Encuentro Internacional de Mujeres y Pueblos de las Américas contra la Militarización

Bolívar: En Simití los sueños vencen la guerra

2010-08-24 00:00:00

Simití, un municipio del departamento de Bolívar, se ha convertido en la esperanza para muchas familias campesinas y afrocolombianas, pero para otras en su destrucción. Quienes nada tienen, lo tienen todo y quienes han querido tenerlo todo han quedado en la ruina. Esta corta, pero compleja historia la cuenta una señora de la Vereda San Luis de este municipio: allí vive con su familia, aparentemente tranquila, pero con la incertidumbre que nuevamente la guerra le haga perder todo, como ya lo perdió una ve
 
Fue hace un par de años cuando la guerrilla la desterró de la Vereda el Piñal, donde todo lo tenía y todo lo perdió en menos de una semana, “perdí todo: la casita, el pedacito de tierra, la cosechita, la canoa, los marranos, las gallinas, la tranquilidad”… Todo lo que había obtenido en toda su vida con mucho tesón de campesina aguerrida para sacar adelante su numerosa familia de siete hijos. “Apenas quede con mis hijos y mi marido… la guerrilla llegó y nos dijo que si no estábamos con ellos teníamos que abrirnos, o si no ellos nos quitaban del medio… en menos de dos días cogí camino…”, recuerda.
 
Hasta hace un año la zona estuvo muy complicada por el conflicto, los paramilitares azotaron la región sin piedad, desterraron familias enteras, doña María recuerda que las últimas 80 familias, salieron hace apenas seis meses, cometieron masacres e intimidaron a la gente para que estuviera de un lado, “no les convenía tener gente en su contra”, dice esta humilde mujer. Pero a costa de su objetivo, los armados pusieron a las familias contra las cuerdas, en medio del fuego cruzado. En tales circunstancias no era extraño ver ríos de gente huyendo de la presión armada, las masacres se convirtieron en el látigo de los pobladores y casi que algunas personas se acostumbraron a ello; “a mi ya no me da miedo, hemos visto tantas…”, dice otra paisana de doña María, que vive en San Pablo.
 
Doña María dice que mucha gente se desplazó de sus veredas a San Pablo, Simití y Córdoba, unos por miedo, otros por falta de trabajo, pues a la par del conflicto llegó otro cáncer a Simití, la siembra de Palma Africana. Allí la gente vive de la pesca, son agricultores, pero con la implementación de cultivos de palma africana la gente ha quedado sin trabajo y sin tierra, Los empresarios llegaron ofreciendo hasta dos millones de pesos por hectárea que antes valía diez mil. Las opciones de cultivar han menguado drásticamente a raíz de los monocultivos. Muchos campesinos vendieron su tierra unos por voluntad, otros amenazados o vendían su tierra o se la echaban encima para tapar las heridas de las balas. De tal tamaño eran las amenazas.
 
Pero primero las empresas palmeras llegaron con ofertas onerosas: trabajo, mejores alternativas de vida, quienes no quisieran vender sus propiedades recibirían un alto porcentaje de arriendo… en fin promesas que se fueron en vano, recuerda doña María, los palmeros incumplieron y la gente quedó sin trabajo y sin tierra, “tarde se arrepintieron”, dice. A quienes intentaron reclamar a los empresarios, los paramilitares les advirtieron que en el cementerio encontrarían tierra barata. Los empresarios más diplomáticos advirtieron a los campesinos que el precio de la palma estaba por el piso, que nadie compraba y que no había para pagarles el arriendo, que la palma les da perdida, que van a vender… pero la gente que conocía el accionar paramilitar huyó despavorida; los escasos diez trabajadores que accedieron a empleo en las empresas reciben 20.000 pesos diarios, sin ningún tipo de seguridad social…
 
Además de la presión territorial, los paramilitares obligaban a la gente a votar, con un fusil, en 2006, muchos campesinos tuvieron que votar por el entonces candidato reelecto Álvaro Uribe. En ello coincide toda la delegación de Simití, que estuvo presente en el Encuentro Internacional de Mujeres y pueblos de las Américas contra la militarización que se realiza en Barrancabermeja hasta el próximo 23 de mayo. Este relato breve, pero contundente da cuenta del diario vivir de las comunidades en medio del conflicto y de lo complejo que ha sido su desarrollo en esta región del Magdalena Medio, especialmente en Simití, un municipio en límites entre Bolívar y Antioquia, bañado, en su margen izquierdo por el imponente río Magdalena, pero también da cuenta de la dignidad de su gente, de su diversidad, de su intensidad de sentir y vivir la vida, y del inmenso anhelo de construir paz y justicia de quienes como las más de dos mil mujeres que asisten al Encuentro provenientes de distintos pueblos del Continente Abya Yala.
 
Si bien en la zona persiste la guerra y los intereses oscuros de mantenerla, también persiste la esperanza, además de iniciativas de resistencia, hay proyectos de vida y proyectos productivos que se han convertido en la esperanza de campesinos como doña María y muchos otros que encuentran en ellos un aliciente. Doña María cuenta uno de ellos, pero dice que hay más en la zona.
 
Se trata de la Asociación de Pequeños Productores Alternativos de Simití, que promueve ayuda de soberanía alimentaria, capacitación y apoyo para cultivos de pancoger, aspectos que respalda con pequeños, pero oportunos préstamos del Fondo de Acopio. Esto le ha solventado la vida a muchos campesinos como doña María, quien nuevamente y con poco capital ha vuelto a vivir de su parcela y ya tiene casa, gracias a los beneficios del Fondo, con el cual no tiene temor de que embarguen sus pertenencias cuando no puede pagar a tiempo, en este caso negocia la deuda y la Organización le ofrece posibles soluciones a problemas que el Estado nunca ha resuelto con sus gobiernos…