Colombia: El Juicio es breve, el fallo justo

2009-09-14 00:00:00

Bogotá.- De los 12 Awá masacrados el 26 de agosto cinco eran niños, la justicia colombiana no ha resuelto el caso, la ley ancestral sí: la justicia divina de nuestra cultura no perdona esta masacre atroz, los responsables serán juzgados… No podrán apelar a la piedad, el veredicto lo emitió un sabio indígena del Amazonas.
 
La realidad político-social que se vive en Colombia es bien particular y parece estar llena de paradojas; el 1ro de septiembre la Onic y varias organizaciones defensoras de derechos humanos ofrecieron un acto simbólico en memoria de las víctimas del pueblo Awá. A la convocatoria llegaron unas 200 personas, mayoría amigas. El gobierno brilló por su ausencia.
 
Eso fue apenas comenzando la semana pasada -martes-, el fin de semana -viernes-, un grupo de “fanáticos” realizó una marcha -que fue calificada de ridícula- contra el presidente del hermano país de Venezuela, Hugo Chávez; a las calles salieron unas 2000 personas.
 
Llama la atención que para el caso del acto simbólico sólo hubo un minuto publicitario en alguna emisora comercial, mientras que para el segundo caso se dio un gran despliegue mediático con todo el morbo -si se quiere- publicitario y político que incluso abarcó primeras páginas de los noticieros.
 
Vientos de crisis
 
¿Dónde está la razón, donde está la civilización? se preguntan por estos días muchos indígenas; “lo que vemos son verdaderos actos de salvajismo e intenciones perversas de acabar con la vida, de acabar con un pueblo inerme, con sus mujeres y sus niños recién nacidos… ¿Dónde está la maldita razón, dónde está los civilizados que acusan a los indígenas de ser salvajes…?”, preguntó una joven indígena.
 
Los intentos de cavar la fosa definitiva de las culturas indígenas no han sido pocos, como no han sido pocos los actores -“legales” o ilegales- que se lo han propuesto. La masacre del pasado 26 de agosto de 12 indígenas Awá, entre ellos dos mujeres, una anciana, cinco niños uno de apenas seis meses de nacido, causa indignación, dolor y un sentimiento de impotencia. Pero causa más tristeza la indiferencia social y el manejo mediático de algunos medios masivos empeñados en descontextualizar una realidad mucho más compleja del tinte superficial que se le da a la información.
 
Es verdad ya no estamos en la época de gloria del periodismo; ya no están los aguerridos cronistas, o quedan pocos, que nos mostraban esa verdadera Colombia de gente querida y noble, pero inmensamente abandonada por las administraciones del Estado y, en casos perseguida y violentadas por sus regímenes de gobierno.
 
Los periodistas al igual que los indígenas estamos en crisis, pero crisis de capacidad, sin menoscabar el compromiso y talento de reconocidos y agudos periodistas que resisten -igual que los indígenas- a la extinción.
 
La carencia de condiciones laborales justas, escasa preparación y el conflicto armado han redundado en la pérdida acelerada de valores periodísticos- investigativos: intuición, perspicacia, duda e inmersión (como enseñó Kapunchiski) y, falta de ética. También como a los pueblos indígenas el conflicto armado afectó al periodismo, lo ha intimidado, permeado, haciéndole miope ante su magnitud.
 
Hay quiénes responsabilizan a las facultades de comunicación, apreciación ésta que desde nuestra modesta experiencia rechazamos; sabemos que hay una enseñanza crítica e investigativa en algunas universidades, lo mismo que destacados docentes que enseñan a ver la realidad un poco más allá de “las narices” y, a no repetir como loras todo lo que dicen las instituciones (fuentes) oficiales-institucionales…
 
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El Sistema de Información e Investigación Indígena de la Onic pide disculpas por quitar este espacio dentro del relato del Acto simbólico; no obstante estamos seguros de la necesidad de estas reflexiones y de un debate al respecto. Nos preocupa y nos afecta la crisis argumentativa e interpretativa de algunos medios.
 
