Pueblo Nasa y el derecho a la tierra
Las comunidades indígenas del Cauca, seguimos caminando la
palabra que proclamamos en el mandato del congreso indígena y
popular para que la madre tierra y sus pueblos recuperemos la
libertad.
Las comunidades indígenas del Cauca decidimos seguir haciendo la
reforma agraria, la liberación de la propiedad de la tierra, por
la vida y la dignidad y contra los incumplimientos de los
gobiernos de los acuerdos y derechos ancestrales y originales
sobre las tierras.
Debemos seguir caminando sobre la huella de nuestros mayores
porque hoy nos corresponde dejar un sendero para que nuestros
hijos puedan seguir caminando con libertad en el territorio: la
libertad del territorio es el nacimiento de la libertad de los
pueblos.
1. Introducción.
Hay una razón profunda que inspira nuestros actos y palabras. Hay
un propósito mayor que orienta nuestra lucha. Somos del Cauca y
desde el Cauca somos de la vida y para ella. Estas palabras
explican y reclaman, por eso hay que leerlas desde el corazón y
compartir la rabia, el dolor, el amor por la vida y el
compromiso. Ahora nombramos nuestros actos para sentir y
reclamar la compañía de todos los pueblos que merecemos habitar
este hogar de la Madre Tierra en libertad.
Sabemos que del afán de explotar la vida y de extraer riquezas
para acumular capital sin límite ni descanso surgen las
estructuras y las relaciones de las sociedades en que vivimos y
que se impusieron sobre estas tierras y contra nuestros pueblos
desde la llegada de los conquistadores. Las estructuras
sociales, los Gobiernos las leyes y las instituciones existen
para garantizar la protección y el beneficio individual y
corporativo que facilita y promueve la acumulación sin límites.
Este poder individual sobre la vida para transformarla en
ganancia a través del egoísmo convertido en obligación y derecho
sagrados, llega sin interrupciones hasta nuestros días por el
camino de una historia que avanza con la globalización, la
seguridad democrática y el libre comercio, desde el
descubrimiento hasta la destrucción, la represión y la guerra por
fases que reconocemos y que se repiten en todas partes y en
todos los tiempos. Exploración, explotación, exclusión y
exterminio, son los pasos que da este apetito insaciable de
poder y riqueza para unos pocos. Al final, la transformación de
la naturaleza en mercancías y ganancias se hace a costa de la
destrucción de la vida que se va acabando.
Los pueblos indígenas sabemos, desde una memoria mas profunda,
desde nuestras historias mas antiguas, desde nuestras
experiencias diversas, desde los recuerdos y preceptos que están
inscritos en nuestras lenguas, desde nuestros usos y costumbres y
sobre todo desde el dolor, el maltrato y la incomprensión, que
la historia desde la conquista, la historia del capital y de
quienes a su nombre lo acumulan, es un proyecto de muerte que
terminara por destruir la naturaleza toda, incluida la vida de
los seres humanos. Para nosotros, la tierra es la madre y contra
ella se comete un crimen del que vienen todos los males y
miserias. Nuestra madre, la de todos los seres vivos, esta
sometida, según la ley que se impone, tiene dueños, es propiedad
privada. Al someterla como propiedad para explotarla, le
quitaron la libertad de engendrar vida y de proteger y enseñar
el lugar, las relaciones y el tiempo de todo lo que vive. Le
impiden producir alimentos, riqueza y bienestar para todos los
pueblos y seres vivos. Los que se apropian de ella causan hambre,
miseria y muerte que no deben ser. Le roban la sangre, la carne,
los brazos, los hijos y la leche para establecer el poder de
unos sobre la miseria de todos. Así como los que se sienten
herederos de los conquistadores niegan y desconocen a la madre
indígena que les dio la vida, así mismo, quienes aceptan la
propiedad privada de la tierra para ser explotada por intereses
particulares, se niegan a defender la libertad colectiva y el
derecho a la vida. Pero nosotros decimos, mientras sigamos siendo
indígenas, o sea, hijos de la tierra, que nuestra madre no es
libre para la vida, que lo será cuando vuelva a ser suelo y
hogar colectivo de los pueblos que la cuidan, la respetan y
viven con ella y mientras no sea así, tampoco somos libres sus
hijos. Todos los pueblos somos esclavos junto con los animales y
los seres de la vida, mientras no consigamos que nuestra madre
recupere su libertad.
