Haití no anda solo
Despierta, pueblo mío, y únete, (...)
Despierta, despierta, despierta
Canto surafricano
Las heridas en la tierra haitiana dejaron profundas cicatrices hace exactamente un año. Todavía nos estremecemos por las 250 mil vidas apagadas, por el llanto y la incertidumbre de los sobrevivientes. Haití nos duele porque es carne de nuestra carne.
La furia de la naturaleza puso miles de ojos sobre el pequeño país del Caribe, olvidado en su tragedia cotidiana. Los grandes medios contaron la catástrofe a su modo. Puerto Príncipe devastado, alrededor de 300 mil personas lesionas; Puerto Príncipe revuelto, 1 500 mil haitianos y haitianas sin techo; Puerto Príncipe “incontrolable”.
La presencia militar ya estaba ahí, pero hicieron creer que eran necesarios más soldados y armas para contener las fuerzas de la Madre Tierra y distribuir el poco pan de cada día.
¿La desgracia de un pueblo entero serviría como anillo al dedo a los históricos planes de dominación imperial? Por supuesto. Lamentablemente a eso nos tienen acostumbrados los más poderosos, insensibles e incapaces de responder ante las emergencias de los más pobres.
¿Quién le preguntó al pueblo haitiano si querían tropas uniformadas o alimentos, organización social o represión, una ley de emergencia sin participación popular o soberanía nacional; semillas transgénicas o estrategias sustentables que les permitan romper las dependencias propias del asistencialismo?
¿Quién indemniza al pueblo haitiano por los estragos de una epidemia del cólera importada? ¿Quién les tiende su mano, sin imponer condiciones, sin esperar nada a cambio? Más bien, América Latina, el mundo, están en deuda con Haití. La tarea no es sencilla. Hay que reconstruir la esperanza de quienes perdieron hasta los sueños.
La promesa de otro país ha de salir del esfuerzo y la voluntad de su gente, que no anda sola. A su lado, están sus vecinos caribeños y latinoamericanos, los gobiernos y pueblos del ALBA, que han dado muestras de la cooperación solidaria en cuestiones claves como la salud, la alimentación, la agricultura, entre otras.
No se trata de invertir en Haití, sino de acompañarles en este momento crucial para el resurgir de esa nación, aquejada por los efectos del cambio climático, la militarización, la violencia, la exclusión política y social, la desnacionalización y una añeja crisis económica que le ubica como el país más pobre del continente.
Los movimientos sociales de toda América, articulados en el proceso de construcción del ALBA, alzamos como una bandera para nuestro despertar colectivo “la lucha contra la militarización, las bases militares, la criminalización de la protesta social y las agresiones del imperio; la batalla contra las trasnacionales, las privatizaciones y la desnacionalización; la crisis climática y los derechos de la Madre Tierra, de los pueblos originarios y por el bien vivir; así como la solidaridad internacional.”
Pareciera que se habla de Haití y sus urgencias en cada uno de estos ejes, por eso no ha dejado de ser una prioridad en nuestra lucha solidaria y lo seguirá siendo mientras el pueblo haitiano lo necesite.
Empezamos el 2010 conmovidos por los intensos terremotos, pero no nos paralizamos a contemplar el desastre. Llegamos al 2011 con la certeza de que en enero pasado, la tierra no se tragó la injusticia, la angustia, las falsas ayudas, las verdades a medias, los silencios mediáticos que ocultan obviedades, el último adiós a las armas...Pero lo que tampoco pudieron los temblores de tierra, fue llevarse la esperanza, la vida, las ganas de hacer realidad la Patria grande..A ellas les apostamos, por ellas seguiremos esta lucha común. ¡Juntos y juntas lo lograremos!
¡Que Viva Haití¡
Articulación Continental de los Movimientos Sociales hacia el ALBA