V Encuentro Sindical Nuestra América: Documento Político
La Situación Internacional
El elemento central que viene pautando el escenario internacional es la crisis estructural del capitalismo a escala global. Si contrastamos la teoría con la práctica histórico-universal de la humanidad, las previsiones de nuestros anteriores documentos lo confirman. En efecto, la crisis del capitalismo es de vasta escala, centrada en los países más desarrollados (EUA y Europa) y de carácter crónico y estructural, pero también manifestada, en mayor o menor grado en nuestra región.
Afecta los aspectos básicos de la economía política del sistema: crisis ambiental, energética y crisis económica general a escala humana de la civilización. Al mismo tiempo se han desarrollado las condiciones de producción para satisfacer todas las necesidades humanas – desarrollo de las fuerzas productivas – mientras que miles de millones de seres humanos están excluidos de toda vida digna. La crisis actual tiene consecuencias gravísimas para los pueblos del planeta e implica serios riesgos para nuestra América Latina.
En la base de la crisis actual están ubicadas las contradicciones inherentes al funcionamiento de la sociedad capitalista en franca mercantilización de la vida y la naturaleza. Desarrollo de las fuerzas productivas versus carácter de las relaciones de producción; carácter cada vez mas social del trabajo versus apropiación privada capitalista de la propiedad de los medios de producción; planificación en cada unidad económica/productiva y caos de la producción a escala social, con un único mecanismo de ajuste en el mercado.
En la actual etapa de crisis el camino seguido por el gran capital, responsable neto por la generación de la misma, es cargar sus efectos y costes a las espaldas de los pueblos, victimas netas de la crisis.
Ello implica un aumento acelerado de la gran desigualdad que el capitalismo supone y que ya se viene manifestando en la presencia de cada vez más sectores de la población Europea y Norteamericana, por lo tanto nuestra principal ocupación ha de estar centrada en la lucha anticapitalista por un nuevo orden económico-social, un nuevo modelo productivo no fundado en la lógica del mercado, en el extractivismo sin limites de ningún tipo y cuidado, donde no prime la obtención de ganancias que comprometa hasta la existencia misma de la humanidad, dado el alto grado de depredación del medio ambiente, donde los(as) trabajadores(as) no sean meras mercancías, donde no prime el irrespeto a sus condiciones laborales, de vida y los beneficios que del trabajo obtiene. Sumado a ello nuestra preocupación debe estar centrada además en cómo se distribuye la riqueza generada en el proceso productivo. El crecimiento sin distribución de riqueza se transforma en acumulación de capital para las trasnacionales y las burguesías nacionales, los trabajadores debemos avanzar en este contexto manteniendo nuestra independencia de clase, con firmeza en los principios y flexibilidad en la táctica, para no perder de vista nuestros objetivos, la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
La crisis es global, no obstante se manifiesta de forma desigual en diferentes regiones del mundo. Hoy afecta mas fuertemente a EUA, Japón y Europa, y sus efectos son menos acentuados en los países que abandonaron las recetas neoliberales. Es necesario resaltar que, en América Latina, las fuerzas políticas progresistas que conquistaron el gobierno en varios países realizaron cambios significativos en relación a: los movimientos sociales y la política externa, llevando adelante orientaciones que resultaron en el aumento del salario mínimo, reducción del desempleo y disminución de la miseria, con una mejor distribución de la renta, además de valorizar la integración económica y política de la región y diversificación de los socios comerciales. Esto fortaleció los mercados internos y redujo la dependencia comercial y financiera en relación a los Estados Unidos y Europa, amenizando los impactos negativos de la crisis.
La crisis, si bien engendrada por y desde esos llamados “países ricos” y los “círculos de poder” que resultan decisorios en sus políticas, no es un fenómeno identificable sólo para ellos. También otras regiones son impactadas, incluida América Latina, región que tomando en cuenta esa diversidad de grados y velocidades de impacto, no escapa a ser alcanzada, aun cuando es cierto que en la ilustrada Europa, el paradigmático Japón o el paladín del sueño americano; EE.UU., su expresión ha sido mucho más impactante, pues en ellos se ha venido “disfrutando” de estándares de vida más holgados, mientras que en América latina –al decir de alguien – “…siempre hemos vivido en crisis…” y por otra parte, al ser centro de su generación y cuando la pretensión de encontrar salidas a la crisis con la utilización de los mismos mecanismos e instrumentos que la originaron, es ya un fracaso demostrado, sus consecuencias son más agudas. Los salvatajes financieros no han dado otro resultado que no sea la reproducción de la especulación financiera y la híper-concentración del poder económico-financiero a favor de los círculos de poder político-económico. Lógico que los ciudadanos de esos países la perciban con mayor rigor.
