Fronteras: ¿tierra de nadie?
Las fronteras están siendo convertidas en tierra de nadie, donde debido a las trabas que encuentran las personas migrantes para cruzar y acceder a protección internacional, deben trabajar en condiciones de sobreexplotación, sin seguridad, libertad ni justicia, coincidieron en señalar el sacerdote jesuita Josep Buades Fuster y el especialista Felipe Carrillo, durante su participación en el Foro Social Mundial de Migraciones.
Buades Fuster dijo además que con el control de las fronteras no sólo se está impidiendo la inmigración irregular, sino se está negando un derecho humano que es el de abandonar el territorio de la propia nación, que aunque no sea un derecho absoluto, no se debe violar de cualquier manera.
“Y no se debe violar porque puede haber personas originarias de otro país o en tránsito en el nuestro que son acreedoras de protección internacional a quienes cuando se les bloquea su salida, se les niega la posibilidad de solicitar esa garantía en países que de algún modo seguimos creyendo que tenemos legislaciones que garantizan tal refugio”, argumenta.
“España —añade Buades—, además de las Islas Canarias, las Marianas, Baleares, tiene fronteras marítimas, aunque generalmente no se percibe el mar como frontera sino como extensión; en cambio sí tenemos conciencia de frontera con Francia: los Pirineos, es un muro natural; pero con Portugal no tenemos esa conciencia, hay unos ríos, es verdad, pero donde no hay ríos está la raya, se habla de la raya con Portugal, algo como la frontera conceptual y la frontera real entre Haití y Dominicana”.
“Creo que es una buena imagen a recuperar, que la frontera sea una raya, es decir sólo una demarcación administrativa. Y sin embargo estamos convirtiendo a la frontera en tierra de nadie, y el primer ejemplo que tenemos los españoles está en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla”.
Afirma que esta realidad niega un concepto presente en la cultura política de la Unión Europea, de un territorio como espacio de seguridad, libertad y justicia, porque las fronteras están siendo convertidas en espacios donde rige la inseguridad, la falta de libertad y la injusticia.
“Sin insistir en las penurias, robos y violaciones sufridas por las personas en tránsito entre los países, sí tenemos que señalar las estancias, por ejemplo en Marruecos, de más de tres años, y la inhumana situación de una persona que permanece todo ese tiempo en un país que no le garantiza condiciones mínimas de desarrollo, un país con períodos de persecución, detenciones y deportaciones que mantienen la existencia en vilo”.
Las personas migrantes, detenidas en las fronteras son obligadas a trabajar en el sector informal, cuando bien les va, a la vez que se les dificulta a acceder al sistema educativo y la atención médica, mientras viven en lugares con baja o nula cobertura de servicios básicos y sin medios para acceder a una vivienda digna, asegura Felipe Carrillo.
Y concluye que, si bien los gobiernos necesitan proteger a soberanía de sus territorios y preservar la seguridad en zonas fronterizas, deben tener presente que esa facultades no deben estar por encima de la protección de los derechos humanos.