Agradecemos a medios y periodistas que han sabido interpretar la historia ancestral y, de buena intención visibilizan la realidad, la cosmovisión y la cultura indígena.
 
La palabra sagrada
 
Era mediodía del martes, de la semana pasada, cuando Jesús Teteye, médico tradicional de la Amazonía colombiana y Consejero de Salud de la Onic, entonó uno de los cantos rituales más conmovedores de la tradición indígena. Dio no el último adiós, sino la bienvenida al seno de la vida al espíritu de los 12 hermanos Awá recién masacrados en el resguardo indígena El Gran Rosario, municipio de Tumaco.
 
Luego de implorar la bendición del aire el Taita Teteye recordó el valor sagrado de la palabra; ofreció por las víctimas de la guerra la herencia ancestral y sabia del Amazonas. Invitó a llorar con y por el pueblo Awá; “hay que llorar por el Pueblo Awá, pero a llorar bien: pedir la justicia al poder del espíritu que nos creó a nosotros para que esto no quede en la impunidad, sino que de lo contrario se reproduzca la vida”…
 
Luego de recibir orientación de sus ancestros, el sabio emitió el veredicto final: la ley de nuestra justicia divina de nuestra cultura no perdona esta masacre atroz, los responsables serán juzgados en el tribunal de la vida, sin derecho a apelar a la piedad. Quién viole el derecho a la vida e irrespete nuestro principio no tiene perdón…
 
Tiempos difíciles
 
Los hechos acaecidos en el departamento de Nariño nos recuerdan la larga y horrible noche del paramilitarismo que, aún -desafortunadamente- cobra vigencia. La masacre fue tan cruel que hace “difícil vivir en estas circunstancias…”, asintió conmovido, Gabriel Bisbicus, presidente de la Unidad Indígena del Pueblo Awá.
 
Gabriel, igual que otros dirigentes y autoridades Awá, ha visto cómo las penas y la violencia embargan cada día a sus comunidades: masacres y asesinatos selectivos; amenazas y señalamientos; desplazamientos masivos -el más reciente ocurrió en La Guayacana, hace apenas tres días-; confinamiento y control de su movilidad por parte de actores armados; campos minados que han mutilado a varias personas, otras han perdido la vida por la explosión de estos artefactos; la fumigación a arrasado sus cultivos autóctonos lo cual ha menoscabado su soberanía alimentaria….
 
El líder Awá, pidió “fuerza y acompañamiento” para el Pueblo Awá; reiteró que es casi imposible vivir en estos tiempos difíciles. No obstante invitó al perdón, eso sí sin impunidad, concluyó agradeciendo el homenaje ofrecido a la Memoria de las víctimas de los Hijos de la montaña.
 
También la Concejala indígena del Pueblo Arahuaco, Ati Quigua, advirtió la difícil situación que viven los Awá y exigió proteger a este pueblo ancestral de acuerdo a sus usos y costumbres, pues de no hacerlo así, irremediablemente se estaría cavando la fosa glacial de su extinción.
 
Las palomas ofrecieron su vuelo ante la insensibilidad social
 
A medida que se desarrollaba la conmemoración, crecían las voces de rechazo al infame acto que acabó con la vida de los 12 indígenas, también se dejaban escuchar distintas voces de solidaridad: elevemos la memoria, todos somos Awá, todos somos indígenas… larga vida para los hijos de la montaña… estamos aquí para elevar la memoria de nuestros niños y niñas, mujeres y hombres Awá asesinados…
 
…Ocurrió justo cuando se invocó al Hacedor y se le pidió recibir el espíritu de los niñitos asesinados, cuando apenas empezaban su vida… en ese momento centenares de palomas de la Plaza de Bolívar elevaron su vuelo y ondearon sus alas al firmamento. Con este acto las avecitas recriminaron a la sociedad colombiana su falta de sensibilidad ante un acto que debió llenar las calles para solidarizarse con este pueblo herido por la guerra y repudiar este acto demencial.
 
