemos venido realizando
acciones de recuperación de los Territorios ancestrales a lo largo y ancho
del país, que nos fueron hurtados y entregados a manos de hacendados,
narcotraficantes, políticos y multinacionales que han reducido al
desprecio a sus anteriores habitantes.

A raíz del Mandato Indígena emanado del congreso de los Pueblos el año de
2001, los 85 Pueblos Indígenas a nombre de los millones de colombianos
despreciados decidimos recuperar los territorios y ponerlos a producir:
comida para los hambrientos, aire para los desahuciados, agua para los
sedientos. Sabíamos que no sería fácil porque a la clase dirigente de este
país su marchito corazón no le permite entender que la democracia se
construye con el otro y no sobre el otro. El día de ayer BELISARIO TAMAYO,
un hombre que soñaba con ser algún día tan sabio como su abuelo, fue
asesinado por las balas de la policía cuando junto a más de dos mil
indígenas Nasa del departamento del Cauca estaban recuperando la hacienda
Japio, junto a él otros tres compañeros indígenas fueron heridos también a
bala, muchos más afectados por los desmanes de la policía y otro fue
detenido.

Así como se están agotando las hojas en las que hemos escrito los nombres
de los hermanos indígenas que han sido asesinados a manos de los actores
armados, del estado, nuestra paciencia se está agotando, a tal punto que
aprendimos a callarnos el miedo y marchar en la oscuridad, plagada de
sombras, de armas, de calumnias. No daremos marcha atrás, si es necesario
ofrendar hasta la última vida del último indígena en aras de recuperar la
tierra lo haremos. Ese día, señor presidente, sobre su conciencia recaerá
el llanto de los niños huérfanos y los gritos desoladores de las viudas.
Cuando decida sentarse a hablar con nosotros ya será muy tarde porque ese
día ya no tendremos nada que hablar con usted.

Señor presidente, sobre nuestra sangre no va a levantar su perverso sueño
de hacendado, sobre nuestra sangre se cimentara su condena. Ahora y
siempre. Nos estamos armando: de rabia, de dolor, de paciencia y sabiduría
porque sabemos que el día señalado está por venir. Ya lo verán.

COMITÉ EJECUTIVO OIA