Despedida en Soacha
Después de acompañar, escuchar, sentir, compartir y caminar la palabra con nuestros hermanos en Ciudad Bolívar, salimos hacia Soacha donde nos esperaba el cabildo urbano de los Pijaos, hombres, mujeres, niños y niñas que abrieron sus brazos a la caravana y nos recibieron con un almuerzo comunitario como símbolo de solidaridad.
Al llegar a la sede del cabildo, estaba el gobernador con otras que mujeres soplaban el fogón donde reposaba un delicioso sancocho, al lado una poma de chicha de maíz y un grupo de niños y jóvenes de la guardia indígena, quienes le hicieron calle de honor a las chivas con los bastones de mando y con carteleras donde nos decían: “gracias por acompañarnos y venir a visitarnos porque en este momento tan duro necesitamos de su apoyo”.
Las chivas y los demás carros llegaron pitando fuerte y en las capotas la gente batía sus manos junto con los bastones de mando. Los compañeros que llevaban los megáfonos saludaron a las 60 familias de pijaos que hacen parte del cabildo urbano y también agradecieron por el recibimiento que nos dieron.
Todos nos bajamos de las chivas, estrechamos las manos con quienes nos esperaban y empezamos a hacer la fila frente al fondo de sancocho para recibir su porción. Cada compañero que estaba en la fila llevaba su plato, cuchara y vaso como hacemos en todas las mingas y asambleas en el Cauca. Estábamos cansados pero felices y llenos de regocijo al encontrarnos con nuestros hermanos en Soacha.
Después de recibir el almuerzo, desde la capota de una chiva se empezaron a hacer las intervenciones a través del megáfono. Allí se aprovechó para que cada representante de las 10 comisiones que hicieron el trabajo en Ciudad Bolívar, dieran su informe acerca de lo que habían encontrado en el barrio Potosí.
“El agua llega cada mes y tan sólo dura tres horas, no tenemos alcantarillado, los lotes los venden hasta 20 veces y no tenemos escrituras, hay drogadicción, los grupos armados nos piden vacunas, los asesinatos y violaciones son permanentes”. Estas eran algunas de las palabras que mencionaban los habitantes de Potosí.
La mayoría de personas son provenientes de Arauca, Caquetá, Chocó, Putumayo, Cauca, Tolima, Antioquia… donde después de una masacre han tenido que salir corriendo dejando sus pertenencias y hasta a su familia. Y lo más irónico es que sus tierras donde sembraban la comida para la familia ahora están llenas de palma aceitera y otros monocultivos, porque al ser desplazados sus tierras son apoderadas por los dueños del cultivo y ellos no pueden reclamar.
En medio de la nostalgia de su tierra y el miedo de hablar porque saben que donde están no pueden vivir en paz porque son permanentemente atemorizados por los grupos armados que allí habitan, ellos hablaron y desde su dolor compartieron sus tristezas con nosotros, sus hermanos. “Es una situación muy difícil la que viven ellos porque no tienen acceso a nada y de repeso están los grupos presionándolos. Pero con nuestra visita sentimos que dejamos sembrada una semilla de esperanza en la gente y despertamos la conciencia de muchos”, aseguraba una estudiante del Cabildo Universitario de Univalle, que fue parte de una comisión.
No es posible que además de estar bajo presión de los grupos armados, no tener acceso a ningún servicio y vivir bajo los peores niveles de vida, también sean víctimas de empresas prestadoras de servicios como de agua y energía. “Ya me llegó cobro jurídico, pero el agua no llegó!, afirmaba un hombre de edad quien vivía en un rancho de latas y sin piso”.
Y así sin que esto tenga fin. Es a lo que someten al campesino, negro e indígena que es desplazado, amenazado y desarraigado de su territorio. Porque para que unos pocos vivan bien y tengan todo lo que quieren en el mundo, es necesario sacrificar a la mayoría de colombianos que cada vez más se sumen en la miseria y el olvido más profundo. Las 10 comisiones terminaron de dar sus informes y concluyeron que cada vez más se hace necesaria la unidad entre los pueblos y organizaciones sociales y populares porque sólo la unión hace la fuerza y debemos defender nuestra dignidad.
Al terminar las intervenciones se leyó el documento final de la visita por el país que queremos, donde quedó enmarcado que en Colombia hay dos países; el de los pocos dueños que nos exprimen y explotan para acumular riquezas y hay otro que es el exprimido y explotado que está buscado la unidad y la colectividad para vivir dignamente en un país lleno de indiferencia y espectáculo. También quedó claro que desde ya empezamos a trabajar desde el dolor de cada cual para convertirlo en colectivo, mediante unos principios éticos que nos dejen ser uno sólo y luchar por el país que queremos.
“No nos vamos a detener hasta lograr nuestra libertad. Solos no podemos, nos necesitamos mutuamente: La dignidad tiene la palabra y la conciencia define el camino. El egoísmo va a ser reemplazado por la solidaridad. El negocio va a ser sometido a la mano dura de la ternura de los pueblos. Entre el país de la impunidad y la muerte y el país de la justicia y la vida: VAMOS A TEJER SINTIENDO Y COMPARTIENDO POR EL PAIS DE LA VIDA!”, fue la última frase del documento con el que proclamamos un camino de los pueblos para la Libertad en Colombia que obedece a una ética para tejer nuestra jigra de Unidad
Al caer la noche, todos y todas abordamos las chivas para regresar al Cauca, llenos de felicidad por que logramos lo que nos habíamos planteado; conocer la situación de los otros, de sus luchas, proponer alternativas conjuntas ante lo que estamos viviendo y despertar las conciencias. Y esto se logró, ahora la tarea que nos queda es concretar la agenda de los pueblos para la resistencia y la alternativa, para que sea una síntesis de asuntos esenciales para tejer la jigra del nuevo país, que se hará público tan pronto como sea posible.