Con las mujeres ¡el cambio va!
Cuando se descorre el velo con que visiones históricas dominantes opacaron por siglos a las mujeres como protagonistas colectivas se redescubre la variedad y magnitud de procesos, acciones e iniciativas que llevan el sello femenino y que se han ubicado en el centro mismo de los cambios, de las luchas por sociedades soberanas e igualitarias. Los cambios tienen momentos de estallido, de síntesis, pero se van gestando en el tiempo, en procesos complejos, con componentes que no siempre están a la vista o que no se han querido registrar. En América Latina resistencias y cambios son indisociables; éstas han tenido episodios visibles y largas líneas de continuidad que se tejen en el diario vivir, en el cotidiano estructurado por mujeres. El cambio que hoy se construye con tanta esperanza tiene su más profunda raíz en la cultura y la economía de la vida, preservada, sostenida, inventada por las mujeres desde hace siglos, que afronta los embates coloniales de antes y los neoliberales de hoy. Ése es un aporte fundamental que va junto al avanzado en el terreno político por luchadoras y heroínas, individuales y colectivas, unas conocidas, las más anónimas.
Estamos en un tiempo decisivo en que temas largamente secundarizados por su feminización se han tornado estratégicos, son la clave del futuro: la alimentación, que se formula con sus alcances de soberanía alimentaria; el cuidado y la reproducción de ciclos de vida humana y natural; el trabajo como base de la economía; las relaciones basadas en la reciprocidad, la solidaridad, la cooperación. Se revalorizan, en este contexto, experiencias y saberes invaluables sobre semillas y plantas, sobre medicina, sobre modos de organizar el trabajo; se proyecta como alternativa una ética distante del interés individual y el beneficio personal.
En la fase de resistencias al neoliberalismo, ha sido aporte destacado de las mujeres la visualización y cuestionamiento a la mercantilización de la vida que ese modelo ha buscado implantar, llevando al extremo los rasgos concentradores y depredadores de un patrón civilizatorio cuyas consecuencias se ciernen como amenaza terminal para la humanidad y el planeta. La integración alternativa recoge los planteamientos que, desde sus inicios, han animado a la economía feminista, esto es una economía para la vida, basada en principios distintos a la competencia. Es una propuesta de integración que coloca como centrales los temas del vivir, y que se enriquece con una visión ampliada de la economía, reconociendo los campos de la producción y la reproducción, como también la diversidad de formas de “hacer” economía. Semejantes aportes de vida y de transformaciones se han dado y se dan a contramano de discriminaciones, desigualdades e injusticias persistentes y nuevas, que marcan la vida de las mujeres. Como contracara, se han dado gracias a la visión y la acción feministas. Por eso, como acaban de reconocer y asumir varios presidentes (en el FSM Belem 2009), el socialismo que ahora buscamos sólo puede ser feminista.
Magdalena León, militante feminista, REMTE
(Nota publicada en un suplemento de Remte en el periódico Cambio de Bolivia, 8 de marzo 2009).