Por eso vamos a seguir recuperando las tierras. Por eso vamos a
dejarla en libertad para convivir en ella y para defender la
vida. Por eso, luchar por la tierra no es un problema ni un
deber solamente de los indígenas, sino un mandato ancestral de
todos los pueblos, de todos los hombres y mujeres que defienden
la vida. Porque solo en la lucha para poner en libertad a
nuestra madre recuperamos la dignidad, alcanzamos la justicia y
la equidad, y caminamos la palabra que defiende la vida.
Seguiremos coordinando, haciendo las alianzas estratégicas y
llamando desde las palabras convertidas en acción en el espíritu
de la comunidad a despertar las conciencias y a recuperar la
Madre Tierra para ser libres. Desde este rincón sagrado del
planeta, como pueblos ancestrales arraigados en estas tierras del
Cauca, hacemos lo que nos corresponde por la tierra y por la
vida, luchamos por la tierra y por la vida y en ese camino, la
recuperamos, transformamos el derecho de propiedad para que sea
colectivo y convocamos las conciencias a caminar palabras de
libertad.
2. Antecedentes.
Los pueblos indígenas hemos habitado el continente Americano
desde tiempos inmemoriales en constante proceso de construcción
colectiva y proyección cultural, social, política y económica.
Tal proceso sufrió una abrupta interrupción con la llegada de los
españoles en 1492, y desde entonces, por más de cinco siglos
hemos sido víctimas de colonización, esclavitud, discriminación,
genocidio, violencia, desplazamiento y estigmatización. La
conquista, la colonia y aun la vida republicana, han sido largos
años de ambición, arrogancia, prepotencia, individualismo e
injusticia padecida por los pueblos indígenas. Se nos dio trato
de infla-humanos, de menos humanos, de seres sin alma ni razón,
merecedores únicamente de los tormentos reservados para los
herejes. Ah, pero eso sí, se aseguraron el despojo de nuestras
riquezas y aún querían nuestras almas, nuestras risas y nuestros
pensamientos. La cruz, la espada y luego las balas, fueron los
símbolos e instrumentos que sirvieron para diezmar a los
verdaderos dueños de América y cuando menos por dos siglos,
nuestros metales preciosos fueron el combustible que movió el
desarrollo europeo.
Desde entonces, la resistencia indígena en el continente
americano se ha convertido en un instrumento de preservación y
lucha por nuestra existencia como pueblos, acudiendo al
pensamiento ancestral para consolidar formas propias de
gobierno, fundadas en la cosmovisión y cultura propia.
La resistencia del pueblo Nasa frente a todas estas formas de
sometimiento se inicia en el año 1535, cuando la Cacica GAITANA,
logra acuerdos con los demás pueblos para confrontar al invasor
de una manera material y espiritual. Esto mostró que no sería
fácil someter a este pueblo henchido de razón por la propiedad
territorial, que se levanta para exigir respeto, justicia y
verdad, principios básicos que rigen las relaciones entre los
pueblos.
Más tarde, en el año 1700, los caciques JUAN TAMA DE LA ESTRELLA
y MANUEL DE QUILO Y CICLOS, emprenden otra época de lucha y
resistencia, utilizando el diálogo y las alianzas como
estrategia de lucha. De esta forma, logran que el Rey de España
Felipe II, otorgue en 1771 títulos coloniales en los que declara
la existencia de los primeros resguardos, reconocidos luego en
la legislación Colombiana por el propio Libertador Simón
Bolívar.
