Grito Cubano

Alberto Faya y el camino del Grito

2005-12-01 00:00:00

Faya es un tipo sencillo, un músico nato que nació con una luz en la frente para apreciar las cosas maravillosas del mundo y para contagiar con su amor a los que lo rodean. Sabe llegar, sin artificios ni rebuscamientos, a la gente más docta y también a la más sencilla. Su gran pasión, además de la música, es la investigación y la promoción cultural que disfruta tanto como un buen concierto o irse camino de Santiago a rebuscar en la memoria de su infancia aquellas viejas trovadas que luego resultaron ser parte consustancial de su quehacer como creador.

Desde hace varios años, acompaña la canción con la búsqueda, la indagación y la pregunta. En sus conciertos no sólo afloran la magia del canto, la combinación alegre del ritmo, la sensualidad del gesto lírico, sino también, una acendrada cultura que ahonda en lo popular para extraer de allí, nuevas interpretaciones y aportes a su manera de concebir la música, que en su caso, es el modo más hermoso de re-encantar la vida.

Recientemente una numerosa delegación de intelectuales, artistas y organizaciones sociales cubanas participaron en la III Cumbre de los Pueblos de Mar del Plata y, antes, se celebró en todo el continente El Grito de los Excluidos/as ¿cómo ha sido concebido este concierto y qué se propone?

—Soy de los que piensa que la labor de los artistas debe estar en función de la lucha por los altos propósitos en defensa de la humanidad. En ello radica la gran felicidad de la creación.

Este concierto está inspirado en el papel desempeñado por los pueblos en sus encuentros de lucha y resistencia como el más reciente, realizado en Mar del Plata, del cual esta presentación, no es más que una sencilla continuación.

El concierto que pretendemos ofrecer en el Centro Hispanoamericano de Cultura este próximo 30 de noviembre y que hemos llamado “El Grito de los Excluidos/as” —auspiciado por los compañeros del Centro Memorial Martin Luther King y AUNA—; está orientado en ese sentido y trataremos, humildemente, de expresar el producto de nuestras preocupaciones, hallazgos y esperanzas.

Tal vez no será lo que hubiéramos deseado pero será lo que honestamente hemos podido hacer. En él están contenidos el resultado y los propósitos, la satisfacción y la insatisfacción, el sentido de la búsqueda y el respeto por la cultura de los pueblos que es la que nos define.

Hemos invitado a personas que respetamos mucho por su dedicación sin descanso a la indagación en el mundo de lo popular, a desentrañar los secretos de nuestras raíces insertados en la vida cotidiana, en nuestra cultura: Rogelio Martínez Furé, intenso batallador, hombre iluminado por la necesidad de encontrarnos y de encontrarse, y Gregorio Hernández, un guerrero también que hace del encuentro con sus propias raíces una esencia de vida.

A ellos se unirán una serie de jóvenes y mi compañera, María de los Ángeles Córdova, una investigadora social quien ha hecho de la música el "escenario de sus operaciones". Entre esos jóvenes están mis dos hijos por lo que el concierto se convierte en una declaración familiar de principios. Yo sólo doy "gracias a la vida por haberme dado tanto".

Por muchos años te has dedicado no sólo a cantar sino a investigar los ritmos y músicas de nuestros países, ¿qué rasgos musicales y culturales nos distinguen a los latinoamericanos y caribeños y por qué consideras que en un mundo, lamentablemente, banalizado y comercializado, es importante rescatar nuestras músicas?

—Las culturas de América Latina y el Caribe son el producto de la confluencia de muchas que, amalgamándose en nuestras tierras, han contribuido a caracterizar cada una de las expresiones nacionales que distinguen a nuestros países. Este proceso de transculturación —como lo llamara Don Fernando Ortiz— es el que nos ha caracterizado. Numerosos pueblos africanos, asiáticos y europeos han dejado su impronta en nuestro quehacer.

Ninguna parte del mundo puede exhibir, como nosotros, tal composición étnica. Ello nos permite ser latinoamericanos y caribeños y, a la vez, ser una parte del resto del mundo. Estos rasgos han influido a todas las expresiones de la cultura artística producida en nuestras tierras y, en consecuencia, a nuestra manera de ser así como de ver e interpretar el mundo.

La esencia de esos procesos de mezcla o de mestizaje está en nuestros pueblos y, entre la gente más humilde existe la más rica porción de elementos constitutivos de lo que pudiera llamarse nuestra idiosincrasia. Esto se debe al hecho de que, históricamente, numerosos grupos humanos, discriminados por concepto de su ubicación social en nuestras sociedades, han encontrado refugio cultural en el seno de las masas más económicamente desvalidas. Las llamadas culturas populares de América Latina y el Caribe constituyen hoy una reserva humana de valores incalculables.

El mundo al servicio de las ganancias obtenidas por las clases dominantes está diseñado para reducir los intereses de las personas a una cierta cantidad de productos susceptibles de ser comercializados. El comercio sólo necesita tantos productos como aquellos que le permitan producir ganancias. La vida es analizada según los réditos y no se enfatiza en la diversidad y multiplicidad que nos enriquecen espiritualmente. Para los propósitos capitalistas, la espiritualidad sólo está en función del dinero que produzca. Hace ya algún tiempo, alguien declaró descarnadamente: "Yo no hago cultura, yo la vendo."

El mundo del comercio se apoya no en la multiplicidad y la diversidad humanas sino en lo que enriquece.

Esto hace muy difícil la subsistencia de las culturas populares y, en muchas ocasiones, las somete a la definición de "alternativas" además de aislarlas, condenarlas a vivir en ghettos, excluirlas.

¿Para ti qué significa gritar por los excluidos/as?

—El Grito de los Excluidos/as es una metáfora sobre la necesidad de ocupar el espacio que nos corresponde y de que nuestra cultura forme parte activa del desarrollo humano total. No hay posibilidad de un pleno desarrollo de la humanidad mientras existan las discriminaciones por concepto de clase, raza, género o cultura. Entonces, El Grito de los Excluidos es la expresión de la necesidad de que se respeten plenamente los derechos humanos.

¿Crees que la era “posmoderna” y la globalización neoliberal pueden acabar con la memoria?

—La globalización al estilo capitalista y el sometimiento de la cultura a los dictámenes del mercado crean las condiciones para la extinción de la raza humana caracterizada por su diversidad.

Es importante luchar por una real globalización que respete la diversidad creada por siglos y siglos, que se respete el patrimonio enriquecedor logrado por tanta gente, en tantas partes del mundo. No es posible una humanidad sin diversidad y la globalización mercantil tendiente a la homogenización que, apuntalada por muchos apóstoles del postmodernismo, atenta contra nuestra existencia misma.

El crecimiento desmedido de los intereses mercantiles no sólo está dañando el entorno físico del planeta sino también su espiritualidad. Está dañando lo que, básicamente, nos separa de los animales. Vivimos en un mundo mercantilizado que debe ser transformado en función de nuestra propia supervivencia.