México: El Ejercito Zapatista de Liberación Nacional anuncia sus siguientes pasos

2013-01-08 00:00:00

Al pueblo de México:
A los pueblos y gobiernos del mundo:
Hermanos y hermanas:
Compañeros y compañeras:
 
El pasado 21 de diciembre del 2012, en horas de la madrugada, decenas de miles de indígenas zapatistas nos movilizamos y tomamos, pacíficamente y en silencio, 5 cabeceras municipales en el suroriental estado mexicano de Chiapas.
 
En las ciudades de Palenque, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo y San Cristóbal de las Casas, los miramos y nos miramos a nosotros mismos en silencio.
 
No es el nuestro un mensaje de resignación.
No lo es de guerra, de muerte y destrucción.
Nuestro mensaje es de lucha y resistencia.
 
Después del golpe de estado mediático que encumbró en el poder ejecutivo federal a la ignorancia mal disimulada y peor maquillada, nos hicimos presentes para hacerles saber que si ellos nunca se fueron, tampoco nosotros.
 
Hace 6 años, un segmento de la clase política e intelectual salió a buscar un responsable para su derrota. En aquel tiempo nosotros estábamos, en ciudades y comunidades, luchando por justicia para un Atenco que no estaba entonces de moda.
 
En ese ayer nos calumniaron primero y quisieron acallarnos después. Incapaces y deshonestos para ver que en sí mismos tenían y tienen la levadura de su ruina, pretendieron desaparecernos con la mentira y el silencio cómplice.
 
Seis años después, dos cosas quedan claras:
 
Ellos no nos necesitan para fracasar.
Nosotros no los necesitamos a ellos para sobrevivir.
 
Nosotros, que nunca nos fuimos aunque así se hayan empeñado en hacerles creer los medios de todo el espectro, resurgimos como indígenas zapatistas que somos y seremos.
 
En estos años nos hemos fortalecido y hemos mejorado significativamente nuestras condiciones de vida. Nuestro nivel de vida es superior al de las comunidades indígenas afines a los gobiernos en turno, que reciben las limosnas y las derrochan en alcohol y artículos inútiles.
 
Nuestras viviendas se mejoran sin lastimar a la naturaleza imponiéndole caminos que le son ajenos. En nuestros pueblos, la tierra que antes era para engordar el ganado de finqueros y terratenientes, ahora es para el maíz, el frijol y las verduras que iluminan nuestras mesas.
 
Nuestro trabajo recibe la satisfacción doble de proveernos de lo necesario para vivir honradamente, y de contribuir en el crecimiento colectivo de nuestras comunidades.
 
Nuestros niños y niñas van a una escuela que les enseña su propia historia, la de su patria y la del mundo, así como las ciencias y las técnicas necesarias para engrandecerse sin dejar de ser indígenas.