Ya en la era republicana y después de que nuestros pueblos
aportaron buena parte de los ejércitos patriotas, se
desconocieron los títulos coloniales, declarando los resguardos
como tierras baldías, dando origen a la recolonización de
nuestros territorios, apropiados ahora por descendientes de
españoles que sin considerar nuestra presencia encerraron grandes
extensiones de tierra y apoyados por leyes nacionales nos
convirtieron en terrajeros (impuesto que se le pagaba al
hacendado, en trabajo, que obligaba a toda la familia indígena).
Así, nos despojaron de las mejores tierras en la parte plana y
constituyeron sus grandes haciendas. Los que no aceptamos la
sumisión como único destino, tuvimos que huir a las cordilleras
en las que habitamos actualmente. Pero muchos de nuestros
hermanos fueron asesinados y por tal motivo, hoy somos una
minoría en este país.
Ante tanta ignominia, surge el gran líder MAUEL QUINTIN LAME
(1883-1967), quien en su trabajo de concientización recorre buena
parte de los departamentos de Cauca, Tolima y Huila, invitando
a los pueblos indígenas a no pagar el terraje y por el
contrario, retomar las luchas de nuestros antepasados y rescatar
la cultura y el derecho propio de los nativos de este
continente. Visitó familia por familia advirtiendo que los
“pueblos indígenas estábamos en esos territorios antes que el
blanco, lo que hemos hecho es darle posada en nuestra casa y en
vez de nosotros cobrarle el arriendo, él nos lo cobra. Por tal
motivo, no más pago de terraje”. De esta manera, Quintín Lame
logra realizar los más grandes levantamientos indígenas de la
época, motivo que desató feroz persecución por parte de los jefes
liberales y conservadores, al punto de haber sido encarcelado en
108 ocasiones.
El esfuerzo de Quintín Lame despertó la conciencia e identidad
indígena, por lo que de manera clandestina[1] continuaron las
reuniones en diferentes sitios del Cauca, se consolidaron
alianzas especialmente con la Asociación de Usuarios Campesinos,
ANUC, y todo ello posibilitó el surgimiento del CRIC en 1.971,
en el municipio 0resguardo de Toribio, con una plataforma de
lucha tan clara, que aún en nuestros días encuentra absoluta
validez.
Para llegar a este proceso se compartieron experiencias con el
sector campesino, liderado por GUSTAVO MEJIA, el padre PEDRO
LEON RODRIGEZ, ENRRIQUE SOLER y JAIRO GAMBOA, quienes desde la
ANUC impulsaron las primeras luchas por la tierra, bandera que
el CRIC asumió en su plataforma. De este esfuerzo surgieron
otros líderes como AVELINO UL y BENJAMIN DINDICUE, entre otros,
quienes ofrendaron su vida para que nosotros aún existamos.
Así, TIERRA, UNIDAD, CULTURA Y AUTONOMIA, son los principios que
explican y justifican el surgimiento del CRIC, cuya plataforma de
lucha es la siguiente:
1) Recuperación de las tierras de los resguardos.
2) Ampliación de los resguardos.
3) Fortalecimiento de los cabildos indígenas.
4) No pago de terraje.
5) Conocer las leyes y exigir su justa aplicación.
6) Defender la historia, la lengua y las costumbres.
7) Formar profesores indígenas para que eduquen de acuerdo a
la situación indígena.
8) Impulsar las organizaciones económicas comunitarias[2].
9) Fortalecer y preservar los recursos naturales.
10) Reorganizar la familia nasa según requerimientos del plan de
vida.
La lucha indígena del Cauca sirvió de base para que en el resto
del país los demás pueblos también impulsaran sus
reivindicaciones y esta nueva dinámica llevó a que en 1.985 se
creara la ORGANIZACION NACIONAL INDIGENA DE COLOMBIA, ONIC, la
que comenzó a trabajar con la siguiente plataforma:
1) Defensa de la autonomía indígena.
