En Ciudad Bolívar se desencadenó la esperanza
La caravana de 18 chivas, 5 carros y dos motos que hacen parte de la visita por el país que queremos, salió a las 10:00 de la mañana del Parque el Tunal donde se estaban alojando desde el jueves 26 de julio después de recorrer Cali, Armenia e Ibagué, llegaron a la capital.
Las 1500 personas que llegaron desde el Cauca esta vez salieron a visitar la gente en Ciudad Bolívar, para encontrarse pueblo con el pueblo, escucharse desde el dolor de cada persona y recoger propuestas desde la misma gente para trabajar conjuntamente en una agenda nacional popular en construcción.
Al llegar a Potosí, uno de los cientos de barrios que confirman Ciudad Bolívar, nos reunimos con algunos representantes de la comunidad con quienes nos habíamos contactado para hacer la visita. Empezamos compartiendo lo que nos llevó a estar con ellos y no con otros, dar el sentido de la visita y contar y acordar cómo sería el trabajo. Después de compartir el sentido que nos convocó a estar allí, sentir el dolor del otro, romper las barreras que nos impiden trabajar en hermandad y dar la primera puntada para tejer la jigra de la unidad, se formaron comisiones de trabajo para ir a escuchar a quienes allí habitan, porque desde el Cauca se decidió visitar este sector teniendo en cuenta que es el máximo símbolo de exclusión y miseria en todo el país. Y es a esos lugares a los que tenemos que llegar.
Las comisiones de trabajo se organizaron como se hace en el Cauca, dependiendo de la cantidad de personas y del tipo de trabajo que se va a realizar. En este caso hubo 10 comisiones de 50 personas, donde se nombró un representante de cada una para coordinar el trabajo en cada sector del barrio. Las 10 comisiones se distribuyeron por diferentes espacios del barrio con el objetivo de informarse de la situación en la que viven estas personas, la forma cómo están organizadas, del lugar de dónde vienen y de porqué están allí. De igual forma, era muy importante saber que propuestas tenían ante la situación de olvido a la que están sometidos.
Este trabajo duró cerca de 3 horas y mientras esas comisiones iban de casa en casa escuchando y sintiendo el dolor del otro, las demás personas se quedaron cuidando las chivas y carros en los que nos transportábamos y recorriendo el lugar para entender y ver de primera mano la forma a la que se somete la gente que es desplazada de sus tierras y desarraigada de toda su familia.
Durante las visitas a cada casa, al principio la gente estaba muy desconfiada y cerraba las puertas, porque están aburridas de que tanto políticos como organizaciones los utilicen para conseguir recursos a nombre de ellos. Ya que están cansados de que los visiten, les tomen fotos, les echen discursos baratos, les prometan el cielo y la tierra, pero después desaparezcan y ni siquiera los escuchen. Por eso se sentía la desconfianza, pero al escuchar que eran indígenas, campesinos y afros que venían del Cauca y de otros sitos del país, la gente se llenó de esperanza y no sólo abrió la puerta de su casa, sino la de su corazón.
Al finalizar ese trabajo se concentraron todos y todas cerca de donde estaban las chivas para escuchar las voces invisibles de Potosí, allí mujeres y hombres se tomaron la palabra para agradecer la visita y la solidaridad de sus hermanos. Luego en un gesto de hermandad empezamos a repartir los frutos de nuestra tierra, porque nos tocó lo más profundo del alma, ver cómo viven nuestros hermanos que antes tenían tierra donde sembrar y podían compartir en paz y armonía con su familia, pero ahora no tienen ni vivienda digna, ni acceso a salud, ni educación, ni nada que le permita tener tranquilidad, porque esos mismos grupos al margen de la ley que son quienes les arrebatan sus territorios para entregárselos a los dueños de este país, son los mismos que les hacen la vida imposible en ese lugar sin importarles la miseria en que viven, sólo se aprovechan de ésta para beneficiarse y obtener dinero.
Esta visita fue un acto que para nosotros rompe la historia de este país porque ni los mismos policías que se supone son quienes nos deben proteger se atreven a entrar a ese lugar, ésta vez lo hicieron porque iban con nosotros los negros, indígenas y campesinos que salimos desde el Cauca sembrando semillas se esperanza y despertando conciencias para empezar a pensar y construir el país que necesitamos. \"Yo me quiero ir para el Cauca\", decía uno de los niños que se subió a las chivas, seguramente sintió el calor de familia que dejó de sentir desde que fue desterrado de su pueblo.
Hubo un momento muy emocionante no sólo para quienes recibían en sus humildes manos los frutos de nuestra tierra, un mercado, sino para nosotros que los entregábamos, en ese momento sentimos que se vio la solidaridad y hermandad reflejada en todos. Esto fue una minga por la unidad, porque no sólo fue el esfuerzo de quienes llegamos del Cauca, sino de cientos de personas de Cali, Armenia, Ibagué y Bogotá que recogieron alimentos para recibirnos y ahora los compartíamos con gente quizá más necesitada que nosotros.
Sentimos que se unió la humildad del campesino, indígena y negro, porque todos compartimos con ellos desde nuestra humildad y nuestras propias necesidades. Por esto es evidente que dejamos huella, no sólo en el polvo donde vive la otra Colombia, sino en el corazón de nuestros hermanos que desde ahora quedaron con esa inquietud de empezar a forjar los sueños de un país posible y necesario, porque hoy nos abrieron su corazón y volvieron a creer, sentir y desencadenaron la esperanza.