No hay valor por la vida Humana
 
La Conmemoración por la vida y la dignidad del Pueblo Indígena Awá se realizó gracias al apoyo de varias organizaciones defensoras de derechos humanos como el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo; la Asociación Minga; el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, el Programa no Gubernamental Somos Defensores.
 
Contó con el acompañamiento de Naciones Unidas, la Defensoría del Pueblo, la Personería de Bogotá, el Centro de Cooperación al Indígena -Cecoin- y sectores académicos. Como invitados especiales estuvieron dos delgados del Cabildo Mayor Awá de Ricaurte, Camawari y un delegado de Unipa.
 
El acto conmemorativo comenzó en la sede de la Onic y, fue una marcha ceremonial donde 12 féretros simbólicos le recordaron al mundo que el conflicto armado genera muerte, drama y dolor, esto redunda en que la vida humana pierda valor. “El conflicto se ha degradado; no hay valor por la vida humana, ni respeto por la dignidad, no hay valor de la condición del ser humano, no hay valor de la existencia de las culturas”, expresó muy conmovido Eder Burgos, dirigente de Camawari.
 
Burgos explicó que el conflicto pesa tanto como el paso de los años; “esta masacre se suma al largo prontuario de violaciones a los Derechos Humanos a lo largo de muchos años de este proceso organizativo: cinco masacres, alrededor de 200 muertos han caído en el desarrollo de la guerra… No comprendemos por qué los actores armados se enfrascan en una lucha armada demencial, mientras nosotros desde el proceso organizativo promovemos la paz; ellos promueven el negocio de las armas, nosotros promovemos la vida…”
 
Por su parte ‘Pacho’ Rojas Birry, Personero Distrital criticó cómo los actores armados se burlan de la existencia de los pueblos indígenas… Denunció la violación sistemática a los DDHH, al DIH y a los derechos colectivos de grupos étnicos y campesinos.
 
“Debemos ser fuertes ante las políticas de expropiación y exterminio”
 
La Organización Nacional Indígena, Onic, contextualizó el marco geoestratégico, los intereses económicos y políticos que hay detrás del control territorial y, que promueven la violencia en la región.
 
Explicó cómo el Litoral Pacífico se ha convertido en una región de tránsito de los diferentes actores armados, propicia para movilizar y comercializar productos derivados del narcotráfico. Por otro lado están los recursos naturales, minerales y la vasta biodiversidad que mueven a poderosos intereses económicos que utilizan el chantaje, las amenazas y la violencia para desterritorializar a quienes viven allí.
 
También está la intención de involucrar a la población civil en el conflicto armado, los actores de la guerra han querido que los indígenas Awá le sirvan al mejor postor; sea como guías o informantes, acciones que violan la autonomía indígena y ponen en alto riesgo la vida de las comunidades y la existencia misma de los Awá como pueblo.
 
La Onic llamó a sectores sociales, organismos de control y vigilancia, organizaciones defensoras de los derechos humanos, a la comunidad internacional, a organismos multilaterales, sindicatos y la academia a solidarizarse con el Pueblo Indígena Awá; les instó a exigir -a los actores de la guerra- el fin del genocidio contra este pueblo ancestral; “tenemos que ponernos firmes frente a esta políticas de expropiación y exterminio, Nos duele mucho esta situación, pero debemos ser fuertes frente a esto y defender nuestra dignidad”, indicó la consejería mayor en su pronunciamiento.
 
Finalmente el acto simbólico dejo claro que todos los actores armados serán sentados al banquillo y, juzgados por sus actos. También las instituciones del gobierno tienen su cuota de responsabilidad; de otra parte la sociedad con su indiferencia ha ayudado a matar lentamente la esperanza de un pueblo que pide auxilio, en medio de su agonía, casi sin ser escuchado.