2) Defensa de los territorios indígenas, recuperación de las
tierras usurpadas y la propiedad colectiva de los resguardos.
3) Control de los recursos naturales situados en los
territorios indígenas.
4) Impulso a las organizaciones económicas y comunitarias.
5) Defensa de la historia, cultura y tradiciones indígenas.
6) Educación bilingüe y bicultural bajo el control de las
autoridades indígenas.
7) Recuperación e impulso de la medicina indígena y exigencia
de programas de salud acordes con las características sociales y
culturales de las comunidades indígenas.
8) Exigir la aplicación de la ley 89 de 1890 y demás
disposiciones legales favorables a los indígenas.
9) Solidaridad con las luchas de todos los pueblos explotados
y oprimidos.
Ya en los años 80 se inicia en la Zona Norte del departamento del
Cauca, una nueva dinámica de trabajo al interior de las
comunidades, con el nacimiento de los PROYECTOS COMUNITARIOS
promovidos por el sacerdote indígena ALVARO ULCUE CHOCUE,
asesinado por los terratenientes el 10 de noviembre de 1984 en
Santander de Quilichao, sólo porque reclamaba nuestros derechos,
siendo éste uno más de los miles de crímenes que siguen en la más
absoluta impunidad. El padre ALVARO emprendió una ardua lucha
para hacer que los indígenas no se avergonzaran de serlo, que
recuperaran su lengua, su cultura, su cosmovisión y que se
sintieran orgullosos de ser indígenas. Sólo así, se tendría la
posibilidad se construir una vida digna y un porvenir con menos
injusticias. En tal contexto es que nacen los PROYECTOS
COMUNITARIOS como mecanismos de análisis y reflexión de lo
comunitario y de proyección de un plan de vida integral para las
comunidades en aspectos tales como educación, salud, economía,
ambiente, territorio, cultura, gobierno propio, justicia y
sistema político propio. De este modo se han logrado consolidar
en la zona norte del Cauca, los siguientes proyectos
comunitarios:
Proyecto Nasa Toribio, Tacueyo y San Francisco, año 1980.
Proyecto Global Municipio de Jambaló, año 1987.
Proyecto Unidad Paez, Municipio de Miranda, año 1990.
Proyecto Integral, Resguardo de Huellas Municipio de Caloto,
año 1990.
Proyecto Cxacxawala, Municipio de Corinto, año 1991.
Proyecto Yu’lucx, Municipio de Santander de Quilichao, año
1991.
Proyecto Sat Fxine Kiwe, Municipio de Buenos Aires, año
2002.
Con el avance de esta dinámica comunitaria y con los logros y
reconocimientos alcanzados en la Constitución de 1991, nace en
1994 la ASOCIACIÓN DE CABILDOS INDIGENAS DEL NORTE DEL CAUCA,
ACIN, como una entidad de carácter especial cuyo propósito es la
coordinación y fortalecimiento del proceso organizativo y la
gestión y defensa de los derechos e intereses de las comunidades
indígenas Nasa que habitamos estos territorios.
3. Marco Normativo
La Constitución Política de 1991 reconoció por primera vez que
Colombia es un Estado Pluriétnico y Multicultural, razón por la
que se consagraron derechos especialísimos para los grupos
étnicos diferenciados, entre los que se cuentan las comunidades
indígenas. En tal sentido, los pueblos indígenas, además de ser
titulares de los derechos que se reconocen a la totalidad de la
población colombiana, gozamos de derechos especiales tales como
el derecho a tener territorios colectivos, a nuestra
cultura, cosmovisión, autonomía, jurisdicción y gobierno propios.