América Latina no escapa a los impactos de la crisis, aun cuando en términos macroeconómicos se expresen niveles de crecimiento, basado fundamentalmente en la exportación de materias primas. La primarización de nuestras economías puede resultar, hacia el futuro, un elemento comprometedor toda vez que cuando, debido a las mismas consecuencias de la crisis, los países industrializados y más ricos verán disminuidas sus capacidades productivas e importadoras y por tanto los hoy importantes productores de bienes a partir de las materias primas que exportan, ya no cuenten con suficientes niveles de mercado para sus exportaciones e inevitablemente tendrán que reducir sus inversiones y compras de materias primas en nuestra región. Esto requiere de los gobiernos progresistas rescatar el papel del Estado como promotor de justica social, inductor y planificador de desarrollo, de la aplicación de políticas económicas soberanas con el objetivo de proteger y desarrollar la industria, ciencia y tecnología, para asegurar una inserción más equilibrada en la división internacional del trabajo y con el fin de superar la dependencia de la precarización.
En este cuadro se incorpora la militarización como herramienta al servicio de la pretendida superación de las crisis, través dos EUA e OTAN: (Irak, Afganistán; Libia; el papel de la 5ta flota, instalación de bases militares en nuestro continente con la excusa de la ayuda humanitaria, etc.)
La guerra imperialista ha sido incorporada como otra variante en la búsqueda de salidas a la crisis. Su incidencia y aportes en el orden económico de los países más ricos, fruto de los dividendos que se ofrecen al complejo de la industria técnico-militar. Las llamadas “tareas de reconstrucción” y el uso de agencias de seguridad” tras las agresiones y ocupaciones militares, resulta un lucrativo negocio, teniendo como real finalidad el continuar alimentando intereses económicos de las potencias capitalista.
Sin embargo existen voluntades políticas que apuestan por encontrar y desarrollar salidas en positivo. En América Latina éstas son impulsadas por los avances democráticos, de contenido revolucionario y de marcado carácter social que promueven Gobiernos revolucionarios, de izquierda o progresistas.
Se trata de la lucha por un nuevo orden económico internacional centrado en las necesidades de los pueblos que con independencia de los diferentes ritmos y peculiaridades de cada situación regional y nacional, podrá expresarse si tiene lugar en el laboratorio de la praxis histórico universal un nuevo auge revolucionario, que en el siglo XXI, se proponga resolver las tareas que se plantearon a principios del siglo XX, con los debidos aprendizajes que la experiencia histórica del socialismo real ha dejado para la clase trabajadora y los pueblos del mundo. Si la crisis actual demuestra que las condiciones objetivas para el transito hacia una sociedad sin explotados ni explotadores están maduras, (crisis de sobre acumulación de capital con respecto al marco de posibilidades que genera el carácter capitalista de las relaciones de producción)se trata del proceso que transforme el nivel de conciencia, organización y voluntad de lucha de los pueblos.
Nuestros pueblos están pujando por un nuevo modo de acumulación, que permita a través de la apropiación social de nuestras riquezas naturales, con el Estado como locomotora, generar las condiciones de nuestro desarrollo integral. Se trata de una fase de tránsito de carácter continental, que puede constituirse en el eslabón más débil del sistema y romper con el mismo. En este contexto se inscriben las tareas y desafíos de la etapa, con este propósito debemos profundizar el rol de la clase y los cometidos del Encuentro Sindical Nuestra América como instrumento para la realización de nuestras propias experiencias de acumulación nacional, regional y continental.