También gozamos de los derechos consagrados en el acuerdo 169 de
la OIT, adoptado como legislación interna mediante ley 21 de
1991, instrumento internacional que obliga al Estado a brindar
especial atención a la promoción y garantía de los derechos de
estas comunidades, a consultarles toda decisión o política
pública, legislativa y de desarrollo que de alguna manera nos
afecte y a respetar y hacer efectiva la autonomía de nuestros
pueblos.
Este marco normativo ha sido complementado a través de reiterada
jurisprudencia emitida por la Corte Constitucional, en la que se
ha defendido y consolidado la autonomía y los derechos
especiales de las comunidades indígenas.
No obstante lo anterior, la realización efectiva de los derechos
reconocidos a los pueblos indígenas ha encontrado múltiples e
insalvables escollos. Pero especialmente, no ha existido voluntad
por parte de los sucesivos gobiernos para emprender las acciones
reales que lleven a la superación de las precarias condiciones
de vida que aún soportamos los pueblos indígenas. Se evidencia
una gran distancia entre las normas constitucionales y legales
que reconocen derechos y las políticas gubernamentales que
procuran su realización; hay un inmenso abismo entre las normas
escritas y la realidad.
Más aún, en vez de ampliar las garantías para la realización de
los derechos, se dan iniciativas legislativas para desmontar las
normas que los reconocen. Esto se constata con especial claridad
en el actual gobierno, el que con el afán de entregar los
recursos nacionales a la avidez del capital internacional, ha
emprendido una serie de reformas constitucionales y legales que
en conjunto significan el desmonte del Estado Social de Derecho,
la implementación del ALCA sin haberse siquiera firmado y el
desconocimiento de instrumentos internacionales de derechos
humanos que obligan al Estado Colombiano.
Lo anterior se puede constatar con una simple mirada a los
proyectos de ley forestal, de aguas, de páramos, al proyecto de
ley de presupuesto, orgánica de ordenamiento territorial, la
reforma tributaria y la reforma constitucional que busca
recortar las transferencias a las regiones. En fin, de conjunto
puede observarse cómo se emprende una adecuación institucional
para implementar el ALCA, tanto que cuando se firme, ya no habrá
discusión para su aprobación en el Congreso, pues éste ya lo
habrá aprobado por anticipado con toda esta suerte de
iniciativas.
En fin, avanzamos tiempos muy difíciles para nuestros derechos,
con un gobierno demasiado adverso a los intereses de los
colombianos en general y a los de los pueblos indígenas en
particular. Por ello, a los desastres de la guerra también
sumamos las decisiones políticas que pretenden acabar no sólo
con nuestros derechos, sino con nuestra existencia misma,
escenario en el que talvez sólo tenga sentido la movilización
social y la solidaridad nacional e internacional con nuestros
pueblos, sus demandas y sus sueños.
4. La situación del Pueblo Nasa en la Zona Norte del
Departamento del Cauca.
Las comunidades indígenas Nasa (Páez) que habitamos la zona norte
del departamento del Cauca, hacendemos a 110 mil habitantes
asentados en un territorio de 193.370 hectáreas, con una
topografía bastante quebrada por encontrarse en las
estribaciones de la cordillera central y frente a la cordillera
occidental. En tiempos pasados habitamos el territorio del Valle
del Cauca pero la colonización española y criolla nos obligó a
huir. Sin embargo, el despojo más sensible se produjo durante la
denominada época de la violencia (1948), pues se nos usurpó
nuestra tierra y tuvimos que huir a territorios menos fértiles,
con graves problemas de productividad y acceso.
De las tierras que habitamos, un 82% son de vocación forestal y
un 18% constituyen zonas de páramos. Su inclinación en buena
parte supera los 35%, mientras que la altitud va desde los 1200
hasta los 3800 metros sobre el nivel del mar. Nuestro territorio
es una inmensa fuente de agua, pues hemos identificado 26.200
nacimientos provenientes de 123 lagunas naturales, las que
siempre hemos cuidado y preservado y ahora el gobierno pretende
convertirnos en guarda bosques, pero sin contraprestación alguna
en materia de