La clase trabajadora y la integración de América Latina
A lo largo de la historia los países de América Latina vivieron de espaldas unos a los otros, con la atención centrada en el relacionamiento subalterno con Europa y los Estados Unidos, despreciando las oportunidades de desarrollo conjunto y complementario. Las actuales Iniciativas con miras a la integración de las naciones y los pueblos de la región tienen otro sentido, valorizan la democracia y la soberanía, se oponen objetivamente al proyecto hegemónico de los Estados Unidos y remiten al proyecto libertador de Simón Bolívar.
Un marco de este proceso, viabilizado por la victoria de líderes progresistas en la región, desde 1998 en Venezuela, fue el rechazo a la derrota, en 2005, de la propuesta de un ALCA por parte de los EUA, denunciada por los movimientos sociales como neocolonialistas. En este mismo sentido, se destaca la creación de la UNASUR, Consejo Suramericano de Defensa, CELAC y ALBA, esta última con objetivos más osados; la propuesta de fundación del Banco del Sur; la substitución del dólar en el comercio exterior.
Con los recursos de los que dispone América Latina puede considerarse una de las regiones más ricas del mundo. No carece ni de alimentos ni de medios para producir energía ni siquiera de otros recursos para promover un proceso de desarrollo industrial. La integración es un poderoso factor de desarrollo de la región.
La unificación, incipiente aun, está en curso en un contexto de crisis y transición de la economía mundial. Y es respaldad por el proceso más amplio de desarrollo desigual de las naciones configurado en el declive relativo del liderazgo económico de los Estados Unidos, Europa y Japón y la ascensión de China y otros países considerados emergentes.
De esto resultan de cambios profundos en la correlación de fuerzas entre las naciones y la necesidad de un nuevo orden internacional que adquiere fuerza con la creación del BRICS y los acuerdos en su interior para la substitución del dólar por las monedas del grupo en las relaciones comerciales y financieras, creación de un banco de desarrollo, alternativo al Banco Mundial, lucha común por la reforma de las cuentas del FMI y otras iniciativas.
La ascensión china derribó los precios de la industria y alteró los términos de las relaciones de cambio prevalecientes en el comercio exterior a favor de los productores de commodities. China se transformó en el mayor socio comercial y proveedora de inversiones para muchos países latinoamericanos. Esto reduce la dependencia económica de la región en relación a los EUA.
La integración de América Latina también converge para la construcción de una nueva orden regional e internacional contra-hegemónica, basada en el derecho de las naciones a la autodeterminación, rechazo e injerencia externo, defensa de la democracia y la paz y estrechamiento de los lazos políticos, económicos y culturales entre los pueblos. Enfrenta en este camino la oposición velada o ostensiva de los EUA, que reacciona estimulando iniciativas golpistas en Venezuela (2002), Bolivia (2008), Paraguay (2008), Honduras (2009) y Ecuador (2010) instalando nuevas bases militares en Colombia y reactivando la 4ª Flota.
La integración reaviva el sueño de Bolívar y posee un claro sentido antiimperialista. La clase trabajadora y el ESNA no solo deben apoyar como participar activamente de este proceso e influenciar en la determinación de su rumbo, defendiendo objetivos más avanzados, con destaque para:
1. Es necesario luchar para que la unificación política, económica y cultural de América Latina y el Caribe sea comandada por los intereses de los pueblos y no por las grandes empresas capitalistas; que tenga por fundamentos la solidaridad, la complementariedad y la planeación, en vez del mercantilismo, de la competencia y anarquía capitalista;
2. Contrariamente a lo que defiende el neoliberalismo, la intervención del Estado resulta fundamental y tiene que ser reforzada hasta incluso para garantizar la integración física y las inversiones en materia de infraestructura que esta presupone. Esto también requiere un mayor protagonismo político de la clase trabajadora en el proceso de unificación;
3. Queremos una integración orientada para el combate y la disminución de las asimetrías y las desigualdades; que promueva el desarrollo con valorización del trabajo, democracia, soberanía, distribución de la riqueza, igualdad y respeto al medio ambiente; que apunte para la superación del capitalismo y la construcción del socialismo; que impida la reprimarización de las economías latinoamericanas y asegure una inserción más ventajosa y soberana de la región en la división internacional del trabajo;
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